¿Aún educan las emisoras comunitarias?  

Autor: Lina Viviana Castañeda Tabares
24 junio de 2018 - 10:56 AM

Muchas décadas han pasado desde que las emisoras comunitarias iniciaron su labor en los territorios colombianos. En los últimos años, la competencia por la audiencia se ha vuelto voraz, lo que les impone un nuevo reto: seguir educando a la comunidad con contenidos culturales y locales, pese a la gran oferta comercial.

Medellín, Antioquia

Cuando monseñor José Joaquín Salcedo Guarín llegó a Sutatenza, un pequeño pueblo enclavado en Boyacá, no imaginó que haría historia. Durante su misión sacerdotal, el religioso abrió las puertas de la parroquia para que la gente se acercase y hablara de sus poblemas. Los campesinos del pueblo se quejaron de múltiples aspectos pero, en especial, de uno muy importante: la precariedad de la educación

Fue así como el sacerdote mandó a traer un transmisor artesanal de 90 wats y empezó a transmitir las Escuelas Radiofónicas, un 18 de spetiembre de 1947. Allí, el sacerdote transmitía lecciones de matemáticas, enseñaba a leer y escribir e impartía el catecismo: así nació Radio Sutatenza, una iniciativa pedagógica y cultural que, en los años 60, se expandió a otras ciudades del país. 

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Aunque Radio Sutatenza no nació bajo el rótulo de emisora comunitaria, sí fue el modelo a seguir para aquellas asociaciones que, a finales de los años 70 y hasta la actualidad, buscan educar, informar y entretener a las comunidades sobre las que tiene influencia. 

Sería en los años 90, con los decretos 1695 de 1994 y 1447 de 1995, cuando el Gobierno Nacional reguló la aparición de las emisoras comunitarias, abriendo convocatorias públicas para la adjudicación de los espacios radiofónicos. Sin embargo, fue en la década de los 2000 cuando estos procesos tomaron forma y se convirtieron en la radio comunitaria que hoy se conoce. 

Según el Ministerio de Tecnologías de la Información y la Comunicación, estas emisoras prestan un servicio público orientado a “satisfacer necesidades de comunicación en el municipio o área de cubrimiento”, así como facilitar el derecho a la información y la participación de sus habitantes, a través de contenidos que promuevan la cultura, la comunicación y la educación de la comunidad. 

Pero en los últimos años, ante un flujo desbordado de información, la competencia por la captación del público y la inmediatez, ¿cómo se las ingenian las emisoras comunitarias para continuar con su labor social y educativa?

 

Educar e informar: pilares de la radio comunitaria

Para Martha Ligia Gómez, coordinadora de comunicación pública y movilización social de Viva la Ciudadanía, los medios comunitarios, sin importar la plataforma y formato, “generan un proceso de comunicación ciudadana a través de temas que impone la agenda propia de las comunidades” y bajo tres premisas: educar, informar y entretener. 

Esta comunicación cercana requiere de un compromiso especial por parte de las emisoras comunitarias, que deben representar en su Junta de Programación a todas las organizaciones sociales e instituciones de la comunidad: escuchar a la comunidad, narrarla y rescatar las historias y noticias de su interés. 

Frente a esto, Dione Patiño García, coordinadora de La Esquina Radio, la radio comunitaria aún cumple una función determinante en los barrios de la ciudad, pues ella es la encargada de resaltar las agendas comunitarias y ponerlas a conversar con la realidad de la ciudad

“En nuestro proceso como La Esquina Radio le ponemos oídos a la radio: primero escuchamos el territorio para poder contarlo”, enfatiza Patiño, y además señala que en la emisora privilegian la participación de los ciudadanos al darle voz y no mediar sus narraciones: son ellos quienes se cuentan y cuentan a sus comunidades. 

Así, las emisoras comunitarias terminan por consolidarse como una alternativa para las comunidades que, muchas veces, no ven reflejados sus territorios, situaciones y necesidades desde los grandes medios nacionales. “En este tipo de apuestas es vital el enfoque territorial de cada cosa que pasa, entender cómo me afecta una realidad cotidiana desde el territorio”, puntualiza Martha Ligia Gómez. 

Para Juan Carlos Betancur, representante legal de Frecuencia Stereo, emisora comunitaria con influencia en el sur del Valle de Aburrá, este es uno de los retos principales de sostener un medio, pues muchas veces la función informativa y educativa se ve truncada por la falta de financiación.

“Falta articulación del Estado, que estén más pendientes de nuestras necesidades y procesos, para cumplir con nuestra labor. Nosotros nos sostenemos en el poder que tenemos de llegarle a la gente, porque los problemas de financiación y pauta son graves”, denuncia Betancur, para quien, además, también es vital la colaboración entre medios comunitarios para fortalecer las agendas informativas. 

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Frecuencia Stereo, mientras consigue financiación, no se ha quedado quieta: sigue realizando trabajos periodísticos y utilizando las diferentes plataformas digitales para difundirlos. “Nos hemos ganado premios de periodismo comunitario por nuestra labor y nuestros trabajamos como Se seca el verde campo, un video que hicimos exponiendo la realidad de los campesinos de Medellín”, añade Betancur. 

Por su parte, La Esquina Radio le apuesta a educar a la comunidad en la reconciliación, la paz y el reconocimiento de la diversidad: “lo más importante es generar confianza en el tejido social, que la radio sea un elemento para conocer la historia del otro y reconocer los elementos comunes, a través de un lenguaje reconciliador y esperanzador”, explica Dione Patiño. 

“Lo más difícil es conseguir soñadores que crean este proyecto, que quieran escuchar y aportar”, señala Dione Patiño. Sin embargo, pese a la oleada de información, al reto de conseguir financiación y a la lucha por sumar público, las emisoras comunitarias siguen ahí, ejerciendo su labor educativa y de transformación social. 

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