Reseña de Un Robinson cercano: diez ensayos sobre literatura francesa del siglo XX del escritor Pablo Montoya.
“Francia, o mejor, su literatura, me han enseñado a cultivar el descontento y el escepticismo, la ironía y el asombro, la sed de viaje y el saber enciclopédico, la tolerancia hacia los otros pero también la indignación hacia ellos”, así inicia Pablo Montoya el prologo a su libro Un Robinson cercano: diez ensayos sobre literatura francesa del siglo XX de la editorial Random House (2017).
“Los ensayos que conforman este libro son una conversación personal con libros y autores franceses de una literatura que quiero”, añadió Montoya en la presentación de su obra.
La relación del autor con Francia es cercana. Él vivió en París y realizó la maestría y el doctorado en Literatura Latinoamericana en la Sorbona. Aunque, como lo expresa Montoya, Francia es más que un lugar que habitó, es un sitio donde estableció una familia y donde aprendió de los grandes maestros de la literatura universal.
Los ensayos reunidos en Un Robinson cercano fueron publicados entre 1997 y 2011 en la Revista Universidad de Antioquia, cuyo director es Elkin Restrepo (a él está dedicado el libro). El orden de los ensayos es cronológico, de acuerdo a la fecha de publicación.
Lea también: Pablo Montoya presentará nuevo libro
Fragmento
Así inicia Un bárbaro en Ecuador, el primero de los ensayos del libro publicado en 1997:
“Henri Michaux se embarca, en Ámsterdam, rumbo al Ecuador en diciembre de 1927. El poeta tiene veintiocho años y su salud es precaria. El corazón no le funciona bien y se siente cansado del mundo parisino. El objetivo de este viaje es conocer los Andes, el Amazonas y escribir un diario. Michaux lo publica con el título de Ecuador en 1929. Al leerlo, el lector supone que la idea del poeta francés era 'ver' ('conocer' es un verbo asaz pretencioso) esas dos realidades un poco míticas, un poco maravillosas, un poco desmesuradas. Notas rápidas, frescas, cargadas de humor, conforman este libro representativo de una vertiente nómada muy característica de la literatura francesa de comienzos del siglo XX”.
“Ecuador refleja algo de la sensibilidad y el estilo que años más tarde mostrará Michaux en Un bárbaro en Asia. Pero el primero, en cierta medida, es un libro desafortunado. Si se compara con el segundo, elogiado y traducido por Borges, Ecuador es una suerte de preámbulo. Cumple el necesario papel de libro peldaño. Michaux parece que hubiera necesitado, como preparación, un año de vida entre la selva y las montañas suramericanas para penetrar, con su prosa poética (o al decir de Juan José Arreola, uno de sus mejores discípulos latinoamericanos, “poesía prosaica”), los antiguos mundos de Asia. Ahora bien, ¿por qué Michaux no logra la plena observación en Ecuador? ¿Se trata de la incapacidad o la insensibilidad de un joven escritor francés ante el Nuevo Mundo? ¿O se debe, más bien, a un juego engañoso producido por una poética basada en el sarcasmo? Los reproches que acarrea la lectura de Ecuador, la visión de turista padecida por su autor hacia una parte del universo americano, que se aumenta al pensar en la afortunada proximidad del viajero en Un bárbaro en Asia, podrían resumirse en varios argumentos. Uno de ellos, y este acaso sea el más convincente, es: Asia es misteriosa y anciana; América del Sur, farragosa y adolescente. Otro, más simple pero no menos plausible, tratándose de seres humanos que aman la trashumancia, es que a Michaux le impactó más el Asia que América, y en cuestión de gustos es mejor no entrometerse”.