Una crónica del frío

Autor: Adrian Marcelo Buitrago Gallego
14 mayo de 2017 - 05:00 PM

Habitantes entre la niebla, habitantes del frío páramo. En este vulnerable ecosistema convive gran número de especies de flora y fauna; frailejones que desde lo alto cuidan las aguas que corren por el Oriente antioqueño. Las personas que allí viven también se han acostumbrado al gélido e imponente paisaje.

Oriente antioqueño

A la sensación de que invisibles agujas se hunden en su piel, Belén Cardona decide abandonar su cómodo sitio al borde de la carretera para refugiarse en la calidez del hogar. “Tiene ganas de hacer agua”, dice Lucila Sánchez, asiente. Ambas dejan el lugar.

Las nubes gigantescas flotan apacibles y la neblina espesa se posa sobre las montañas. En las veredas y la vía entre Sonsón, Nariño y Argelia la visibilidad es casi nula, a pocos metros sólo es posible observar aquel paisaje blanco. Por momentos, rayos de sol se filtran a través del cielo plomizo, luego todo vuelve a ser cubierto.

El Páramo de Sonsón forma parte de la Cordillera Central de Colombia y en su punto más alto, el Cerro Las Palomas, alcanza los 3.350 metros sobre el nivel del mar. Se compone de una cadena montañosa con picos muy pendientes.

En lo alto del páramo, lejos de las miradas de las personas, los frailejones no son afectados por la fría neblina. “Donde hay páramos hay frailejones y estos pueden estar relacionados con más de 200 animales vertebrados, sin contar miles de insectos”, apuntó Fernando Alzate, profesor de Biología de la Universidad de Antioquia, quien explicó que pueden alcanzar hasta los diez metros y reducen los efectos de la erosión.

Además de los frailejones, en estos parajes helados musgos y otras plantas acolchadas retienen agua que escurre lentamente y se suma al agua del bosque de niebla, para luego formar ríos y quebradas que desembocan en el Magdalena y el Cauca.

La neblina hace parte de ese ciclo del agua: baja, se evapora y se condensa nuevamente en lo alto. Aunque no todas la tardes la neblina cubre el firmamento, “a veces la tarde es bonita, despejadita, yo prefiero cuando no hay niebla”, señaló Lucila Sánchez.

En esos momentos la tarde es límpida y el cielo azul, es posible observar, por encima de los altos picos, las águilas paramunas que planean con las corrientes de aire y observan con tranquilidad el diminuto mundo que hay bajo sus alas.

No importa si la tarde es soleada, no por eso deja de helar, “uno sabe que está en el páramo cuando es incapaz de soportar el frío”, comentó categóricamente José Miguel Orozco, habitante de Sonsón. 

En los picos nadie vive, el frío es insoportable y no deja cultivar nada, según afirmó Belén Cardona. Pero hay personas que suben: científicos, turistas y peregrinos. Los habitantes de la zona van hasta un lugar llamado la Santa Cruz, una especie de altar donde piden intervención divina, “allá hay una chozita. Uno sube y es como de noche, no se ve nada por la neblina. El páramo es lo más frío que hay”.

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Para llegar hasta allá son tres o cuatro horas caminando, no es un ratico, es un programa de todo el día”, precisó Andrés Martínez quien vive en Sonsón y trabaja al borde de la vía a Nariño, donde el frío cala hasta los huesos. A veces permanece hasta quince días allí. 

Él insistió en que conocer el páramo es una aventura mágica, pese al frío, tal vez más mágica por el frío mismo, “lastimosamente hay zonas que las han deforestado para ganadería, son terrenos grandes que se ven por todos lados”.

Este páramo, según información de Cornare, está cubierto aproximadamente por un 52.7% de cobertura boscosa, 24,2% de bosque natural denso y 13.4% de cultivos y pastos. El nivel de endemismo de las zonas boscosas es alto.

Respecto a la fauna, existe gran cantidad de aves. Los anfibios son el grupo que más endemismos posee en el territorio. Especies que han vivido por milenios en este ecosistema y si desapareciera, podrían hacerlo ellas también.

El cambio climático afectaría negativamente el Páramo de Sonsón. Estudios científicos y organizaciones ambientalistas como Greenpeace han señalado que los páramos son uno de los ecosistemas más vulnerables al calentamiento global.

El Páramo de Sonsón es incluso más vulnerable que los grandes páramos de la Cordillera Oriental, según aseguró el profesor Alzate. Él prevé que a corto plazo los efectos del cambio climático podrían causar la desaparición de este y de la flora y fauna endémica, al no haber mayores alturas en estas zonas a las cuales puedan desplazarse.

Alzate precisó que también existe riesgo en las iniciativas ecoturísticas que hay en Sonsón, Nariño, Argelia y municipios de Caldas por la escasa capacidad de carga de este territorio.

Diana Henao, jefe de Ordenamiento Territorial de Cornare puntualizó que la conservación del Páramo de Sonsón es materia de estudio por parte de las autoridades ambientales, “y para este propósito se han implementado diversos programas, como BanCO2”. El 22 de marzo de 2016 el Ministerio de Medio Ambiente expidió la Resolución 0493, que delimita el Páramo de Sonsón.

Ella agregó que este páramo es “un ecosistema muy importante, afortunadamente reconocido como páramo desde el 2012 en el atlas de páramos del Instituto Humboldt”. 

Además de la deforestación generada por la ganadería y la extracción de carbón vegetal, Ingeominas y Cornare reportan que en el Batolito de Sonsón (la unidad geológica del páramo) actualmente hay 71 títulos mineros y 214 solicitudes, donde los minerales de interés son principalmente oro, cobre y materiales de construcción, aunque no existen licencias ambientales mineras. Por decisión de la Corte Constitucional los páramos están excluidos de la explotación minera en Colombia.  

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