¿Cuánta efectividad tienen nuestras palabras?

Autor: Lucila González de Chaves
26 abril de 2018 - 12:09 AM

La belleza y elegancia de un texto escrito no residen en las palabras aisladas, sino en su artística conexión

Dicha efectividad está sujeta al “almacenamiento” interior de cada persona, constituido por lo psicológico, lo afectivo, lo espiritual y lo intelectual. A mayor almacenamiento, mayor necesidad de la palabra y gran responsabilidad en su empleo. A esa actitud interior corresponde más amabilidad en las palabras, mayor equilibrio en el tono con que se pronuncian. A menor almacenamiento, habrá mayor rudeza y altanería en la palabra, menos comunicación amable y bondadosa.

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La palabra recibe las muchas acepciones que el diccionario le asigna, pero también otras que no le ha dado, nacidas de un contexto social, cultural, familiar, afectivo, laboral que, al generalizarse, son enriquecimiento del idioma y de nuestra capacidad de expresión.

Las palabras resultan muchas veces impotentes para expresar todos los aspectos del pensamiento, del sentimiento, de la imaginación. Está comprobado que nuestro vocabulario nos traiciona muchas veces por defecto o por exceso.

El diccionario, con toda su riqueza de léxico, no es, a fin de cuentas, más que un lugar donde yacen las palabras; somos los seres humanos quienes les damos vida y valor al contextualizarlas.

La belleza y elegancia de un texto escrito no residen en las palabras aisladas, sino en su artística conexión; esa capacidad de expresión habita en el modo y en la sabiduría al utilizarlas, y en la riqueza interior de quien habla o escribe.

Es bueno recordar que hay palabras vacías de significación. Un texto en el que predominan las palabras vacías, produce una impresión de ordinariez, de indigencia. Y en lo hablado, ya el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) aprobó el adjetivo ‘cantinflesco’ para referirse a todo lo que hablamos falto de sentido, de mensaje, de coordinación, a semejanza de aquel célebre actor de cine mexicano conocido con el sobrenombre de “Cantinflas”.

Y, al contrario, en otros textos encontramos una densidad excesiva con la cual hay que tener cuidado, porque dicha densidad es fatigosa y difícil puesto que exige una permanente tensión cerebral. Hay textos demasiado cargados de ideas y pensamientos: algunos escritores y pensadores creen que escribir es ‘apretar’ de tal modo el pensamiento en palabras y frases, que leerlos parece un ejercicio para desentrañar el sentido de una fórmula matemática.

La palabra, tan necesaria en la comunicación, no tiene cabida plena sino en la frase, y en ella, con un solo significado, el que no es sino acepción recibida del contexto, de todo lo hablado o de todo lo escrito; significación que es momentánea, determinada por la situación que nuestro pensamiento o nuestros sentimientos le asignan en la frase dirigida exclusivamente a quien nos escucha o nos lee. Por eso somos responsables de nuestras palabras; una sola de ellas da cuenta a quienes nos escuchan o nos leen, de nuestra nobleza interior o de la mezquindad de nuestra vida espiritual, cultural y afectiva. Somos en nuestro interior tal y como son nuestras palabras.

Cuando hablamos, debemos conocer los rasgos principales de la entonación. Cada lengua tiene una entonación característica que la distingue de las demás; por eso, quien pronuncia bien un idioma extranjero es aquel que maneja su entonación lo mejor posible.

La fonética ayuda a expresar en forma adecuada las ideas, las emociones, los deseos. En español, la IMPROPIEDAD DE LA ENTONACIÓN altera el sentido de toda la frase. El tono de la voz se nota y se estudia en toda la expresión, no en palabras aisladas.

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Los lingüistas han señalado tres etapas en el manejo de la palabra:

Acto locutivo:

Nivel en el cual se emiten los sonidos con significado o sin él.

Acto elocutivo:

Se refiere a los principios del pensamiento. Ocurre en el momento de expresar algo, teniendo en cuenta las relaciones entre el emisor y el receptor. Cuando leemos o escribimos es necesario tener muy claros:

- ‘qué’

-‘por qué’

-‘cómo’

-‘para qué’.

 Saussure afirmaba que el saber elocutivo es el saber manejar la palabra, y que este saber es una capacidad inconsciente. Chomsky, el creador de la gramática generativa, opinó que el acto elocutivo o manejo de las palabras es un conocimiento intuitivo.

Acto perlocutivo:

Son las reacciones del oyente frente al acto elocutivo (el escucha frente al hablante). Dicho acto pretende mover, convencer, hacer reaccionar; se trabaja mucho en las propagandas, en la política, en los sermones religiosos, en la oratoria, etc.

 

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