Netanyahu es el líder del Likud y que – como Dios mismo – no hay otro capaz de reemplazarlo.
Cuarenta de los candidatos que figuran en la lista electoral del Likud han asegurado con sus firmas que en todas las circunstancias – en la victoria o en la derrota – Netanyahu es el líder del Likud y que – como Dios mismo – no hay otro capaz de reemplazarlo.
Documento que recuerda conductas y recomo la generacióngímenes que han abolido no sólo el espíritu democrático y el humano sentido común. Asume que el talento, la entereza y la honestidad de un líder son cualidades imborrables; que nada – ni la edad, ni el dinero, ni algún encanto sensual – es capaz de alterar su altura cuasi divina; y que nosotros- como la generación que fue obsequiada con tal portento- debemos jurarle ciega y eterna admiración.
Obviamente, este documento pretende desarmar una posibilidad que los medios se atreven hoy a plantear: un nuevo empate electoral que alejaría la posibilidad de un gobierno sostenido por los grupos rabínicos y kahanistas en coalición con la Nueva Derecha – si la Señora Sara acepta a su envidiable lideresa. Circunstancia que obligaría un acuerdo entre el Likud y Azul-Blanco y el probable desalojo o reemplazo de Netanyahu por otras figuras, no menos capaces.
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Posibilidad que se antoja inaceptable para los que auspician la bibicratia con sus firmas, a pesar de que no pocos de ellos la olvidarán si y cuando resuelvan proteger la piel y los intereses que los animan.
Se trata en rigor de un documento que confirma las debilidades y temores del Likud cuando se vislumbra la posibilidad de que Liberman – con seis, ocho o diez puestos parlamentarios – habrá de obligar a una magna reconciliación dejando atrás tanto a la derecha rabínica y kahanista como a la izquierda liberal enriquecida por Barak. Ciertamente, incluso en la derrota este último festejará el nuevo escenario.
Si Bibi aceptara un consejo le diría: Exige adelantar la fecha de tu comparecencia ante los jueces; presenta en estos días los datos y constancias de tus múltiples ingresos; confiesa públicamente tus debilidades por el buen vivir y dormir; declara tu voluntad de reiterar la lectura de los clásicos que te apasionaron en la juventud; y pone un dique a las infladas debilidades de quienes te rodean.
Y concluiría:
Estimado Bibi: si así actúas podrás rajar el documento que tus fieles han suscrito, aceptar lúcidamente la finitud, y merecer – también y así – un importante papel en la Historia.