Indignación y esperanza, eso es lo que puede sentir en este momento esta sociedad. Indignación porque rechazamos la corrupción y la entendemos como nuestra principal fuente de violencia y esperanza por una generación que cada vez levanta su voz.
La cantante chilena Violeta Parra escribió esa famosa canción Qué vivan los estudiantes. El canto inspirador, rebelde, poético y cargado de sentido, sin duda el combustible para asumir una postura crítica frente a la lucha estudiantil. Una lucha que ha dejado muchas enseñanzas para la historia. En el caso latinoamericano, basta recordar el convulsionado 1968, año que aun narramos en el mundo con un canto de dolor. Antes, en 1954 Colombia vivía su propio proceso de protesta del movimiento estudiantil en el gobierno del general Rojas Pinilla. Esta fue la génesis de lo que hasta hoy conocemos como la lucha estudiantil, que si bien, por muchos años estaba alineada a una agenda política latinoamericana, el deterioro de las instituciones del gobierno, la poca atención que se le ha prestado a la primera infancia, la deuda con la inversión en las instituciones de educación y la escandalosa separación entre la educación pública y privada ha llevado a los movimientos estudiantiles de Colombia a salirse de la agenda política latinoamericana. Es simple, protestamos hoy por lo que otros protestaron 20 años atrás. Es que aún nuestros estudiantes piden que se les reconozca a sus docentes las condiciones básicas para poder ejercer bien su trabajo, aun es usual ver a los estudiantes reclamar por la ausencia de políticas públicas que generen más equidad, aún seguimos luchando por la libertad de cátedra, nos indigna la corrupción. Se trata fundamentalmente de un reclamo de indignación y esperanza. “Que vivan los estudiantes jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan de animal ni policía. Y no le asustan las balas, ni el ladrar de la jauría, caramba y zamba la cosa ¡Qué viva la astronomía!”.
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En esta semana hemos visto que dos universidades en Bogotá han sido las protagonistas de esta lucha estudiantil. Es paradójico que precisamente, las dos universidades protagonistas sean en su dimensión filosófica y social totalmente opuestas. La universidad Distrital y la universidad Javeriana. La primera, una institución pública, laica, conformada por estudiantes, en su mayoría, con bajos recursos económicos y de fuerte tradición liberal. La segunda, una universidad privada, católica, se le conóce como una universidad de “élite”, conservadora y regentada por la Compañía de Jesús. Común es que las dos instituciones tienen una alta calidad educativa. La una frente a la otra, separadas por la carrera séptima de la capital son artífices de la protesta de un grupo de estudiantes que denuncian con fuerza los actos de corrupción de las directivas de la Distrital. Otras se han unido, qué bello es ver a la pública y la privada juntas reclamando por lo que es de todos. Lamento y rechazo los actos vandálicos que se sirvieron de la protesta para ensuciarla y hacer que se pierda el reclamo central de la misma, sin duda estos hechos nos han desviado la mirada del verdadero y legitimo reclamo de los estudiantes. ¡Qué bueno que los estudiantes protesten por la corrupción de las directivas de su claustro! Este grito de indignación no se puede apagar, no se puede borrar y no podemos desviar la atención ni la mirada como sociedad frente a lo que sin duda es un canto legítimo de protesta. ¡No más corrupción, no más! No más políticos administrando corruptamente las instituciones, no más escándalos de este tipo, no más robo. La reforma universitaria y la reestructuración del centro académico es, por obvias consideraciones, urgente.
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“Me gustan los estudiantes que rugen como los vientos, cuando les meten al oído sotanas y regimientos. Pajarillos libertarios igual que los elementos, caramba y zamba la cosa, que viva lo experimento. Me gustan los estudiantes porque levantan el pecho, cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho. Y no hacen el sordomudo cuando se presente el hecho, caramba y zamba la cosa, ¡El código del derecho!” Sobre este código, los estudiantes de nuestro país exigen mayor atención. En los primeros meses del Gobierno Nacional, fueron los estudiantes los que tomaron el pulso político del país. Nos estamos enfrentando otra vez a una protesta legitima, claro está, esta es sobre el mayor lastre que ha tenido nuestra sociedad: la corrupción. Por eso, “me gustan los estudiantes porque son la levadura, del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura. Para la boca del pobre que come con amargura, Caramba y zamba la cosa, ¡Viva la literatura!” Indignación y esperanza, eso es lo que puede sentir en este momento esta sociedad. Indignación porque rechazamos la corrupción y la entendemos como nuestra principal fuente de violencia y esperanza por una generación que cada vez levanta su voz, que no se queda callada, que no quiere ser cómplice. “Me gustan los estudiantes que marchan sobre las ruinas, con las banderas en alto Pa´ toda la estudiantina. Son químicos y doctores; Cirujanos y dentistas, Caramba y zamba la cosa, ¡Vivan los especialistas! Me gustan los estudiantes que, con muy clara elocuencia, a la bolsa negra sacra le bajó las indulgencias. Porque, hasta cuándo nos dura señores, la penitencia. caramba y zamba la cosa, ¡Qué viva toda la ciencia!”