En las grandes vendedoras es un denominador común su organización productiva para la economía globalizada, apoyada en cadenas de valor globales (CVG), un sistema de integración y/o cooperación empresarial
Lo he dicho en reiteradas ocasiones: Colombia no crea oferta exportable, y vende lo de siempre, pero en menor cantidad, desconociendo, y por lo tanto desaprovechando, miles de oportunidades que brindan tantos tratados comerciales firmados durante dos décadas, y la realidad de los mercados emergentes que tendrán 3,9 billones de personas en 2.030. Pero otro problema del cual adolecemos es el desconocimiento de los mercados por parte de nuestros empresarios, y de las estrategias modernas indispensables para incursionar con éxito en el mercado global, tales como: utilización adecuada de canales de comercialización, asociatividad para exportar, comercialización externa mediante alianzas estratégicas o Joint Ventures, identificación y selección de nichos para evitar confrontar a la competencia. Lo deseado por un empresario colombiano es encontrar un representante en el exterior -figura comercial obsoleta para los exitosos- o un distribuidor, casi siempre mal seleccionado dado el desconocimiento de prácticas comerciales y de competencia en el mercado objetivo. Este analfabetismo exportador, más la ausencia de inversiones nacionales y extranjeras en nuevas producciones o aumento de las existentes, nos relegó tanto, que entre los países emergentes que contribuyen con “empresas de rápido crecimiento” -las más dinámicas protagonistas del nuevo mercado mundial-, Colombia solo cuenta con el grupo empresarial antioqueño, a diferencia de México, Brasil, Chile, y Perú, que poseen varias compañías de creciente posicionamiento global. Todo lo anterior es una larga introducción para llegar al tema central: las Cadenas de valor global, principal modalidad existente para los negocios mundiales.
La empresa con mayores ingresos anuales en el mundo es Walmart, con 482.000 millones de dólares, más de diez veces la suma que recibe Colombia por sus exportaciones totales, mientras Volkswagen y Toyota, séptima y octava en el escalafón mundial, respectivamente, logran prácticamente la misma cifra sumados los ingresos de ambas. Mas lejana, en el vigésimo puesto, está General Motors, con 152.000 millones de dólares. Cifras gigantescas para empresas gigantes con varios denominadores comunes: saber producir, investigar para desarrollo de nuevos productos y servicios, y lo más importante, saber vender. Y es también un denominador común su organización productiva para la economía globalizada, apoyada en cadenas de valor globales (CVG), un sistema de integración y/o cooperación empresarial que divide el proceso productivo en segmentos o módulos repartidos entre países y corporaciones que dejan de fabricar un producto para especializarse en uno o unos pocos segmentos del proceso de fabricación. En otras palabras, una gran compañía líder se ocupa de las actividades de más alto valor agregado como investigación, diseño y desarrollo, marketing, y gestión y coordinación de su cadena de suministros, y externaliza las de menor valor agregado a través de redes de contratación y subcontratación. Se estima que uno de cada cinco empleos en el mundo está relacionado directa o indirectamente con las CVG y que a través de ellas se realiza el 80% del comercio mundial. Como ejemplos digamos que un Boeing 787 es fabricado con el aporte de empresas de cuatro continentes, y que la ropa Zara es posible por la participación de muchos factores relacionados con su producción y distribución a lo largo del mundo. Pero el caso más emblemático es el iPhone, con mil millones de unidades vendidas desde su lanzamiento. Apple compra la tarjeta de memoria, el módem, la cámara, el micrófono y la pantalla táctil, entre otras - a más de 200 proveedores en todo el mundo – y luego los vende a la empresa taiwanesa Foxconn; esta fábrica, que emplea hasta 350.000 trabajadores a 1,90 la hora, produce 350 iPhone por minuto, con 400 pasos en su ensamble, llegando a medio millón de unidades diarias. Foxconn vende los iPhone terminados a Apple, y ésta los revende en el mundo, después de un cómodo viaje inicial de 150.000 de ellos en un avión Boeing 747 hasta Louisville, Kentucky, donde queda un gran centro de logística de Apple, o a otras partes de los EE. UU. Toma casi el mismo tiempo hacer que un celular llegue a Shanghái que a San Francisco. El nuevo tope de gama de Apple, cuyo valor comercial es de 1.100 dólares, le cuesta a la compañía tan solo US $443. Y algo similar ocurre en el mundo con vehículos y muchos otros sectores. Colombia parece no tener muchas opciones de participar con sus empresas en este tipo de negociaciones. Mientras tanto, hay que desearle éxito al presidente Duque a China, donde pretende vender carne, aguacates y banano. Es un comienzo.