¿Presidente Santos?, ¿cuál Santos?, ¿quién manda en Colombia?

Autor: Jorge Arango Mejía
12 febrero de 2017 - 12:00 AM

El poder es misterioso, y especialmente lo son los caminos para alcanzarlo. 

El poder es misterioso, y especialmente lo son los caminos para alcanzarlo. Con razón decía Sancho Panza:
“-Señor, en eso no hay que reparar; que bien puede suceder que los regidores que entonces rebuznaron viniesen con el tiempo a ser alcaldes de su pueblo, y así se pueden llamar con entrambos títulos; cuanto más, que no hace el caso a la verdad de la historia ser los rebuznadores alcaldes o regidores, como ellos una por una hayan rebuznado; porque tan a pique está de rebuznar un alcalde como un regidor.” 
Lo anterior viene como anillo al dedo, en el caso de Juan Manuel Santos, el peor presidente, el más torpe, que Colombia ha padecido en toda su historia, o al menos desde la llegada de los españoles, en 1492. Aunque dudo que entre los aborígenes que poblaban estas tierras, hubiera alguien tan desleal, tan marrullero, tan mala persona, como este sujeto que pasará a la historia como el seudomandatario más impopular de esta nación. Veamos por qué.
Santos es desleal: traiciona amigos, partidos, gentes que le han hecho favores etc. Algunas demostraciones de su deslealtad, han sido éstas:
Traicionó al partido Liberal, del cual decía ser miembro cuando aspiraba a ser presidente, tiempos en que se le conocía como el “pre candidato del margen de error”. ¿Por qué este remoquete? Porque jamás superó el 1% de popularidad, cifra que se considera margen de error en las encuestas.
Traicionó al expresidente Álvaro Uribe Vélez, si no el mejor sí el más controvertido presidente de Colombia, desde los tiempos de Rafael Reyes, Enrique Olaya Herrera, Alberto Lleras Camargo y Carlos Lleras Restrepo. Si el presidente Uribe no se hubiera empeñado (engañado por el servilismo y las zalemas de este “don nadie”) en imponerlo como sucesor, no le habría ganado a nadie. Él y Angelino Garzón, juntos, no habrían conseguido ni siquiera doscientos mil votos. 
Alguna vez, tuve la oportunidad de preguntarle al expresidente, por qué había cometido el error de imponer como sucesor a este ejemplar de la más baja politiquería, y me respondió que él se había engañado por las adulaciones y los juramentos de fidelidad eterna, y había creído que seguiría el rumbo trazado por su gobierno. Que lamentaba el error cometido.
Traicionó también a quienes votaron por él, convencidos de que seguiría el camino trazado por Uribe Vélez en relación con la lucha contra las Farc y contra los demás grupos al margen de la legitimidad, como los paramilitares y los narcotraficantes. Prueba de ello es la entrega de Colombia a las Farc, crimen que dará sus frutos perversos, como se verá…
Es deshonesto, corrupto y mentiroso. Así lo demuestran hechos como éstos:
Incurrió en nepotismo, al sostener durante años a Mauricio Rodríguez, hermano de doña Clemencia (su esposa, familiarmente llamada “Tutina”), como embajador en Londres, cargo que, por razones elementales, ha debido abandonar Rodríguez al día siguiente de la posesión de Santos, el 7 de agosto de 2010. 
Francisco Santos Calderón, su primo hermano, quien lo conoce como a la palma de su mano, dijo que Juan Manuel era la peor persona que había conocido en su vida. Y que no diría más, por razones obvias…
Otra prueba de su carencia de escrúpulos, la dio al perder la primera vuelta contra Oscar Iván Zuluaga, candidato del Centro Democrático, por más de setecientos mil votos. Sintiéndose derrotado no vaciló en comprar votos en la Costa Caribe, valiéndose de politiqueros y de gentes de mala conducta de esa región, para lo cual, posiblemente, se emplearon dineros públicos, de la Nación, y, con absoluta seguridad, ni un solo peso de su propio bolsillo. En todo caso, dineros de ilícita procedencia.
Santos, en síntesis, pasará a la historia por su cobardía y por su carencia absoluta de principios. Colombia no merecía ser gobernada por un personaje siniestro, tortuoso y oscuro como éste. Sin que sobre agregar que solamente dejará la huella de delitos, de felonías y de torpezas sin cuento. 
Sin embargo, no vacilo en afirmar que soy optimista sobre el futuro: por mal que nos vaya, los colombianos nunca elegiremos alguien tan incompetente como él, para ocupar el que Alberto Lleras llamara “el primer empleo de la Nación”… 
Y como si todo lo anterior no bastara, ahora ha estallado el escándalo de la recepción de un millón de dólares de los Estados Unidos de América (U.S.A. $1.000.000,00), por el gerente de la campaña de Santos, a comienzos de 2014, dinero que le habría sido entregado a Roberto Prieto, por la compañía brasileña Odebrecht. Lo dicho, y más aún: Santos el más inepto, pero también el más corrupto… Esperemos lo que dirán Roberto Prieto y Andrés Giraldo: ellos tendrán “cantar” la verdad… Tarde o temprano, se sabrá cómo fue este entuerto.

Compartir Imprimir

Comentarios:


Destacados

Carlos Vives
Columnistas /

Para adelante y para atrás

El Mundo inaugura
Columnistas /

EL MUNDO fue la casa de la cultura de Medellín

Mabel Torres
Columnistas /

Firmas y responsabilidad

Guillermo Gaviria Echeverri
Columnistas /

La desaparición de EL MUNDO

Fundamundo
Columnistas /

Mi último “Vestigium”

Lo más leído

1
Columnistas /

¿Dulcecito o dulcesito?

El elemento que agregamos al final de una palabra para cambiar su sentido se llama sufijo… Este sufijo...
2
Columnistas /

Néstor Armando Alzate y su periodismo auténtico

Hablar de la vida y la obra del gran amigo y colega Néstor Armando Alzate, escritor, profesor...
3
Columnistas /

Ingeniería y ética profesional

La ética en la ingeniería empieza por establecer que la responsabilidad primaria del ingeniero es...
4
Columnistas /

¿Glorieta, rompoi o romboi?

@ortografiajuanv explica las interrelaciones de culturas y la formación de nuevas palabras
5
Religión /

Dos caminos alternativos simbolizados en la sal y la luz 

Hoy Jesús, en el evangelio de Mateo, nos presenta dos caminos alternativos simbolizados en la sal y la luz.
6
Columnistas /

Cinco cosas a favor y cinco en contra sobre el comunismo extinto

Los comunistas son tan enfáticos en su convicción que con la mayoría resulta imposible hacer un diálogo