Como las votaciones en las cámaras se deciden por un estrecho margen, no es admisible que un grupo “privilegiado” y no representativo pueda inclinar a su favor las decisiones, porque así ejerce un poder desproporcionado que lo convierte en amo de las cámaras.
El anuncio de Miguel Ceballos, consejero para la “paz”, en el sentido de que el gobierno tramitará el proyecto de acto legislativo para la creación en el Congreso de 16 curules “para las víctimas”, indica la voluntad de plegarse a las exigencias de las Farc, destruyendo de paso el fundamento de la democracia representativa.
No es, pues, algo de poca monta. La democracia es el gobierno de la mayoría, respetuoso de los derechos, la dignidad y las circunstancias de las minorías, dentro del marco de la Constitución y las leyes, en procura del bien común. La mayoría se define mediante elecciones libres, y la democracia representativa es aquella donde los diferentes partidos reflejan sus respectivos caudales electorales en el poder legislativo. En este órgano, cuando un partido no dispone de la mitad más una de las curules, el gobierno recurre a coaliciones o convenios con otras formaciones para asegurar la aprobación de las leyes. El principio de igualdad (One person, one vote) exige que todos los ciudadanos sean tratados igualmente. De lo contrario habría que decir con Orwell All are equal, but some are more equal.
Dicho de fácil manera, si para ganar una curul en el senado, por ejemplo, se requieren 50.000 votos, no es aceptable que con 50.000 sufragios a un grupo se le den 10 congresistas, como viene sucediendo en Colombia.
Como las votaciones en las cámaras se deciden por un estrecho margen, no es admisible que un grupo “privilegiado” y no representativo pueda inclinar a su favor las decisiones, porque así ejerce un poder desproporcionado que lo convierte en amo de las cámaras.
Si algún problema ha afectado la gobernabilidad del Dr. Duque, es su carencia de mayoría parlamentaria, pero si se da vía libre a aumentar la bancadita de las Farc, de 10 a 26 curules, ese movimiento quedaría con el 8% del congreso.
En gracia de discusión aceptemos que con las otras 16 curules logren aumentar proporcionalmente sus votos, de 50.000 a 130.000, pero este nuevo guarismo apenas sería equivalente, si mucho, al 0.48% del electorado de los pasados comicios legislativos.
Desde luego, a las Farc (y a sus mandatarios del internacionalismo castro-comunista) no les interesan los principios de la democracia representativa de los cuales abominan, como partidarios que son de la dictadura del proletariado, pero es inconcebible que gobernantes popularmente elegidos dentro de un estado de derecho representativo acepten reformas como esta, que elimina los fundamentos de la concepción republicana y democrática de las instituciones.
Se dice que en esas 16 nuevas circunscripciones no se podrá votar por partidos políticos, porque solo se admitirán candidatos “independientes” o de movimientos étnicos, sociales o comunitarios, lo que agrava el asunto. Esas etiquetas serán solo caretas para que otros 16 subversivos lleguen al congreso, y así, 26 individuos lo dominarán, determinando siempre contra la sociedad, y aparentemente contra el gobierno, todo el proceso legislativo.
No estoy elucubrando en el aire. Bastaría con asistir al primer semestre de Derecho Constitucional o de Ciencias Políticas, para comprender cabalmente la insensatez e irresponsabilidad de ese proyecto, que además de eliminar el sistema representativo, acabaría de entregar el país al socialismo del siglo XXI.
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La semana del gran destape:
1. El gobierno tramitará las 16 curules adicionales para la subversión.
2. Negociará con el Eln
3. Presenta candidato santista para la Fiscalía
4. No apoya el proyecto de ley para impedir desmanes en las protestas “pacíficas”.