Mensaje de familia y valores con motivo de la Navidad
¡Oh! Navidad, ¡Oh! Navidad, tus días son mi ensueño, ¡Oh! Navidad, ¡Oh! Navidad, cuan bello es tu recuerdo, en ellos tantas veces fui, a visitar el viejo hogar, ¡Oh! Navidad ¡Oh! Navidad, cuan dulce es tu recuerdo.
Realmente, la Navidad es un período del año que está muy marcado en nuestras gentes, con un gran significado para todos. Es el tiempo para darle un verdadero valor al amor incondicional y a la paz verdadera.
Pero, es también el momento para los recuerdos y la nostalgia, para la reflexión detallada sobre la realidad de nuestras sociedades, en donde los principios fundamentales del diario vivir fueron modificados sustancialmente.
Hay que volver la mirada atrás, recuperar el verdadero significado de la familia, su trascendencia como la célula que estructura verdaderamente nuestras sociedades.
La sociedad de consumo ha incorporado una serie de costumbres durante estas celebraciones, no siempre las mejores, que reflejan el nivel de desarrollo cultural de las comunidades y su teórica capacidad económica; que han prendido las alarmas sobre el futuro de las mismas. Los cambios han sido muy rápidos, muchos de ellos no mejores, para la realidad deseada.
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Según cuenta la historia bíblica, fue en un pesebre donde José y María debieron refugiarse como último recurso ante el inminente nacimiento del Niño Jesús..
Más adelante, San Francisco de Asís, incorporó la bella costumbre, que ya es tradicional, de la elaboración de los pesebres, que recrean las jornadas previas al nacimiento del Niño Jesús
Quiero invitarlos a que celebremos esta Navidad, repitiendo la oración de San Francisco de Asís, que tanta profundidad y significado tiene, sobre todo en los momentos actuales:
¡Oh! señor, haz de mí un instrumento de tu paz: Donde hay odio, que yo lleve amor. Donde hay ofensa, que yo lleve el perdón. Donde hay discordia, que yo lleve la unión. Donde hay duda, que yo lleve la fe. Donde hay error, que yo lleve la verdad. Donde hay desesperación, que yo lleve la esperanza. Donde hay tristeza, que yo lleve la alegría. Donde están las tinieblas, que yo lleve la luz. Oh Maestro, haced que no busque tanto: A ser consolado, sino a consolar. A ser comprendido, sino a comprender, A ser amado, sino a amar. Porque es dando, como se recibe, perdonando, como se es perdonado, muriendo, que se resucita a la vida eterna.
Digamos además: ¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios.
El pasado nos interroga sobre la fe que debemos tener, para lograr el futuro mejor que merece Colombia, mediante el aporte de verdaderas acciones positivas de cada uno.