Vislumbro entonces una oscura e ingrata posibilidad: un violento choque militar
Expongo las siguientes reflexiones horas o días antes del veredicto final sobre la equívoca conducta de la familia Netanyahu.
Primero, porque su importancia es relativamente inferior en comparación con los oscuros hechos y tendencias que ya se vislumbran en el horizonte del país. Y después, porque la perspectiva histórica no imprimirá alta importancia al tabaco y al champagne recibidos a cambio de favores personales –conducta que en no pocos países apenas suscitaría asombro o atención-. Juzgo que tendrán relieve superior las consecuencias y el caos que estos episodios hoy provocan y conducen a cuestionar la legitimidad y existencia del país.
El actual desorden ideológico, social y militar en Israel tiene múltiples e ingratas expresiones. Desde hace un año las actividades parlamentarias están canceladas, un hecho que no impide a sus representantes seguir percibiendo salarios cuatro veces superior a los de un dedicado maestro de escuela. Es más: los insultos que intercambian no sólo afean las apenas humanas relaciones entre ellos; trascienden al público y animan enfrentamientos retóricos que pueden conducir a peligrosas escisiones.
El desorden en las carreteras, la escasez y la violencia en los hospitales, la parálisis administrativa en los centros urbanos, el ascendente costo de las viviendas, la parálisis presupuestaria, la previsible inflación: algunas expresiones de la crisis sistémica que en estos días abruma al país. Y al lado de ellas la cercana posibilidad de un enfrentamiento militar acelerado por actos y declaraciones por parte de ministros que, después del rezo matutino, adoptan posturas napoleónicas para provocar al enemigo.
Felizmente, el alto mando militar acierta a neutralizarlas de momento. Pero, no quebrará en los próximos días o semanas como resultado del nervioso ánimo de algunas figuras para las que la sobrevivencia política- incluso limitada- parece ser más importante que la seguridad ciudadana y la vitalidad nacional
En estas oscuras circunstancias corresponde preguntar: ¿intentará algún representante parlamentario encabezar una novedosa coalición gubernamental, ya sea con miembros auténticamente convencidos de los peligros militares y sociales que abruman al país, ya sea porque temen no ser reelectos en alguna próxima puja electoral?
Si tal proceder fuera personal y secreto no cabe dudar que este escenario podría abrirse. Pero de momento la coincidencia fundamental y fundamentalista de la derecha israelí jefaturada casi militarmente por Netanyahu aleja esta perspectiva.
Vislumbro entonces una oscura e ingrata posibilidad: un violento choque militar que con la activación de recursos electrónicos y no convencionales que apenas se conocieron en tiempos pasados tendrá graves resultados en esta región del mundo.
Juzgo que si Netanyahu pone razonables límites a su sed de poder, si la opinión pública trata con equidad no sólo a rabinos que desprecian la democracia y la equidad ciudadana sino también a figuras extranjeras que ponen en tela de juicio el rumbo nacional, si las diásporas israelí y judía vocean su inquietud en públicas tribunas, sólo entonces nuestra existencia nacional recuperará alentadoras perspectivas.