La maestra Teresita Gómez habla de su recorrido musical, de sus sueños, sus anhelos y la etapa de la vida por la que atraviesa, cuando celebra sesenta años de trayectoria.
Como las uvas, morado, el lápiz labial que Teresita Gómez usa para maquillar sus labios, combina con esa piel orgullosamente negra y ese cabello dorado. La voz ronca y a la vez suave está adornada por aretes, camisa y zapatos azules, un paisaje visual y sonoro de cielo y tierra.
Sobraría decir algo más de su vida musical, porque todo puede traducirse en una frase: es la más importante pianista de Colombia.
Transgresora, Teresita cambió el panorama de mujeres de tez clara, herederas de apellidos y riquezas, como únicas afortunadas de poder contemplar el piano, porque, proveniente de familia humilde, llegó hasta escenarios europeos y recibió decenas de conocimientos, aunque lo que más le vale hoy es que aquí, en Colombia, en Medellín, ciudad en la que vive en el Centro, la gente la quiere, le sonríe, la abraza.
En palabras de Oscar Roldán-Alzate, director de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, donde fue homenajeada recientemente con la Medalla de Oro, “sobre Teresita vale la pena decir que es una de la intérpretes que ha llevado la música Colombiana a los lugares más inhóspitos e importantes. Su historia es igualmente fascinante, pero sin duda lo que la hace una mujer enorme es su consagración al mundo de la enseñanza”. Él cree además que la pianista es “una inspiración para más de una generación de personas que ya ha crecido en la música, viéndola como motor de transformación social”.
Y sí, una conversación con Teresita Gómez confirma una maestría en las manos, para tocar el piano, sin dejar de lado una mayor en el alma, para decir lo que dice.
Teresita, sabemos que continúa dando clases, cuénteles a nuestros lectores sobre su labor como maestra.
Sí. Me gusta mucho trabajar con la juventud. Pienso que ahora que estoy mayor puedo dar más. Siempre he tratado de hacer lo mejor que puedo, pero ahora le estoy sacando jugo. Tengo unas horas cátedra, con seis alumnos, es todo un mundo, porque en la música cada alumno es un mundo, tengo seis mundos: una de pregrado, Sofía Bustamante, y cinco de preparatorio, que van a ser maravillosos.
Son de la Universidad de Antioquia, ellos vienen a mi casa, para recibir las clases. No tengo nunca alumnos particulares, no me gusta. Ellos me tienen muy contenta, no sé si yo a ellos, ojalá que así sea.
Este 2017 ha recibido varios homenajes, ¿cómo se siente?
Estoy asustada, son muchos. A mí me da pena con la gente, porque dirá “otra vez, Teresita”. Realmente me siento muy contenta, porque son unos reconocimientos dados con mucho cariño; me hacen sentir muy bien.
El primer homenaje fue en el Teatro Colón, porque mi primer gran concierto fue allá, yo estaba niña, me invitaron, creo que tenía 9 u 11 años, no recuerdo, hice mi primer recital solita allá en Bogotá. Luego del Colón, me hicieron otro reconocimiento en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Estuve en Los Ángeles, donde me hicieron un recital en una iglesia luterana en la que hacen la misa los domingos, a las 4:00 p.m., me dieron un pianito pequeño, simbólico.
Después, la Universidad de Antioquia me dio la Medalla de Oro, los alumnos hablaron, yo hice un recital, fue muy emocionante, muy gratificante, porque la Universidad para uno es un segundo hogar, su casa, donde uno se proyecta, deja su saber, donde recoge y aprende.
El Concejo de Medellín fue el último, con un reconocimiento muy lindo, fueron muy queridos.
¿Qué sigue ahora?
Voy a tocar durante la programación del Año Colombia-Francia. Voy a hacer un concierto de compositores colombianos, en París, en octubre. Voy a ir a tocar y a hacer una clase maestra sobre compositores colombianos en un conservatorio cercano a París.
Espero tener para final de año un disco nuevo, con todos estos años de trabajo musical. Estoy esperando también la confirmación de un concierto en Berlín. Y vuelvo para seguir con mis niños en clases, me les voy quince días.
A fin de año, tengo un concierto muy importante aquí, así como uno que quiere hacer el Teatro Pablo Tobón Uribe, porque yo fui una de las fundadoras. Lo único que yo no fundé fue Medellín (risas).
En estos días me dijeron: “Doña Débora, usted por aquí”, confundiéndome con Débora Arango, y les dije: “sí, yo todavía por aquí”. No me iba a poner a pelear, qué son 20 años más o 20 menos.
Son sesenta años de carrera musical, ¿ha valido la pena este recorrido?
Sí, ha valido la pena este viaje musical que he hecho.
Han valido la pena todos los seres maravillosos que he conocido. Ha valido la pena vivir en diferentes partes, tener alumnos de piano.
Han valido la pena todos los momentos difíciles por los que he pasado, esos han valido más la pena, porque cuando uno se sabe parar de un “fracaso”, porque uno no puede considerar en la vida nada fracaso, porque todas son cosas que le llegan a uno siempre para mejorar. Es como cuando a uno joven se le va el novio, seguro que viene el mejor.
¿Siente que hubo personas que trataron de cerrarle las puertas?
Claro. Siempre he pensado que cuando eso pasa, hay que aceptarlo. Yo lo que hice fue no hacer nada, eso se desatranca solo. Es duro, doloroso, pero pelear no sirve, no vale la pena, lo que puede hacer es atrancar más el proceso, te quedas quieto y las cosas mismas se disuelven.
Soy muy terca, yo quería la música y la música misma me ayudó; yo seguí.
¿Por qué cree que quisieron afectar su carrera?
Todo el mundo tiene, no diría enemigos, sino personas que no están de acuerdo. ¿Por qué?, no lo sé, de pronto porque la gente me quería mucho, y era como “ve, y a esta por qué la quieren tanto”. Esas cosas se dan mucho, en todas las carreras, no sólo en la música, la piedrita en el zapato siempre va a estar.
En este momento de mi vida, me siento muy favorecida y para todas esas cosas que me hicieron pasar sufrimientos, a estas horas del partido, no tengo temperamento de rencores. Pienso que la gente se equivoca, tiene momentos difíciles, uno también los ha tenido. Tal vez esta forma de pensar mía me ha ayudado a llegar hasta aquí.
Cuando se es mujer y se es de raza negra uno tiene, obviamente, muchos momentos muy difíciles, pero todo por lo que he pasado se lo agradezco a la vida: ha sido para crecer.
Además de las enseñanzas técnicas, de lo musical, ¿qué ha querido inculcarles a sus estudiantes?
Confianza y que amen lo que están haciendo. En el arte tiene que haber un amor muy grande: los jóvenes, ahora más que antes (porque a mí no me tocó la televisión cuando estaba chiquita), quieren salir en televisión, tener éxito rápido.
En la música que hacemos, la música académica, que la llaman también música clásica, lo bueno, sea clásico o popular, siempre permanece, entonces yo les inculco que se entreguen a esto, que no empiecen pensando en el éxito, en lo que va a ser, porque es cuando vienen los bloqueos; que lo tomen como algo para el espíritu, una llama que no se apague, a pesar de que hayan ventarrones.
No siempre funciona, deben saber sacar ventajas, hay momentos en los que no nos va bien. Estamos frente a un público, tenemos ego, no nos gusta equivocarnos, por eso siempre trato que lo gocen. Me dicen perdón cuando se equivocan y les digo que no, que me van a tener que pedir perdón toda la vida, que así tienen que trabajar, porque si no se equivocaran no estarían aquí.
¿Cómo ve el panorama actual para quien quiera ser músico en Antioquia?
Indiscutiblemente ha mejorado, pero sí podemos mejorar más. Se necesita más apoyo para los jóvenes, que les ayuden económicamente para becas: no dan becas para sus maestrías afuera, no todos los de la UdeA pueden hacer una maestría en Eafit, es muy caro.
Lo más importante es que salgan, nuestra tierra es como esas mamás que uno ama y que no quiere salir de la casa porque todo es muy bueno, pero es necesario que salgan, que dejen los frijoles y la arepa, para ir a comer allá lo que sea. Uno se va quedando, porque es uno de los mejores vivideros.
Necesitamos mecenas, que se metan la mano al chaleco, que digan voy a poner estos cincuenta millones, eso sería nada para un rico, logrando que cualquier muchacho se vaya siquiera el primer año a hacer su maestría, porque luego ellos encuentran trabajos, toques.
¿Qué opina de la música colombiana, cómo va ese proceso de rescatar a los compositores de aquí?
Hemos mejorado, yo fui como la pionera, comencé en los 80, llevando la música colombiana a las salas de concierto. Eso era prohibido, era imposible, no le permitían a uno ni en el conservatorio ni en las aulas de clase tocar música colombiana. Los compositores que yo toco tienen pasillo, bambuco, pero no son tan populares, no es música bailable, es música para escuchar, para degustar, son nuestros clásicos colombianos.
Ha cambiado mucho el panorama, ahora todos los alumnos dentro de su pensum, cada semestre, tienen que tocar música colombiana, todos lo hacen bien, a unos les gusta a otros no, pero lo hacen.
Si uno va a otra parte y le dicen “toca algo de tu tierra”, muy vergonzoso decir que no, que no toca sino una sonata de Beethoven, que no pueda tocar un bambuco, una guabina.
Usted ha sido una soñadora, desde niña, cuando se sentaba en Bellas Artes a tocar pianos ajenos, ¿qué sueños ha cumplido y cuáles quisiera que se cumplieran así usted ya no estuviera con nosotros?
Todos. Sigo bien, sigo con la música, sigo pudiendo aportar cosas a mis alumnos, vivo dignamente, bien, todo esto me lo ha dado la música. Para mí era importante llegar a mis años maduros y tener una vejez digna, ser mayor dignamente. Me gusta viajar, no sé cuántos viajes pueda hacer, los que sean.
Siempre he pensado que la vida sabe lo que uno necesita, que es más sabia de lo que uno le pide, porque a veces le pides cosas y te da otras. La vida es Dios y él sabe lo que me falta, con lo que puedo.
A esta edad, uno se levanta y dice: “otro día, vamos, que maravilla”, empieza como un preaviso, ya no sabemos cuándo.
¿Que si quiero vivir más?, sí, mucho más, siempre y cuando uno pueda ser útil. Cuando ya no pueda ser útil, ojalá que la vida se acuerde de mí, me parece que la vida y la muerte son todo. Para mí no hay muerte, hay una transformación.
Cuando yo ya no sirva aquí para nada, ojalá la vida me lleve, para no ser como un mueble por ahí, como un piano desafinado.
Mis cosas de música, mis pianos, todo lo que tengo, quiero que sirvan después de mí. Quiero tener una pequeña sala, un piso donde se puedan dar conciertos, para eso estoy viendo cómo se puede hacer.
Cuando uno está en esta edad no es muy bueno tener proyectos a muy largo plazo, por eso sé que a corto plazo quiero seguir dando clases, tomando mis clases de tango (de baile con Marcelo Mesa), haciendo conciertos.
Quiero compartir con algunos amigos, cuando uno va teniendo edad los amigos se van mermando porque la vida es como un tren, algunos se van quedando en estaciones, otros se suben, no es que tienen que ser amigos de toda la vida, hay amistades que uno conoce y es como si los hubiera conocido toda la vida.