Colombia no aguanta más desastres de ingeniería, y menos uno de esta magnitud.
A mediados de la semana anterior se llegó a temer lo peor: un colapso de la presa de Hidroituango, seguido de una pavorosa avalancha que provocaría gran destrucción en una docena de municipios de Antioquia y otros departamentos vecinos, sin mencionar la posible pérdida de vidas humanas. Una tragedia de grandes proporciones para Medellín y sus Empresas Públicas (EPM), para Antioquia y para el país en general, que no sucedió ni debe suceder.
Por fortuna, se ha abierto una ventana de tiempo gracias a que el caudal del río Cauca ha bajado un 20% y a que los héroes que trabajan en el terminado de la presa alcanzaron, el sábado 19 de mayo, la cota 405 (metros de altura sobre el nivel del mar) restando solo 5 metros para conseguir la altura suficiente para usar el vertedero de la presa con seguridad, cosa que se logrará este lunes 21 si la situación no cambia, superando la emergencia.
Pero, ¿cómo se llegó a esta situación? Hasta el 28 de abril, el proyecto de Hidroituango marchaba viento en popa. Todo indicaba que el llenado de la presa se iniciaría en julio, como estaba previsto, y que el 30 de noviembre empezaría a operar la primera de las turbinas. Las cosas pudieron seguir ese curso, pero nadie contaba con el derrumbe del túnel auxiliar de desviación.
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Ya habrá tiempo para señalar culpables. Se dice que no se hicieron estudios geológicos suficientes, aunque Hidroituango se viene estudiando desde hace 50 años. Se aduce que se cerraron prematuramente los túneles principales de desviación y que fue un error sellarlos con tapones de concreto en vez de haberlos dotado de compuertas. Igualmente, se señala que se debió terminar la presa antes de taponar y que no debió haber solo un túnel auxiliar de desviación sino dos.
Todo eso puede ser cierto. Sin embargo, estos proyectos son muy complejos y pueden surgir contingencias en cualquier momento, aun bajo la más estricta planeación y los mejores estándares de ejecución. Es que las grandes empresas implican grandes riesgos; son avatares del progreso. No es que Hidroituango fuese un “monstruo” ni que represar el Cauca constituyera un terrible atrevimiento.
En Colombia se tiene amplia experiencia en la construcción y operación de centrales hidroeléctricas; mucho más en Antioquia, y más concretamente por parte de las Empresas Públicas de Medellín. Muchos de los ríos más grandes del mundo se han represado, como el Yangtsé (Tres Gargantas), en China; el Paraná (Itaipú), entre Brasil y Paraguay, o el Nilo (Asuán), en Egipto. También muchas presas han tenido problemas que han puesto en riesgo a millones de personas y han provocado la muerte de algunas. De hecho, el pasado 10 de mayo colapsó una presa en Kenia, cobrando medio centenar de vidas.
El colapso de la presa de Hidroituango ocasionaría grandes pérdidas económicas a una empresa como EPM que ha sido responsable y que tiene una bien ganada fama de resarcir los daños que ocasiona. Además, reduciría notablemente, durante varios años, las jugosas transferencias que esta le otorga al municipio de Medellín. Para el departamento de Antioquia, socio mayoritario del proyecto, sería una fatalidad que retrasaría sus planes de desarrollo y acabaría con la esperanza de contar con una renta sustanciosa con la que se podría incrementar la inversión social. A pesar de eso, lo verdaderamente importante es que no haya que lamentar la pérdida de vidas humanas, lo que, gracias al concurso de diversas instituciones en materia de prevención y atención de desastres, sería un gran logro para destacar. No obstante, un desenlace desventurado del proyecto sería una debacle funesta para todo el país.
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Colombia no aguanta más desastres de ingeniería, y menos uno de esta magnitud. A Hidroituango hay que sacarla adelante con el empeño habitual de los antioqueños. Es nuestra obra, como nos lo recalcó Santos con fría indiferencia, y será otro hito del tesón paisa. Una ventana de tiempo está abierta, pero el margen de error se cerró. Tenemos una oportunidad de oro que no se puede malograr.