¡Conocemos a Dios pero quién es Jesús!

Autor: Pbro. Emilio Betancur
26 agosto de 2017 - 07:52 PM

Homilía domingo xxi tiempo ordinario - ciclo a - agosto 27 de 2017

Medellín

Las expresiones que Pablo usa para hablar de la conversión de Israel son tenidas en cuenta, por la liturgia de hoy, para relatar la sabiduría de Dios con Pedro y la Iglesia: “¡Que ciencia es la sabiduría y la ciencia de Dios, que impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos!” En efecto todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por El, y todo está orientado hacia Él. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Segunda lectura).
La cantidad de dioses que estaban sobre Israel, Daniel los significó con el Carnero (medos y persas) Dn 2,28; en el macho cabrío (Grecia) Dn 8,21; el cuerno pequeño que es la bestia, Antíoco Epifanes, con 16 características, (Roma) Dn 8,9ss. Entonces no sería ningún dios el salvador sino “El Hijo del hombre” no nacido de los dioses. “Hijo de Hombre” significa para Daniel no un individuo solitario, ni dioses paganos, sino un “pueblo” ante todos los demás imperios. Jesús asume ese nombre al decir que Él es la cabeza del pueblo de Dios. Todos cederán sus puestos a la propuesta-promesa del “Reino de los cielos” (Mt 21; Lc 29).

¿Cuál es la piedra fundamental de la fe?
Desde Daniel y mucho antes hasta la resurrección de Jesús la Iglesia ha pretendido descubrir la identidad del “Hijo del hombre”, es decir Jesús como piedra fundamental de la fe de la iglesia. De ahí que sea en una región pagana como puede ser la nuestra, donde Jesús haga la pegunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” La respuesta dio a entender que nadie identificaba a Jesús con el Hijo del Hombre; pero si con “Juan Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas”.
La respuesta no es con base a lo que nos enseñaron en la casa, el colegio, en la iglesia o hemos leído en un libro o escuchado en alguna parte. Lo importante no son tanto las respuestas escuchadas, aprendidas y repetidas de memoria sino la respuesta que surge desde la experiencia de la fe. La pregunta es básica para la fe máxime cuando la cristiandad nos dijo quién era Dios y por las enseñanzas de la religión ya conocemos a Dios, pero muy poco a Jesús. En la cristiandad el conocimiento de Dios le ganó la batalla al conocimiento de Jesús. Es posible que para mucha gente que se llama creyente Jesús sea un desconocido o a quien conocemos de oídas; no ocurre lo mismo con algunos santos o la virgen a quienes conocemos de memoria. La pregunta entonces se podría formular así: ¿para ustedes los que conocen a Dios quien soy yo? Sólo nos podemos llamar creyentes cuando tengamos una experiencia y adhesión personal a Jesús. Yo sé desde mi fe quien es Jesús y compruebo en mi vida como cierto lo que me ha dicho y prometido la iglesia en nombre de Jesús. La fe corrobora lo que el evangelio promete y la vida verifica lo que la fe cree. Cuando Pablo invitó a Bernabé para ir a las comunidades por segunda vez era para verificar si Dios había cumplido lo que les había prometido. Así la vida se convierte en una historia de salvación que puedo y debo compartir, contando: Jesús me salvó de tal o cual dificultad, Jesús me sacó de una esclavitud, me dio la mano cuando me estaba hundiendo, me reanimó sintiéndome ya cansado de la vida, me acompañó con ocasión de tal duelo o sufrimiento, me escuchó cuando lo invoqué desde lo hondo, salvó mi hogar desde el momento en que lo tuve en cuenta. De la fe en Jesús no se sabe sino contando historias, de la intimidad de estas historias conoce muy bien la oración
“Cuando pregunta a los discípulos ¿quién dice la gente que soy yo? la respuesta es ya un acto de fe de la iglesia en cabeza de Pedro “Tú eres el Mesías, Cristo, el hijo del Dios vivo. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tu Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en los cielos!” (evangelio). “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos. Sí padre, así lo has querido” (Mt 11,25) “Tú eres Pedro, roca, piedra, sobre ti, como sobre una piedra, yo edificaré la iglesia. Si no fuera piedra sería como una casa construida sobre arena, destinada a la ruina (Mt 7,25-27).

A la experiencia sigue la misión
Ya sabiendo quien es Jesús, Hijo del hombre, el Mesías, Pedro comprende su misión de iglesia y su virtud estará en escuchar lo que el Espíritu le revela. Así el único pilar de Pedro y la iglesia es Jesucristo, el resucitado; razón para tener la certidumbre que “el poder de la muerte no prevalecerá contra ella”. “Las llaves del reino para que lo atado o desatado en la tierra quede atado o desatado, permitido o no permitido, en el cielo, no es un signo de poder sino compromiso de comunión de la iglesia mediante la fe, requiere estar en comunión con la iglesia de Pedro; estar en comunión con Dios en Jesucristo. Así se comprende como “los poderes de la muerte, el mal, no acabarán con ella (evangelio).

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Profecía cumplida
La primera lectura solo se entiende desde el evangelio porque es el resucitado creando la Iglesia junto al carisma de Pedro quien hace de Isaías un profeta. El profeta anuncia que Yahvé va a intervenir en favor de su pueblo destituyendo a Sebná, mayordomo de palacio, para reemplazarlo por Eleacín reconocido servidor social que “será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que abra o cierre nadie lo cerrará o abrirá.” (primera lectura). Este texto, leído ahora, hace memoria del evangelio de la profesión de fe de Pedro en Cesaréa de Filipo; como promesa de comunión futura de Cristo con la Iglesia. El “poder de las llaves” está al servicio de la comunión desde la primera alianza.”

“Bendito el que viene en nombre del Señor”.
¿Quién es el que viene a visitarnos?
Viene a visitarnos el sucesor de Pedro, vicario, representante, de Jesucristo al servicio nuestro.
¿Para qué nos puede servir su visita? |
Para transformar nuestro corazón, salir de nosotros mismos y ponernos en camino de servir a los demás hasta llegar a las periferias no solo geográficas sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del sufrimiento, las de la injusticia e inequidad, las de la ignorancia, las de la corrupción y polarización. La periferia amplia de la reconciliación y el perdón.; todos los límites que desde nuestro interior no nos dejan caminar hacia la paz. Esto se logra escuchando y cambiando.
¿Tiene el viaje del papa algún interés especial?
Si, en la iglesia que está en Colombia.
Tal vez la Iglesia, dice el papa Francisco se ha mos­­trado dema­­siado débil, dema­­siado lejana de las nece­­si­­da­­des de la gente, dema­­siado pobre para res­­po­n­­der a sus inquie­­tu­­des, dema­­siado fría, dema­­siado auto­­rre­­fe­­re­n­­cial, pri­­sio­­nera de su propio len­­guaje rígido; tal vez el mundo parece haber con­­ve­r­­tido a la Igle­­sia en una reli­­quia del pasado, insu­­fi­­ciente para las nuevas cue­s­­tio­­nes; quizás la Igle­­sia tenía res­­pue­s­­tas para la infa­n­­cia del hombre, pero no para su edad adulta« que siente .«La pér­­dida del sen­­tido de la vida, la desi­n­­te­­gra­­ción per­­so­­nal, la pér­­dida de la expe­­rie­n­­cia de per­­te­­ne­­cer a un “nido”, la vio­­le­n­­cia sutil y la permanente e impla­­ca­­ble, la rup­­tura interna y la fra­c­­tura en las fami­­lias, la sole­­dad y el aba­n­­dono, las divi­­sio­­nes y la inca­­pa­­ci­­dad de amar, de per­­do­­nar, de com­­pre­n­­der, el veneno inte­­rior que hace la vida un infierno, la nece­­si­­dad de ter­­nura porque uno se siente tan inca­­paz e infe­­liz, los inte­n­­tos falli­­dos de enco­n­­trar res­­pue­s­­tas en la droga, en el alcohol, en el sexo se con­­vi­r­­tie­­ron en nuevas cár­­ce­­les...». Y con­­cluye: «La sen­­sa­­ción de aba­n­­dono y de sole­­dad, de no per­­te­­ne­­cerse ni siquiera a sí mismos, que emerge a menudo en esta situa­­ción es dema­­siado dolo­­rosa para aca­­llarla.» Si el Papa Fra­n­­cisco invita a los obi­s­­pos, si él nos invita a todos a escu­­char estas observaciones es porque ellas expresan los anh­­e­­los más pro­­fu­n­­dos del cora­­zón humano –anh­­e­­los de res­­pue­s­­tas, de luz y de ternura. Estas y otras insinuaciones que podrá hacernos; nos instan a reco­­no­­cer y mos­­trar en nuestro país el ver­­da­­dero rostro de la Igle­­sia: esposa, madre y servidora.

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«Hoy en día, hace falta una Igle­­sia capaz de aco­m­­pa­­ñar, de ir más allá del mero escu­­char; una Igle­­sia que aco­m­­pañe en el camino ponié­n­­dose en marcha con la gente; una Igle­­sia que pueda des­­ci­­frar esa noche que entraña la fuga de Jeru­­sa­­lén de tantos her­­ma­­nos y her­­ma­­nas... Qui­­siera que hoy nos pre­­gu­n­­tá­­ra­­mos todos: ¿Somos aún una Igle­­sia capaz de infla­­mar el cora­­zón? ¿Una Igle­­sia que pueda hacer volver a Jeru­­sa­­lén? ¿De aco­m­­pa­­ñar a casa?»
La Igle­­sia es Madre. “Qui­­siera reco­r­­dar que “pa­s­­to­­ral” no es otra cosa que el eje­r­­ci­­cio de la mate­r­­ni­­dad de la Igle­­sia. La Igle­­sia da a luz, ama­­manta, hace crecer, corrige, ali­­menta, lleva de la mano…”. Sólo una pre­­se­n­­cia mate­r­­nal es capaz de con­­so­­lar, leva­n­­tar y llevar a la oveja per­­dida. “Se requiere, pues, una Igle­­sia capaz de rede­s­­cu­­brir las entra­­ñas mate­r­­nas de la mise­­ri­­co­r­­dia. Sin la mise­­ri­­co­r­­dia, poco se puede hacer para inse­r­­tarse en un mundo de “he­­ri­­dos” que nece­­si­­tan com­­pre­n­­sión, perdón y amor.” el Papa ha mencionado tres impli­­ca­­cio­­nes prá­c­­ti­­cas de esta “misión mate­r­­nal": la pro­­xi­­mi­­dad, el tiempo y la sen­­ci­­llez.
Un aspecto de la misión mate­r­­nal implica saber tomarse el tiempo. Porque hace falta tiempo para entrar en el sufri­­miento de una per­­sona, para entrar como Moisés, con el res­­peto del que se quita las san­­da­­lias. Se nece­­sita tiempo para que la mise­­ri­­co­r­­dia se derrame como un bál­­samo que len­­ta­­mente corra por las heri­­das abie­r­­tas, dolo­­ro­­sas. Se nece­­sita tiempo para que el alma magu­­llada acepte ser ayu­­dada y abra­­zada. Se nece­­sita tiempo para que ella se levante. A veces se nece­­si­­tan años para que flo­­rezca una ami­s­­tad libre y con­­fiada. “La Igle­­sia, ¿sabe toda­­vía ser lenta: en el tiempo, para escu­­char; en la pacie­n­­cia, ¿para repa­­rar y recon­s­­truir? ¿O acaso tam­­bién la Igle­­sia se ve arra­s­­trada por el fre­­nesí de la efi­­cie­n­­cia? Recu­­pe­­re­­mos, que­­ri­­dos her­­ma­­nos, la calma de saber aju­s­­tar el paso a las posi­­bi­­li­­da­­des de los pere­­gri­­nos, al ritmo de su cami­­nar, la capa­­ci­­dad de estar sie­m­­pre cerca, para que puedan abrir un res­­qui­­cio en el dese­n­­canto que hay en su cora­­zón, y así poder entrar en él. Quie­­ren olvi­­darse de Jeru­­sa­­lén, donde están sus fue­n­­tes, pero ter­­mi­­nan por sen­­tirse sedie­n­­tos.”
Final­mente, esta misión mate­r­­nal requiere un cora­­zón sen­­ci­­llo, que no se sobre­­ca­r­­gue con tantos dis­­cu­r­­sos o estru­c­­tu­­ras. Al mirar a los pobres o a los pere­­gri­­nos del San­­tua­­rio de Apa­­re­­cida, el Papa encue­n­­tra un reco­r­­da­­to­­rio con­­mo­­ve­­dor de aque­­lla sen­­ci­­llez: «La gente sen­­ci­­lla sie­m­­pre tiene espa­­cio para albe­r­­gar el mis­­te­­rio. Tal vez noso­­tros hemos redu­­cido nue­s­­tro hablar del mis­­te­­rio a una expli­­ca­­ción racio­­nal; pero en la gente, al con­­tra­­rio, el mis­­te­­rio entra por el cora­­zón. En la casa de los pobres, Dios sie­m­­pre encue­n­­tra sitio». Que impo­r­­tante es que se tenga en cuenta lo siguiente: ser cri­s­­tiano es una cosa simple, es un movi­­miento sobre­­na­­tu­­ral que brota espo­n­­tá­­nea­­mente del cora­­zón con la misma sim­­pli­­ci­­dad y velo­­ci­­dad de un movi­­miento natu­­ral. "Dios pide que se le res­­guarde en la parte más cálida de noso­­tros mismos: el cora­­zón”. Cuando el cri­s­­tia­­nismo se aleja del cora­­zón, se aleja tam­­bién de Cristo. Ojalá nue­s­­tra fe guarde sie­m­­pre esta sen­­ci­­llez de las pala­­bras y de los gestos, esta sen­­ci­­llez que deja abierta la puerta al encue­n­­tro y a la ami­s­­tad, que sabe recono­­cer y admi­­tir sim­­ple­­mente que el rey está des­­nudo, cuando de hecho esta des­­nudo, y “cu­­brir el mis­­te­­rio de la Virgen con el pobre manto de su fe”.
La Igle­­sia es esposa. La mate­r­­ni­­dad no se esta­­blece por decreto, ni tam­­poco resulta de un acto de la volu­n­­tad. La Igle­­sia, que defiende fir­­me­­mente esta verdad en el ámbito de la fami­­lia y de la bio­é­­tica, se olvida fáci­l­­mente que ella tam­­bién es ver­­da­­dera y ese­n­­cial en el ámbito espi­­ri­­tual. Sólo la esposa es fecunda. María es Madre de la Igle­­sia, porque fue la esposa tota­l­­mente entre­­gada a su Señor, la esposa que se ofrece y acoge.

El clericalismo.
El cle­­ri­­ca­­lismo, que por como­­di­­dad renu­n­­cia a las exi­­ge­n­­cias y al dolor de la mate­r­­ni­­dad para poner su espe­­ranza en la ins­­ti­­tu­­ción, aba­n­­dona la posi­­ción de esposa y este­­ri­­liza la Igle­­sia. Las ten­­ta­­cio­­nes cle­­ri­­ca­­les de dar la vida «in vitro» (en la con­­ce­n­­tra­­ción de las salas de reu­­nión) están con­­de­­na­­das al fra­­caso: se puede en cierta medida con­­tro­­lar a la bio­­lo­­gía, pero no se puede con­­tro­­lar al Espí­­ritu Santo. Sólo par­­ti­­ci­­pan en el acto de enge­n­­dra­­miento de la Igle­­sia, aque­­llos y aque­­llas que se pre­­se­n­­tan como esposa ante el Señor, y que, a imagen de María, la humilde ser­­vi­­dora, siguen al Cor­­dero donde sea el que vaya, en las peri­­fe­­rias de Jeru­­sa­­lén, en la cumbre del Gól­­gota, al pie de la cruz.
El Papa nos advierte, además, contra la ten­­ta­­ción cle­­ri­­cal de las pas­­to­­ra­­les ela­­bo­­ra­­das en salas de reu­­nio­­nes, de pas­­to­­ra­­les “ale­­ja­­das” que él des­­cribe sin con­­ce­­sio­­nes como «pas­­to­­ra­­les dis­­ci­­pli­­na­­rias que pri­­vi­­le­­gian los pri­n­­ci­­pios, las con­­du­c­­tas, los pro­­ce­­di­­mie­n­­tos orga­­ni­­za­­ti­­vos… por supuesto sin cer­­ca­­nía, sin ter­­nura, sin cari­­cia. Se ignora la ‘revo­­lu­­ción de la ter­­nura’ que pro­­vocó la enca­r­­na­­ción del Verbo”. Demos el primer paso.
(Estas reflexiones han sido tomadas de catequesis del Papa Francisco)

LECTURAS DEL DOMINGO 21º DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Domingo, 27 de agosto de 2017

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (22,19-23):
Así dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»
Palabra de Dios

SALMO
Sal 137,1-2a.2bc-3.6.8bc

R/. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R/.

Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

El Señor es sublime,
se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,33-36):
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Palabra de Dios

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-20):
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor

 

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