Para algunos, el hecho de buscar el voto ciudadano les ha hecho creer que la desnudez es un recurso válido y sostenible
Es bastante común y repetido el recurso de la desnudez en la publicidad y más aún en el terreno de la publicidad política; aunque en muchas oportunidades resulta ser lo menos eficaz en clave de voto, porque sencillamente aquello que nos genera curiosidad no es lo mismo que nos lleva a posicionar un líder y esa posición que siempre es de extremos, no siempre lleva hacia una conversión comercial o de respaldo ciudadano.
La intimidad del propio cuerpo es un tema llamativo para la curiosidad y el morbo de los seres humanos, no sólo durante nuestros primeros años de vida, sino por el resto de la existencia a partir de ciertos códigos de comportamiento donde la desnudez se refiere a la intimidad y no a la exhibición pública, principalmente desde una visión moral y de estética imperante en occidente.
De lo íntimo a lo público, el vestuario y los accesorios nos han protegido del frio, de los insectos y muchas veces de mostrar nuestro cuerpo en toda su dimensión, aunque para algunos, el hecho de buscar el voto ciudadano les ha hecho creer que la desnudez es un recurso válido y sostenible para ese propósito.
Uno de los más recientes y sonados referentes de publicidad política utilizando un desnudo, la protagonizó el dirigente español Albert Rivera, quien en 2006 se lanzaba por el partido Ciutadans como candidato a la presidencia de la Generalitat en las elecciones autonómicas de Cataluña y quien posteriormente participó de la contienda por la jefatura de estado. Rivera generó revuelo, curiosidad, morbo; pero al final de cuentas no fue decisiva pues Rivera fue derrotado por José Montilla Aguilera en ese mes de noviembre.
También en España, un candidato del Partido Socialista a la alcaldía de un pueblo llamado Meruelo, en Cantabria, hizo afiches, con su fotografía de frente y de espalda, totalmente desnudo y la rosa encima de sus partes íntimas.
En Colombia también se han presentado casos como los que reseña la revista Estado del Centro CAEP de Medellín en su artículo Antología del desnudo Político Contemporáneo:
“En las elecciones para el congreso en 2014. Entonces, un candidato a la Cámara de Representantes por el departamento del Caquetá, del partido Alianza Verde, Marlon Monsalve, presentó en redes sociales su publicidad, en ella aparecía desnudo. Al respecto, dijo: “Desnudé mi cuerpo en señal de transparencia, para combatir la corrupción en el Congreso de la República”. Este acto publicitario muy sonado lo sacó del anonimato, pero no le dio los votos suficientes para alcanzar la curul”
Más allá de los debates morales sobre el uso del cuerpo para llamar la atención o el impacto momentáneo de este tipo de acciones, la pregunta que deben hacerse campañas, consultores, asesores y candidatos es sobre el aporte que brinda una decisión como el hecho de incluir un retrato político nudista en sus publicidades, redes sociales o cualquier otro medio de contacto con el ciudadano.
¿Acaso el candidato saldrá también desnudo a la calle a pedirle el voto a sus electores? ¿Acaso su relato de desnudez se mantendrá en el cargo y aportará los valores que le ha querido imprimir al uso desde su relato y narrativa como marca política?
Al salir, la publicidad política con contenido como estos genera notoriedad y alta visibilidad sobre todo en tiempos de herramientas con tal nivel de velocidad en la divulgación de contenidos con tal nivel de novedad. Miles los replican con sentimientos de sorpresa, indignación, asco, simpatía o apatía; pero la pregunta clave es: ¿Cómo sostener la atención durante una campaña y poder conectar luego esa compleja decisión que es el voto?
Vivimos tiempos de profundo hastío de los ciudadanos hacia la política y los políticos y considero que la desnudez del cuerpo no es lo que esperan los votantes, ávidos de una desnudez en la consciencia pero para que se vean las ideas, la naturalidad, la cercanía, la trasparencia y las respuestas a los más profundos anhelos de quienes quieren representantes que demuestren talento en el servicio por encima de su capacidad para empelotarse como ya lo han hecho muchos, sin mayor éxito en las urnas.