El mercadeo electoral tiene un duro reto para el año entrante, apostarle en ahondar la zanja de los odios partidistas entre los colombianos u orientarse en candidaturas de “reconciliación nacional”.
El consultor político ecuatoriano Luis Eladio Proaño, escribió en 2004 para la revista latinoamericana de comunicación Chasqui el artículo “Consultores políticos: ¿fabricantes de dioses?", en el que, hace la reflexión sobre el rol de los consultores políticos en las campañas electorales y la construcción de la imagen de los candidatos.
Cita allí a Joe McGinniss, autor del libro The Selling of President 1968, quién expresó que el triunfo de Richard Nixon no fue gracias a las capacidades propias del candidato, sino al trabajo realizado por los consultores políticos, "que fue capaz de venderlo como Presidente, a pesar de su natural antipatía y falta de credibilidad".
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En relación con la campaña presidencial, Proaño recrea dos situaciones que son un reto para los consultores políticos; una, relacionada con las condiciones excepcionales de un candidato, pero el momento no lo es. Y la otra situación se centra sobre las características personales del personaje: “Si el candidato posee una mente confusa y opaca, si transparenta inseguridad y doblez, no hay nada que un consultor pueda hacer para cambiarlo. Si el candidato es imprudente y arrogante, no hay mago de la política que lo transfigure en amante de la sencillez y la cordura”.
En cambio dice que el candidato ideal es aquel que tiene la capacidad de estar impávido frente a situaciones de presión. La presentación personal y la habilidad comunicacional para transmitir el mensaje deben ser su fortaleza.
Frente al escenario del año venidero, el candidato santista la tiene bastante negra. Dice Proaño: “si un candidato pertenece al partido de un gobierno que termina su período en un desastre de popularidad, está todavía por descubrirse al consultor que lo haga triunfar y la lleve a la Presidencia”, ¿por algo será que todos se quieren bajar del bus presidencial?
Una de las estrategias utilizadas por los consultores políticos es focalizarse en el debilitamiento del opositor. Es así como las campañas políticas se centran en desprestigiar a la persona, dejando en segundo plano el contenido programático.
En relación con el mensaje emitido, dice el autor, que el candidato debe manejar pocos temas, tres o cuatro. Uribe lo utilizó en su campaña y en el ejercicio del cargo presidencial. “La seguridad democrática”, de ahí no lo sacaba nada, todo giró en torno a ello. Santos ganó la segunda presidencia con un solo tema “la paz”.
En cuanto al plebiscito, y confesado por el gerente de la campaña del no, Juan Carlos Vélez Uribe, en relación con la manipulación sicológica del electorado, se basaron en esta sentencia del artículo: “los temas se escogen luego de pulsar las necesidades y angustias más sentidas de la gente, y van dirigidos a aquellos segmentos de la población donde se padece con mayor intensidad y cuya respuesta puede ser más ferviente.”
Para ganar la favorabilidad de las masas, el candidato debe hacer espectáculos que atraigan la atención del electorado, como irse de esquina en esquina “para crear la impresión de ser iguales a los demás, uno de tantos, capaz de codearse con el pueblo, lejos de la arrogancia del poder”. Con esta estrategia ganó Fico la Alcaldía.
En las toldas partidistas deben estar ya recolectando hojas de vida de los consultores políticos, en donde la campaña se focalizará en un par de temas: dar continuidad a los acuerdos de Paz de la Habana, ajustarlos o acabarlos. Y el otro, mostrar la mayor distancia posible del Presidente Santos y arremetiendo con mensajes de la necesidad de cambio y no continuidad. Pero el que “diga Uribe” tampoco tiene nada certero, porque lo dice Joseph Napolitan: “No existe el llamado efecto de “unirse al carro del vencedor”.
El mercadeo electoral tiene un duro reto para el año entrante, apostarle en ahondar la zanja de los odios partidistas entre los colombianos u orientarse en candidaturas de “reconciliación nacional”.
En la historia reciente, el país recuerda a J.J. Rendón, quién ha volteado posibles derrotas en significativos triunfos, empleando todo tipo de estrategias tanto sanctas como non sanctas y artífice en gran medida de la zanja del odio colombiano.