Para este tipo de enajenados, el diálogo está proscrito. No les gusta porque el diálogo exige inteligencia.
Las fotografías y videos difundidos el pasado 20 febrero que muestran al Esmad ingresando a la Universidad de Antioquia, son una especie de dolorosa prueba de los niveles de atraso conceptual que rigen las decisiones gubernamentales. El discurso del alcalde Quintero sustentando su decisión, da grima.
No puede uno menos que pensar en las muy serias reflexiones que se hace el profesor Carlo María Cipolla (1922-2000) en su texto Allegro ma non troppo (Editorial Crítica 1988) en el que se registran las leyes fundamentales de la estupidez humana, para entender los orígenes de estas decisiones.
Plantea en efecto el carácter funesto de los estúpidos dado que es muy dificil para alguien razonable entender su comportamiento. De hecho –dice– las sucias maniobras y las deplorables aspiraciones de los bandidos son previsibles, mientras que es impredecible la lógica de los estúpidos. No hay en ellos un plan preciso, están sujetos a la sin razón.
A no dudarlo, esa sin razón campea con cierto brío cuando el estúpido ingresa en el argumento de la guerra, de “la ley del más fuerte”, de “mi revolver es más largo que el tuyo”, del “plomo es lo que hay”.
Maquiavelo sirve mucho a su discurso pues es conocido su aforisma según el cual “la guerra debe ser la principal ocupación del gobierno y éste debe tener poder absoluto en esta materia”.
Es muy patético porque ese tipo de gobernantes degeneran en la gendarmería: Son felices recorriendo las calles para garantizar el orden “personalmente”, y corriendo a fotografiarse cuando “atrapan” a un criminal para demostrar su eficacia. “El poder absoluto” es la frase que más los excita.
Para este tipo de enajenados, el diálogo está proscrito. No les gusta porque el diálogo exige inteligencia. Lo que llaman la ética discursiva no hace parte de sus intereses y es por ello que el entendimiento, el podernos entender, no está en el marco de sus reflexiones ni de sus aspiraciones. Para ellos, la fuerza es el único argumento contundente.
Entonces, con el ejemplo que se brinda desde los abismos del poder, la sociedad contagiada se aniquila, la estupidez se difunde. Como plomo es lo que hay, mi bala poderosa te demuestra que mi equipo de futbol es mejor que el tuyo, mi cuchillo ensañado en tu piel da cuenta de que mi religión es mejor que la tuya, el changón humeante te persuade, ahí en el suelo, ya cadaver, que no debiste chistar porque te dije que esta calle me pertenece. Tu cuello sangrante te hace saber que mi partido es superior al tuyo, tu cuerpo agonizante te argumenta que soy superior a ti.
Y así, de estupidez en estupidez la sociedad se desangra, se autodestruye, se pierde.
Atreverse a pensar es un imperativo, humanizarse una necesidad urgente para que, juntos, volvamos a empezar.