¿La ingeniería colombiana carece de idoneidad? Pienso que no es así, pero no puede negarse que la confianza de la comunidad en esta profesión y en este gremio está lesionada. Hay que recobrar esa confianza.
El objeto de la ingeniería es servirle a la gente, dar respuestas a sus necesidades para permitirle una mejor calidad de vida y suministrarle soluciones funcionales, económicas y, sobre todo, seguras.
La ingeniería no es una ciencia exacta cuyas respuestas se respalden siempre en teorías totalmente comprobadas. Aunque se apoya en ciencias exactas como la matemática y la física, la ingeniería es un diálogo permanente entre la teoría y la experiencia.
Lo invitamos a leer sobre responsabilidades en el puente Chirajara
Apenas desde mediados del siglo veinte, o sea hace poco más de sesenta o setenta años, la ingeniería viene apoyándose en ciencias aplicadas, como la resistencia de materiales, la hidráulica, el análisis estructural, la electrotecnia, la geotecnia, la termodinámica y la cibernética. Hasta entonces, funcionaba mediante conocimientos acumulados de experiencias exitosas y experiencias fallidas, para las cuales no siempre existían explicaciones suficientes que las justificaran.
¿Significa esto que la ingeniería se reduzca al principio de ensayo y error? ¿O que sus productos no puedan ser confiables? Ninguna de las anteriores. Por el contrario, su desarrollo en todo este tiempo ha sido sólido, de tal forma que hoy disponemos de conocimientos y herramientas tecnológicos fuertes. Hoy sabemos cómo funcionan las leyes de la naturaleza, cómo se comportan los materiales y qué hacer para que las estructuras resistan.
Lo que sí significa es que el ingeniero tiene que aplicar dos facultades: La racionalidad y la responsabilidad. La racionalidad le exige conocer las necesidades que deben atenderse y desarrollar la mejor solución. La responsabilidad le exige ser ético.
La ética es la decisión personal, insustituible e intransferible de una persona de cumplir las normas que dicta la moral. Y es hermana de la honestidad. Si en el análisis estructural, por ejemplo, se determinó que se necesita cierta cantidad de hormigón y de acero, el ingeniero no puede, bajo ninguna circunstancia, permitir que el constructor “cuadre la caja” a costillas de la seguridad de la construcción.
¿Por qué el Panteón, levantado en Roma hace 1.900 años tiene una cúpula semiesférica de 43 metros de diámetro, construida con mortero (cal, arena y sangre de toro) y no se cae? ¿Por qué la cúpula de la catedral de Florencia con 46 metros de diámetro pudo construirse hace 600 años sin estructuras de soporte y hoy se mantiene en pie?
¿Por qué en Medellín se cae el edificio Space y otros once están en riesgo de colapsar por fallas estructurales? ¿Por qué en Cartagena se cae el edificio Blas de Lezo II y otros dieciséis corren el mismo riesgo? ¿Por qué colapsa dos veces la doble calzada a las Palmas, y los puentes de la calle 4 sur y de la Madre Laura presentan graves problemas de diseño geométrico? Y hay más casos de esta clase en varias ciudades colombianas.
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¿Por qué el puente de Occidente, construido en Antioquia hace más de 120 años se mantiene en pie, a pesar de haber sido utilizado para el paso de vehículos automotores cuando se diseñó solamente para mulas y reses? ¡Y, por contraste, se cae el puente monumental de Chirajara mientras se construía!
En el caso de Chirajara, demasiado reciente, hay que esperar la investigación para conocer las causas. En los demás está claro que falló algo clave: La ética.
Entre las preguntas que aquí hemos planteado la más delicada es: ¿La ingeniería colombiana carece de idoneidad? Pienso que no es así, pero no puede negarse que la confianza de la comunidad en esta profesión y en este gremio está lesionada. Hay que recobrar esa confianza.
¿Cómo? Sin perder de vista nuestra misión de servirle a la comunidad de manera eficaz, económica y, sobre todo, segura. La responsabilidad y la honestidad tienen que ser un faro por encima del ánimo de lucro, la competencia desleal, el despilfarro en obras innecesarias, los malos diseños, los materiales deficientes y las construcciones inseguras.
Las malas prácticas en ingeniería cuestan muchas vidas, mucha sangre, muchas lágrimas y mucho dinero. Con la ley de la gravedad no se puede negociar.