¡Oh libertad que perfumas!

Autor: Sergio Roldán Gutiérrez
9 agosto de 2017 - 12:08 AM

¿Cuál Independencia?, ¿Cuál libertad? Se necesita la validación de las redes sociales para actuar, todos estamos atravesados por las tendencias que ellas marquen y determinados en algunos casos por las líneas que definan.

Resultó la tecnología un medio letal para iniciar todas las guerras y cada dispositivo celular o tableta, cada equipo portátil, la más peligrosa de las armas. En Colombia existen hoy 28,4 millones de conexiones a internet de banda ancha que hacen que los casi 60 millones de teléfonos celulares que están activos en el país estén enlazados a alguna, esto quiere decir que tenemos un índice de penetración al borde de un 120% (MinTic 2017), en español, hay más celulares que gente.
Nos tocó ponernos serios con este tema de las comunicaciones. Se hace una guerra mediática que deja la reputación por el suelo de cualquier persona en segundos, con millones de repercusiones. ¿Cuál Independencia?, ¿Cuál libertad? Se necesita la validación de las redes sociales para actuar, todos estamos atravesados por las tendencias que ellas marquen y determinados en algunos casos por las líneas que definan. Nunca antes se había tenido tanto acceso a la información como hoy, a tanta velocidad y con tantos tipos. Para escribir las primeras oraciones del siguiente párrafo, google me entregó cerca de 511.000 resultados en la búsqueda en 0.55 segundos con solo escribir “Independencia de Antioquia”.

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El 11 de agosto de 1813, Juan del Corral, oriundo de Mompóx, declara la independencia de Antioquia. En esa época las batallas eran con escopetas y caballos y eso que no todos tenían herramientas para cada enfrentamiento, hoy 204 años después, sin tener claro que hemos logrado la tan anhelada independencia, las peleas son a otro nivel, con el agravante que para estas luchas contemporáneas, por llamarlas de alguna forma, todos tenemos armas.

Pienso que nos hemos independizado de la vida real. Cada vez son más frecuentes los reclamos de mis conocidos por que recibí un mensaje y a ellos les reportó leído y yo sin embargo, no lo respondí, eso condiciona ya hoy los estados de ánimo, los afectos y las relaciones interpersonales. También lo hemos notado en la construcción de ciudadanía, que es el objeto de nuestro trabajo en estos últimos 10 años en América Latina. Las estrategias basadas en el encuentro, en las conversaciones, en aportar juntos poniendo en común las experiencias y conocimientos, también se ven afectadas, por que es más eficiente obtener las respuestas de las personas con un cuestionario que enviemos por las redes, que de manera presencial. Es como si la confrontación cara a cara fuera dañina. Pero en cambio, los debates virtuales son extensísimos, como si relacionarse con el otro frente a frente generara miedo, y esconderse, sin dejarse ver, atrincherados con todas las armas de los buscadores que hacen que todos sean expertos y puedan opinar de todo, a toda hora sin ningún contexto, sin ningún respeto, fuera la manera de participar. Nos ha tocado cambiar muchas de las metodologías que aplicábamos en las ciudades, por que la gente ya no participa igual.

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Recuerdo cuando era pequeño, le escribía a mi hermano las cartas con lapicero rojo y azul y ahorraba para poder enviarlas a París por correo, y con mucha ilusión esperaba la respuesta. Hoy nos comunicamos todos los días. Evidentemente son otros tiempos, pero en las relaciones Estado – ciudadano, me parece que ya se está saliendo de control. Hay que aprender a desconectarse también, y relacionarse mejor. Mucha gente muy informada y muy preparada, pero con mínimas reglas de respeto y cultura, ya acostumbrados a hablar a través de un dispositivo móvil, el encuentro resulta ser la más abominable de las prácticas.

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