Lo que está en juego desde que existe la universidad en el planeta es la pregunta de a quién le sirve, quién es el dueño de sus recursos o productos.
Como escribo para jóvenes escolares y no para especialistas en arameo hoy quiero hacer la pregunta de manera sencilla. Si fuera hace 50 años en la Avenida La Playa, en la U.P.B., cualquiera respondería qué era de Moncho, así llamábamos a Monseñor Feliz Henao, rector, quien algunas veces nos recibía en la mañana repartiendo naranjas de su finca. Imagino esa misma pregunta después de las reformas que puso la universidad al servicio del estado francés en el siglo XIX y todos habrían respondido que era de Napoleón. Hay la universidad que propuso Humboldt y su ideal es referencia importante.
A la misma pregunta en la Universidad de La Habana, después de la revolución, el Che Guevara respondió que se tenía que pintar de negro, rojo, de indio o no era de nadie. Son respuestas sueltas que desgrano para recordar que la universidad ha tenido históricamente diversos “dueños” y beneficiarios. En su remoto origen la UdeA era regida por órdenes religiosas, empezó siendo colegio de franciscanos y por otro tiempo fue colegio de jesuitas, “del Papa y del rey” hubiera respondido cualquier peatón. Los disertantes o estudiantes de las escuelas en el siglo XI en Bolonia afirmaron que era de los ellos, ese fue el más remoto origen.
La propia Universidad de Antioquia ha pasado de mano en mano, se nutre de dineros públicos, Camilo Torres la hubiera definido en la línea de los Borbones como universidad para la ciencia y la modernización de la Colombia colonial; en la historia posterior a Camilo fue para los gobiernos de Santander y otros, instrumento para la administración, formación de abogados y gramáticos. En el gobierno liberal de López Michelsen en el siglo XX fue redefinida y ampliada; recuerdo que en 1985 la transformamos en universidad para la investigación. Antes, en los años 60, la universidad parecía estar estrechamente vinculada a la transformación, a la Revolución social inspirada en Cuba, Rusia y China.
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Lo que está en juego desde que existe la universidad en el planeta es la pregunta de a quién le sirve, quién es el dueño de sus recursos o productos. Quizás es parte de su naturaleza estar siempre en proceso de transformación, pero paradójicamente también ha conservado por muchos siglos su vocación con la preservación y el acrecentamiento de los conocimientos. Algunos pensamos que tiene que responder a los retos de cada región con inteligencia, capacidad de escuchar y renovarse. Me pregunto si la universidad está respondiendo a las fuerzas de que quienes quieren lo imposible y están proclamando la construcción de una nueva.