Homilía domingo xxi tiempo ordinario - ciclo a - agosto 27 de 2017
Las expresiones que Pablo usa para hablar de la conversión de Israel son tenidas en cuenta, por la liturgia de hoy, para relatar la sabiduría de Dios con Pedro y la Iglesia: “¡Que ciencia es la sabiduría y la ciencia de Dios, que impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos!” En efecto todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por El, y todo está orientado hacia Él. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Segunda lectura).
La cantidad de dioses que estaban sobre Israel, Daniel los significó con el Carnero (medos y persas) Dn 2,28; en el macho cabrío (Grecia) Dn 8,21; el cuerno pequeño que es la bestia, Antíoco Epifanes, con 16 características, (Roma) Dn 8,9ss. Entonces no sería ningún dios el salvador sino “El Hijo del hombre” no nacido de los dioses. “Hijo de Hombre” significa para Daniel no un individuo solitario, ni dioses paganos, sino un “pueblo” ante todos los demás imperios. Jesús asume ese nombre al decir que Él es la cabeza del pueblo de Dios. Todos cederán sus puestos a la propuesta-promesa del “Reino de los cielos” (Mt 21; Lc 29).
¿Cuál es la piedra fundamental de la fe?
Desde Daniel y mucho antes hasta la resurrección de Jesús la Iglesia ha pretendido descubrir la identidad del “Hijo del hombre”, es decir Jesús como piedra fundamental de la fe de la iglesia. De ahí que sea en una región pagana como puede ser la nuestra, donde Jesús haga la pegunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” La respuesta dio a entender que nadie identificaba a Jesús con el Hijo del Hombre; pero si con “Juan Bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas”.
La respuesta no es con base a lo que nos enseñaron en la casa, el colegio, en la iglesia o hemos leído en un libro o escuchado en alguna parte. Lo importante no son tanto las respuestas escuchadas, aprendidas y repetidas de memoria sino la respuesta que surge desde la experiencia de la fe. La pregunta es básica para la fe máxime cuando la cristiandad nos dijo quién era Dios y por las enseñanzas de la religión ya conocemos a Dios, pero muy poco a Jesús. En la cristiandad el conocimiento de Dios le ganó la batalla al conocimiento de Jesús. Es posible que para mucha gente que se llama creyente Jesús sea un desconocido o a quien conocemos de oídas; no ocurre lo mismo con algunos santos o la virgen a quienes conocemos de memoria. La pregunta entonces se podría formular así: ¿para ustedes los que conocen a Dios quien soy yo? Sólo nos podemos llamar creyentes cuando tengamos una experiencia y adhesión personal a Jesús. Yo sé desde mi fe quien es Jesús y compruebo en mi vida como cierto lo que me ha dicho y prometido la iglesia en nombre de Jesús. La fe corrobora lo que el evangelio promete y la vida verifica lo que la fe cree. Cuando Pablo invitó a Bernabé para ir a las comunidades por segunda vez era para verificar si Dios había cumplido lo que les había prometido. Así la vida se convierte en una historia de salvación que puedo y debo compartir, contando: Jesús me salvó de tal o cual dificultad, Jesús me sacó de una esclavitud, me dio la mano cuando me estaba hundiendo, me reanimó sintiéndome ya cansado de la vida, me acompañó con ocasión de tal duelo o sufrimiento, me escuchó cuando lo invoqué desde lo hondo, salvó mi hogar desde el momento en que lo tuve en cuenta. De la fe en Jesús no se sabe sino contando historias, de la intimidad de estas historias conoce muy bien la oración
“Cuando pregunta a los discípulos ¿quién dice la gente que soy yo? la respuesta es ya un acto de fe de la iglesia en cabeza de Pedro “Tú eres el Mesías, Cristo, el hijo del Dios vivo. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tu Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en los cielos!” (evangelio). “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y se las has manifestado a los sencillos. Sí padre, así lo has querido” (Mt 11,25) “Tú eres Pedro, roca, piedra, sobre ti, como sobre una piedra, yo edificaré la iglesia. Si no fuera piedra sería como una casa construida sobre arena, destinada a la ruina (Mt 7,25-27).
A la experiencia sigue la misión
Ya sabiendo quien es Jesús, Hijo del hombre, el Mesías, Pedro comprende su misión de iglesia y su virtud estará en escuchar lo que el Espíritu le revela. Así el único pilar de Pedro y la iglesia es Jesucristo, el resucitado; razón para tener la certidumbre que “el poder de la muerte no prevalecerá contra ella”. “Las llaves del reino para que lo atado o desatado en la tierra quede atado o desatado, permitido o no permitido, en el cielo, no es un signo de poder sino compromiso de comunión de la iglesia mediante la fe, requiere estar en comunión con la iglesia de Pedro; estar en comunión con Dios en Jesucristo. Así se comprende como “los poderes de la muerte, el mal, no acabarán con ella (evangelio).
Profecía cumplida
La primera lectura solo se entiende desde el evangelio porque es el resucitado creando la Iglesia junto al carisma de Pedro quien hace de Isaías un profeta. El profeta anuncia que Yahvé va a intervenir en favor de su pueblo destituyendo a Sebná, mayordomo de palacio, para reemplazarlo por Eleacín reconocido servidor social que “será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que abra o cierre nadie lo cerrará o abrirá.” (primera lectura). Este texto, leído ahora, hace memoria del evangelio de la profesión de fe de Pedro en Cesaréa de Filipo; como promesa de comunión futura de Cristo con la Iglesia. El “poder de las llaves” está al servicio de la comunión desde la primera alianza.”
“Bendito el que viene en nombre del Señor”.
¿Quién es el que viene a visitarnos?
Viene a visitarnos el sucesor de Pedro, vicario, representante, de Jesucristo al servicio nuestro.
¿Para qué nos puede servir su visita? |
Para transformar nuestro corazón, salir de nosotros mismos y ponernos en camino de servir a los demás hasta llegar a las periferias no solo geográficas sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del sufrimiento, las de la injusticia e inequidad, las de la ignorancia, las de la corrupción y polarización. La periferia amplia de la reconciliación y el perdón.; todos los límites que desde nuestro interior no nos dejan caminar hacia la paz. Esto se logra escuchando y cambiando.
¿Tiene el viaje del papa algún interés especial?
Si, en la iglesia que está en Colombia.
“Tal vez la Iglesia, dice el papa Francisco se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de las necesidades de la gente, demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta« que siente .«La pérdida del sentido de la vida, la desintegración personal, la pérdida de la experiencia de pertenecer a un “nido”, la violencia sutil y la permanente e implacable, la ruptura interna y la fractura en las familias, la soledad y el abandono, las divisiones y la incapacidad de amar, de perdonar, de comprender, el veneno interior que hace la vida un infierno, la necesidad de ternura porque uno se siente tan incapaz e infeliz, los intentos fallidos de encontrar respuestas en la droga, en el alcohol, en el sexo se convirtieron en nuevas cárceles...». Y concluye: «La sensación de abandono y de soledad, de no pertenecerse ni siquiera a sí mismos, que emerge a menudo en esta situación es demasiado dolorosa para acallarla.» Si el Papa Francisco invita a los obispos, si él nos invita a todos a escuchar estas observaciones es porque ellas expresan los anhelos más profundos del corazón humano –anhelos de respuestas, de luz y de ternura. Estas y otras insinuaciones que podrá hacernos; nos instan a reconocer y mostrar en nuestro país el verdadero rostro de la Iglesia: esposa, madre y servidora.
«Hoy en día, hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas... Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de inflamar el corazón? ¿Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén? ¿De acompañar a casa?»
La Iglesia es Madre. “Quisiera recordar que “pastoral” no es otra cosa que el ejercicio de la maternidad de la Iglesia. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano…”. Sólo una presencia maternal es capaz de consolar, levantar y llevar a la oveja perdida. “Se requiere, pues, una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin la misericordia, poco se puede hacer para insertarse en un mundo de “heridos” que necesitan comprensión, perdón y amor.” el Papa ha mencionado tres implicaciones prácticas de esta “misión maternal": la proximidad, el tiempo y la sencillez.
Un aspecto de la misión maternal implica saber tomarse el tiempo. Porque hace falta tiempo para entrar en el sufrimiento de una persona, para entrar como Moisés, con el respeto del que se quita las sandalias. Se necesita tiempo para que la misericordia se derrame como un bálsamo que lentamente corra por las heridas abiertas, dolorosas. Se necesita tiempo para que el alma magullada acepte ser ayudada y abrazada. Se necesita tiempo para que ella se levante. A veces se necesitan años para que florezca una amistad libre y confiada. “La Iglesia, ¿sabe todavía ser lenta: en el tiempo, para escuchar; en la paciencia, ¿para reparar y reconstruir? ¿O acaso también la Iglesia se ve arrastrada por el frenesí de la eficiencia? Recuperemos, queridos hermanos, la calma de saber ajustar el paso a las posibilidades de los peregrinos, al ritmo de su caminar, la capacidad de estar siempre cerca, para que puedan abrir un resquicio en el desencanto que hay en su corazón, y así poder entrar en él. Quieren olvidarse de Jerusalén, donde están sus fuentes, pero terminan por sentirse sedientos.”
Finalmente, esta misión maternal requiere un corazón sencillo, que no se sobrecargue con tantos discursos o estructuras. Al mirar a los pobres o a los peregrinos del Santuario de Aparecida, el Papa encuentra un recordatorio conmovedor de aquella sencillez: «La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio. Tal vez nosotros hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, al contrario, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio». Que importante es que se tenga en cuenta lo siguiente: ser cristiano es una cosa simple, es un movimiento sobrenatural que brota espontáneamente del corazón con la misma simplicidad y velocidad de un movimiento natural. "Dios pide que se le resguarde en la parte más cálida de nosotros mismos: el corazón”. Cuando el cristianismo se aleja del corazón, se aleja también de Cristo. Ojalá nuestra fe guarde siempre esta sencillez de las palabras y de los gestos, esta sencillez que deja abierta la puerta al encuentro y a la amistad, que sabe reconocer y admitir simplemente que el rey está desnudo, cuando de hecho esta desnudo, y “cubrir el misterio de la Virgen con el pobre manto de su fe”.
La Iglesia es esposa. La maternidad no se establece por decreto, ni tampoco resulta de un acto de la voluntad. La Iglesia, que defiende firmemente esta verdad en el ámbito de la familia y de la bioética, se olvida fácilmente que ella también es verdadera y esencial en el ámbito espiritual. Sólo la esposa es fecunda. María es Madre de la Iglesia, porque fue la esposa totalmente entregada a su Señor, la esposa que se ofrece y acoge.
El clericalismo.
El clericalismo, que por comodidad renuncia a las exigencias y al dolor de la maternidad para poner su esperanza en la institución, abandona la posición de esposa y esteriliza la Iglesia. Las tentaciones clericales de dar la vida «in vitro» (en la concentración de las salas de reunión) están condenadas al fracaso: se puede en cierta medida controlar a la biología, pero no se puede controlar al Espíritu Santo. Sólo participan en el acto de engendramiento de la Iglesia, aquellos y aquellas que se presentan como esposa ante el Señor, y que, a imagen de María, la humilde servidora, siguen al Cordero donde sea el que vaya, en las periferias de Jerusalén, en la cumbre del Gólgota, al pie de la cruz.
El Papa nos advierte, además, contra la tentación clerical de las pastorales elaboradas en salas de reuniones, de pastorales “alejadas” que él describe sin concesiones como «pastorales disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los procedimientos organizativos… por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin caricia. Se ignora la ‘revolución de la ternura’ que provocó la encarnación del Verbo”. Demos el primer paso.
(Estas reflexiones han sido tomadas de catequesis del Papa Francisco)
LECTURAS DEL DOMINGO 21º DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Domingo, 27 de agosto de 2017
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (22,19-23):
Así dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»
Palabra de Dios
SALMO
Sal 137,1-2a.2bc-3.6.8bc
R/. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R/.
Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
El Señor es sublime,
se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,33-36):
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.
Palabra de Dios
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,13-20):
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: «¡Dichoso tú Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor