Si bien en términos jurídicos no existe duda alguna sobre su comportamiento doloso en el tema de Agro ingreso seguro, el uribismo anda exacerbado señalando que eso no es cierto
Cuando los abuelos decían que “el mundo es según el cristal con que se mire”, reflejaban de manera exacta el significado del impacto de las creencias en la interpretación de los hechos.
Nadie nace con creencias, las creencias son aprendidas.
Así, un mismo hecho desencadena interpretaciones diferentes dependiendo de las ideas sobre las cuales tú estás parado. Mientras en Occidente, por ejemplo, Osama bin Laden es “mirado” como un terrorista y un criminal, el mundo islámico lo “ve” como un héroe y un mártir de su causa.
Pero no, los pragmáticos dicen que basta con analizar los “hechos”, pues la realidad es eso que ocurre de manera verdadera o cierta en tanto impacta mis sentidos: lo veo, lo toco, lo huelo, lo oigo. Y eso verdadero, eso que existe de manera efectiva y contundente se opone a lo no real, que es en últimas lo fantasioso.
Desde este punto de vista, serían los sentidos los que brindan la sensación de la realidad descrita. Bueno, los sentidos y los datos, pues también estos últimos contribuyen a consolidar la “realidad” como el hecho objetivo.
Resulta sorprendente tal tozudez, cuando desde los tiempos de la Grecia antigua, pensadores como Platón advertían que, dado que los sentidos podían manipularse, la realidad corría el riesgo de ser ficticia. Y agregaba algo más: que la realidad también era distorsionada por la ignorancia.
Tal vez ya le he contado que el Mito de la caverna de Platón muestra a unos seres humanos que, encadenados, solo pueden mirar hacia la pared del fondo. En ella, se ven las sombras que produce una hoguera a la entrada, reflejando los objetos del mundo exterior.
Para los habitantes de la caverna, la realidad son las sombras. Cuando a un miembro de la comunidad de la caverna le es dado conocer el mundo exterior y puede observar las imágenes y colores de los objetos y las personas, regresa maravillado a persuadir a sus hermanos sobre la existencia de otra realidad, pero es tratado de loco e incluso corre el riesgo de ser linchado.
El patético caso de Andrés Felipe Arias ejemplariza de manera clara el tema.
Si bien en términos jurídicos no existe duda alguna sobre su comportamiento doloso en el tema de Agro ingreso seguro, el uribismo anda exacerbado señalando que eso no es cierto. Que el “pobre muchacho” es una víctima de persecución política y que nunca se robó un peso. Para ellos, la ley debe operar con otra lógica. Una ley que se ajuste de manera acomodaticia a la interpretación que yo tenga del delito. Si considero que el actuar de mi amigo, aunque sea criminal, no debe ser castigado porque yo lo quiero mucho, la ley debe responder a mi deseo.
Por estos días fue noticia que un juez liberara a un violador, con el argumento de que el violador era de muy buena familia… ¡hágame el favor!
Kant, en uno de sus imperativos categóricos nos ponía a salvo de tal exabrupto cuando enunciaba: “Actúa de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre y al mismo tiempo como principio de una legislación universal”.
Y explicaba la fuerza de la ley como un orden en el que coinciden todas las voluntades posibles.
A lo largo de los últimos treinta años, el uribismo lo ha envilecido todo. Duele que un sector de nuestra sociedad adhiera a ese llamado torvo de reclamar una ley a la medida de los intereses de cada uno. Esa “ética” manguiancha que me da permiso de actuar en contra de los intereses de la sociedad, termina haciéndome instrumento de su destrucción. Pero a ellos eso no parece importarles…