Diálogo con el poeta Juan Mares, ahora reconocido por Titanes Caracol
De las inquietudes sensibles, de las inundaciones de sentido en su vida y de los sacudimientos del arte: ¿Cuáles son los que más median e intervienen su poesía?
El sentido y la sensibilidad. Lo primero endereza lo otro. El arte es lo que le da sentido a todo aquello que nos sensibiliza. Median en mi pasión por el poema la descripción de lo que duele y produce gozo: lo que me hace llorar y me hace reír. Téngase en cuenta que uno llora por varias cusas, una de ellas es el dolor psicológico ante una injusticia humana o por el éxtasis físico ante una belleza extrema, disfrutada. Contemplar un paisaje produce estados de armonía sin explicaciones. El bullicio de las grandes metrópolis puede producir el dolor sin rastro entre mil rostros como una soledad sobre la nada, que Silva denominó “el mal del siglo”, es decir, que también puede ser por hambre, y la poesía, no el poema, puede tener allí su encantamiento, por ejemplo: un pez sazonado en la pancita de un niño hambriento. Así el arte es sacudimiento, ternura, ira, brillo, oscuridad, la naturaleza es la causa, el efecto puede ser la creatividad. Pero si un puente se cae no es culpa de la naturaleza, es del hombre, si el puente permanece por siglos en contraste tenemos el arte de la arquitectura y al frente el abismo hecho de naturaleza. Cada que le doy sentido a la vida hay en mi sensibilidad vital, un grito tarzánico, no satánico. La belleza siempre está en donde miramos con sensibilidad, no hay diferencia de sentido entre una mariposa dando saltos de flor en flor y un sapito tragando moscas. El modus vivendi hace su fiesta. En definitiva, la sensibilidad es una puerta a los sentidos que se simbolizan en el arte como testimonio de vida ante la belleza, como el poeta intruso de José Manuel Arango en su poema “Momentos”. Entonces, media la observación untada de curiosidad, la reflexión y la actitud ponderativa a la manera de pincelada final, de cincel bruñendo el nudo en la madera, de la medición del paso para dar principio y final a la danza, del gesto conmovedor en la sinopsis de la escena final de la obra teatral, el ángulo ideal para disparar el obturador en el instante preciso del enfoque fotográfico, la morita en el postre del poema: es decir, el ingenio intuitivo que destaque lo bello del asunto, la cosa o el concepto.
De las relaciones (sin relacionismos) que usted hace desde y con otros poetas: ¿Podríamos saber por qué Blake y Nerval, que los relaciona en su mundo y cómo?
Estas relaciones las establezco como si fuesen una sola barca cruzando el río Estigias o los ríos infernales de proa a popa. Ese eterno juego de contrarios entre el brillo del oro y el de la hulla.
Al decir Blake se puede decir igual Novalis y al decir Nerval se puede decir Isidore Ducasse. Son los contrastes de un hombre en el doble de Borges o en el de Stevenson, variantes psicológicas de un mismo asunto. Blake ve el mundo en un grano de arena y así podemos entender a Nerval cuando escribió: “Je suis l’autre”, ese otro escondido entre uno mismo. Jano, el bifronte. Entonces digamos que uno ha visto el mundo más allá del sistema solar en un gigante exoplaneta mientras el otro lo ve en una partícula atómica. Lo micro, lo intermedio y lo macro. Cada asunto consagra lo diferente o la otredad. Aunque soy el que soy también puedo ser el otro. Hay un poco de heroísmo en cada ser humano al levantarse de la tierra y trepar a la copa del árbol para mirar el bosque claro que hay otras vertientes a la vera del mismo río donde Nerval pasea una langosta con una cinta azul, Virgilio se gasta un dineral en el funeral de una mosca, Diógenes con una lámpara de aceite a plena luz solar buscando un hombre honrado. De manera sencilla, uno es el bueno y es el malo, somos la luna y su cara oculta.
De la tarea de darle un nombre a un libro, que es también darle un destino, llenarlo o vaciarlo de sentidos: ¿Por qué llamó este libro Memoria lítica?
Decir memoria de la piedra o presencia de lo sólido y contundente, ya desde lo físico, ya desde lo metafórico puede implicar que volumen sea monolito o común arena del desierto. El hueso petrificado de un dinosaurio, los xilemas petrificados de un árbol, la espiral de una amonita del devónico medio hasta el cretácico son una constancia del rio del tiempo. Lo cierto es que llegué a esta parte “del río”, pensando como profesor para llevar a los estudiantes a usar materia que no les costase mayor esfuerzo económico, para un ejercicio pedagógico donde a partir de un tema se pudiese transversalizar todas las materias, se me ocurrió el tema, que ya tenía raíces en mi conciencia desde que fui arriero y cantaba una vieja ranchera de José Alfredo Jiménez: “Una piedra en el camino, me enseñó que mi destino, era rodar y rodar,…”. Luego le sumo que mi pueblo de origen es Guatapé y se sabe del peñasco allí incrustado en lo alto de Quebradarriba. Lo Otro, es el toque místico referente a la piedra simbólica; es todo un empedrado en la Biblia y ello me llevó luego a encontrarme muchas referencias a la piedra como metáfora en muchos escritores de prestigio. Se suma a este seguimiento, que se me convirtió en una obsesión o empautamiento cuando leí un poemario de Karol Wojtyla y me gustó este poeta desconocido. En el 2015, en un ensayo de Gian Franco Svidercoschi titulado: Karol, un poeta de la piedra y de lo inmenso me convenció del tratamiento simbólico como elemento místico. A este momento, me llegó la cereza del postre: las referencias metafóricas de los campesinos en torno a la piedra como metáfora de lo sexual, de la rabia y otras asociaciones y sentencias aduciendo la presencia de la piedra, pensé en esa tradición y vi una justificación para cantar los poemas con base a la piedra filosofal, digamos, justificar la piedra como fundamento del mundo. Midas, por una maldición todo lo que tocaba se convertía en convertía en piedra de oro, los alquimistas buscaban convertir todos los metales en oro, este al fin de cuentas es piedra, la historia de la medusa, la mujer de Lot, en fin, decir Memoria es rastrear toda esa historia y decir Lítica es hacer memoria del griego, del latín y del castellano del Mio Cid Campeador. Las otras memorias van quedando como ruinas en simples monumentos hechos piedra decantada y hecha fósil como testimonio de un imperio. Claro hay otras memorias de casas abandonadas por múltiples motivos, pueblos desolados como ciertos poblados europeos donde cierran escuelas por falta de niños para instruir en los conocimientos básicos. La añoranza de la casa de crianza: “Casita blanca y esperanza adiós” como diría Gregorio Gutiérrez González. La memoria es materia conceptual de muchos tópicos que se condensan en la piedra eterna. Recordemos la frase que tras años habían dicho otros pero que Carl Sagan hizo popular: “Somos polvo de estrellas”.
Libro Poteas y pirontes
De la memoria, podemos decir que está inducida para hacerse y construirse contra el olvido: ¿Qué es entonces para usted olvido y memoria?
Olvido es lo que no se nombra, no está presente en la memoria, aunque subyace allí. Está lo rescatable en las palabras según el nivel de afectación en la psiquis y sus circunstancias en un individuo o en una comunidad. Puede ser rescatada por un tiempo más perdurable en las páginas de un libro, o en la oralidad de un pueblo hasta convertirse en leyenda, mito. No es sino recordar a Mircea Eliade: “El mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los «comienzos»”. Entonces digamos que memoria es el tiempo en tanto que logremos contar el movimiento de sus giros. No saber el número de sus giros es olvido, aunque sabemos que gira. Memoria son los petroglifos como constancia de la evolución del lenguaje escrito a partir de símbolos. Olvido es no saber, a quiénes pertenecieron las manos que grabaron para un tiempo largo esos símbolos escriturales.
De la necesidad de hacer historia, de ser el poeta historiador: ¿Qué o como o desde dónde se da en usted la relación historia y memoria?
Este asunto lo resolví hace algunos años cuando escribí en Poteas y Pirontes, un poema breve en forma de calambur: “Del universo vengo / En el universo estoy / Al universo voy”, una especie de poema total. Luego lo repetí en un librito, mal editado y peor corregido que llamé Kalugrafías del instante, al que le sumé este otro poema total en forma de retruécano: “La historia en el tiempo / Uno en el tiempo / Y el tiempo en la memoria.”. Ahora, hacer historia de la piedra como tal, es recordar el tiempo en su paso inexorable hacía lo ignorado o lo olvidado; lo ignorado como cuando uno pasa y por costumbre se olvida de lo presente en evidencia constante pero como no te afecta no se toma en cuanta. Cuantos hay que, viviendo toda una vida a orillas de un río o cualquier litoral, no saben nadar, como de espaldas al agua y ella ahí. Eso pasa con las piedras. Se me ocurrió hacer un poco de historia de ella en forma de poemas para guardar memoria, al menos por un tiempo, mientras desaparece el último pájaro o libro. Y finalizo esta pregunta con algo chiflado: mientras haya pájaros habrá árboles puesto que si existen estos habrá libros.
De la intencionalidad de la relevancia y trascendencia en su poesía de la naturaleza: ¿Qué es lo que ha sido obsesión constante para este libro?
Aprendí una palabra que me gusta, para sustituir la de obsesión, utilizada por los campesinos del Alto Sinú: empautamiento, estar empautado, como cuando de tanto caer la gota en la roca la penetra, le hace un hueco. Una de las constantes es quejarme poco, cultivar la reciedumbre, “no pedir cacao” sino sembrarlo para saborear mejor su amargor. Como saborear una melancolía existencial, saber que estoy aquí y pensar que “soy de Otraparte”, como diría Fernando González Ochoa. Me empauté tanto con el tema de las piedras que me puse a la tarea de observar cada característica y sus aplicaciones como metáforas en el juego de las palabras: “Tanto da el cántaro al fondo que al fin se rompe” dice el refranero popular, y así, cada que me surgía una idea en torno al tema lo sumaba y sumaba hasta que pasados unos años tenía un buen número de páginas y se llegó la hora de parirlo y salió.
De la construcción del proyecto estético, de la estructura de este y de su comunicabilidad: ¿Qué es la poesía para usted y cuál su tensión?
Tengo claro que la poesía no es el poema, este es lo que se ve en las palabras, la poesía es lo que te hacen sentir aquellas. Cuando en el poema hay un elemento que no ves pero que te embriaga, es el licor de yo no sé, que te estruja o acaricia el alma. Ya nos lo hizo saber Octavio Paz, el poema es el vehículo donde puede ir la poesía. A veces, el vehículo está vacío y no transporta nada. O es un vehículo fantasma y solo transporta un esqueleto. A veces el vehículo va lleno y el peatón (lector) no lo nota porque aquél va con los vidrios y cortinas herméticamente cerradas. Como un famoso poema de Mallarmé, hermosamente encriptado, donde se lamenta no haber podido pasar una noche nupcial con una mujer de ébano, y por no poder descifrarlo han dicho que es misterioso. Algo parecido a lo que Dalí desentrañó del Ángelus de Millet.
De las incidencias o de los incidentes en su vida de poeta, de lo que ellos han hecho en usted mismo: ¿Cuál ha sido el incidente que le llevó a la poesía?
Puede haber varias razones: una mi temperamento melancólico. Otro el hecho de haber aprendido a leer de corrido a los siete años, no es gran asunto, pero para mis circunstancias fueron determinantes, pues debido a ello los periódicos que llegaban donde mi abuelo, en San Carlos, me llenaron de motivaciones imaginativas, tanto que llegué a escribir cinco cuadernos de cien hojas con historias de hombres buenos y malos, así dividí la especie humana a la edad en que me encontré con la nada, arrodillado y orando en la iglesia al lado de mi abuelo, fue tanto el susto que le agarré la mano al abuelo y se la apreté tan duro con mi mano de niño que mi abuelo giró, se agachó y me preguntó que qué me pasaba. Recuerdo que mi respuesta fue: “casi me caigo”. Mi abuelo me sacó de la iglesia y me llevó a un sanitario.
De la embriaguez y el canto, de la pasión y la revolución, que lo han formado, que han sido sus medios: ¿Cómo hace el vaciamiento del yo?
El anonadamiento es un estado catártico donde se puede estar en la búsqueda del Buda de los orientales. Herman Hesse trató de esto en varias de sus novelas para mayor comprensión de los occidentales y lo enfocó desde las religiones, caso Siddhartha y Narciso y Goldmundo. La embriaguez como enamoramiento por lo que te sorprende y te arranca la interjección en forma de un canto es el estado de éxtasis de Teresa de Ávila o el mismo empautamiento chamánico que quiere decir en busca o al en encuentro de la sabiduría, o lo sanativo por medio de la palabra, el ritual de una disciplina en pos del relato de creaciones sugestivas que den vitalidad en torno a la naturaleza misma en pos de la esperanza. La revolución conceptual de uno frente al todo es el amplio camino de las experiencias vitales por un lado y las visiones subjetivas de las ensoñaciones más allá de la simple duermevela o del sueño memorioso. Cuando vamos creciendo en vivencias cambian las visiones del mundo infantil y evolucionamos hacia nuevos prejuicios, pues lo que hoy es sentencia fenoménica, mañana es prejuicio ante nuevas verdades. La pasión es la insistencia en construcción de tu mundo interior que en el artista aflora en su trabajo estético: dime que escribes, qué pintas, qué esculpes, qué cantas, qué fotografías y te diré quién eres. Y puede ser aproximado a una personalidad, o asimilable a una cultura. Vaciar el yo es romper la rutina de manera creativa, es no estancarse, no represarte, no reprimirte y embriagarte hasta el éxtasis en torno a lo que te apasiona. Vaciar el yo es prodigarte en lo que haces para proyectar el alma. Es válida la ensoñación de Bachelard cuando tras el lenguaje se cae en la embriaguez de estas y entonces fluye un río de conceptos que se hacen sonido y canto embrujador descifrando el mundo. La androginia de la palabra ensoñación me cubre entre una selva de palabras, hasta encontrar orquídeas y diversidad de helechos entrecruzados, y así, llegamos al musgo, al moho.
De la búsqueda de sus metódicas o métodos para su “creación poética”: ¿Cómo se dan y cómo se mezclan, en qué forma, religión y política?
Las religiones emancipan para la tolerancia, cuando no son manipuladas; la política te alerta sobre los problemas cotidianos, que son manipulables; la filosofía hace las preguntas y trata de resolverlas; la sociología trata de explicarlas según diferentes contextos; la literatura narra y refleja los problemas sin tomar partido ni sentenciar culpables; La poesía debe comprender todo este embrollo para sustraer sustancia que valga una oda, un canto, y esperar si ese canto se llena de luz o de sombras.
De la vida de la piedra, su realidad, símbolo, naturaleza y memoria: ¿Cuáles son sueños con la piedra y qué dice al poseerla y contenerla como palabra?
Según Miguel Osorio (Barba Jacob): “Un día, un día, un día en que ya nada nos pueda retener” es la piedra existencial, lápida temporal con una esquirla de memoria. Seremos polvo cósmico para energía estelar. La piedra como palabra representa volumen, chichón, multiplicidad de colores desde la transparente pasando por toda una gama de colores hasta llegar al polvo de carbón. Arma contra la frente de Goliat, vitalidad en la sal, geometría en los cristales, azufre mesclado con agua y un hierro candente contra la anemia, sonido en la vidriera, cálculo renal y “kilatónico” dolor en la uretra cuando te rasga el conducto al ser expulsada por una cebada caliente y aparece la frase cerveza fría. Como símbolo es la base de toda edificación, La Meca, el ara sagrada; como imagen la palabra pirca, y como metáfora el orgasmo femenino. Es una cantera de palabras la que nombra, palabra tras palabra, las metáforas de la ira.
De la visión de uno de los poemas del libro: “Sin la espada de tu boca”, qué en nuestra consideración más nos hace temblar: ¿Cómo se hizo visible este poema y desde dónde?
Narrar la historia de un poema es a veces como narrar un cuento de ficción sin estar tan informado, como cuando Julio Verne escribió “De la tierra a la luna”, hay en ello un poco de intuición y otro tanto de información. La otra ocurrencia es la experiencia del patriarca Elías en la Biblia, es decir otra fuente de experiencias. Lo cierto es que a veces uno tiene estados de duermevela, cuando se siente empautado por un tema buscando desentrañar sus más íntimos secretos. Este poema en particular me surgió en una noche de ese estado de sueño donde el texto parece dictado o que uno cae en un breve estado de locura consentida, debido a la pesquisa o empautamiento sobre un tema en cuestión. En este sentido tengo experiencias aportadas por el sueño, caso la vez que soñé con el apresamiento de Pablo escobar dos semanas antes de que esto ocurriera y se lo conté a mi hermano, por allá en una vereda del Alto Sinú, donde dormía en una hamaca y sobre un zarzo. Sucede que siempre al dormir mantengo papel y lápiz o lapicero, por si se me ocurren temas sobre lo que esté trabajando en el campo literario. Ese día soñé leer en una tabla apostada junto a una puerta de golpe cerca de una quebrada que al despertar pensé podía ser una que conocía en un lugar cerca de la quebrada Quimarí, Leí: “En la jaula oscura/ he sentido aletear/ un pájaro imposible.”. Al despertar era la una de la noche, tomé el lapicero, pues me quedó bailando el texto en la memoria, y lo anoté. Por la mañana al tomar el café le comenté a mi hermano Pedro: “Sabes tuve anoche un sueño y creo que van a atrapar a Pablo Escobar o lo van a matar. Dos semanas después de este comentario, las labores del campo me hicieron olvidar del tema, pero el texto continuaba anotado en el papel. En días posteriores, cuando al regresar un poco tiznado, mi hermano me llamó y me dijo: “El sueño tuyo resultó cierto”. No lo mataron ni lo detuvieron, pero se le entregó al curita Herreros, el del Minuto de Dios. Sin la espada de tu boca es un poco aparecido no del sueño sino de la duermevela y nunca me he preocupado por buscarle una interpretación, pero sí me he dado cuenta, leído en frio que posee unos elementos metafóricos alusivos a lo sexual. Lo contrario de “Paradoja del silencio que habla”, es un poema completamente intelectual, construido para poner a volar un pájaro ya hecho fósil. Desde elementos históricos y construcción juguetona del lenguaje.
De la lectura de los Cronistas de Indias, su poesía nos hizo recordar a Fernández de Oviedo, cuando habla hermosamente del mamey: ¿Es usted el cronista de la piedra, sí o no y por qué?
En la poesía de Cesar Vallejo existen muchas nombradías simbólicas en torno a la piedra como metáforas de la ira y de la desolación ante lo inabarcable y contradictorio de la vida, la piedra como ira social. “Piedra negra sobre una piedra Blanca” es algo así como el poema “soberbia” de Barba Jacob, de un contenido existencial tan puto y delicado que produce encantamiento por el efecto. Piedra en la mollera de la consciencia. Dos poetas y dos poemas unidos por la muerte son una piedra de misterios insondables.
Miremos por ejemplo en Piedra de Sol de Octavio Paz a un cronista del ritmo y el símbolo en este fragmento:
“escritura de fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales…”
Cómo no recordar, a propósito, el poemario Piedra y cielo de Juan Ramón Jiménez, que dio pie a un movimiento poético en Colombia y de ese poemario este poema: “¡Quién, naturaleza, / levantando tu gran cuerpo desnudo, / como las piedras, cuando niños, / se encontrara debajo / tu secreto pequeño e infinito!”
(Como nota curiosa, este texto me lleva a un recuerdo de la abuela que nos repetía: “El que es acomedido come de lo que está escondido”: En esos días, no me alcanzaba a imaginar la dimensión interpretativa que le deba el abuelo a esa piedra escondida.)
Y como no recordar el famoso poema del poeta brasileño, Carlos Drummond Andrade: “En mitad del camino había una piedra…”, “…Nunca olvidaré ese suceso / en la vida de mi cansada retina / Nunca olvidaré que en el medio del camino / había una piedra.
Se puede pensar como crónica: el poema épico de Gregorio Gutiérrez González sobre “Memoria sobre el cultivo del maíz.” Solo que, a este ejemplo, más se parece el poemario que he venido preparando, desde hace algunos años, sobre el cultivo del banano en Urabá.
Si, se puede hacer la crónica de la piedra en la literatura: como símbolo, metáfora, símil, como elemento sagrado, como elemento vital y como transparencia y oscuridad. Se puede hacer el reportaje literario pesquisando tras el rastro de los escritores más significativos desde el canon histórico de la literatura hasta nuestros días.
Como libro completo dedicado a la piedra quizás sea este un primer intento. Eso sí, todo escritor, no sé si por fuerza de inercia, en algún lugar de su trabajo literario se le aparece “Una piedra en el camino”.
Concluyo con este mameyazo:
RECIEDUMBRE
Piedra es la semilla del mamey,
Amargura que fue recubierta de dulzura,
Veneno oculto para el adicto a la locura.
Semilla agreste como símbolo de la dureza oculta.
En la tosquedad de su figura.
Gris semilla de relieves digitales
Tersura para mi mano tosca.