El 12 de julio se conmemoran dos siglos del escritor estadounidense Henry David Thoreau, cuya obra plantea reflexiones sobre la nación norteamericana.
Aunque Henry David Thoreau se dedicó a la topografía destinada a la delimitación de superficies, denominada como agrimensura, fue naturalista, conferenciante y fabricante de lápices, su logro fue haber planteado en la literatura reflexiones trascendentales sobre la concepción del ciudadano norteamericano.
No se puede dejar de lado que, como lo explicó el director de la Librería Palinuro, Luis Alberto Arango, el autor dio con su manera de vida una lección que también plasmó en sus letras: “Thoreau fue un civilista total, que decidió aislarse del mundo e irse a vivir de manera autosuficiente, a la orilla de un lago, alejado, sin necesitar lo que las personas de su época planteaban como mejores condiciones o calidad de vida”.
Bajo esa perspectiva de mirar el territorio con otros ojos, el escritor, cuyos títulos superar las tres decenas, se convirtió en un infaltable en la literatura de su país y, tanto ayer como hoy, en un clásico universal que piensa en el ciudadano, el Estado y esa perspectiva que después, en Colombia, desarrollaría Fernando González, quien llamaría a esa manera de plantear otras condiciones ciudadanas y democráticas: “vivir a la enemiga”.
Así lo explicó el escritor Renaldo Spitaletta, quien planteó que Thoreau “representa al norteamericano nuevo, de la nueva nación norteamericana, que es capaz de tener una visión sobre el Estado que es muy novedosa, como lo de La desobediencia civil (1849), que va a dar un panorama a pensadores como Gandhi y hasta a Fernando González, con quien su mirada de vivir de una manera diferente llega en nuestro medio. Es la visión del Estado, de los impuestos, del ciudadano, dice que, a fin de cuentas, nadie va a necesitar un gobierno, siendo medio anarquista”.
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Con Walden (1854), contiuó en su explicación Spitaletta, Thoreau se volvió “un precursor de la vida serena, de la ecología, va encontrar cómo plantar y criticar esas falsas ideas de progreso”. Además de dicha obra, el líder de Palinuro, por su parte, enfatizó que “lo que más se conoce es La desobediencia civil (Civil disobedience), que es un llamado a la óptica norteamericana de lo práctico, lo ético, lo moral, su concepción de lo que es la sociedad y, sobre todo, el ser ético. Ese texto será eternamente vigente, a pesar de su brevedad; es como la constitución norteamericana que consta de tres páginas y la nuestra, por ejemplo, es un fárrago de páginas imposibles de leer. Él plantea que es lo ético, lo moral y lo práctico lo que necesita la sociedad, contra lo nuestro atiborrado y difícil de entender”.
Spitaletta concluyó que Thoreau “es un hombre de esos que necesitan los pueblos y las naciones para tener identidad, en los estados unidos. Así como Walt Whitman, Thoreau cuenta la vida, lo que es el país, ya que él explica qué es lo que tiene que hacer el hombre norteamericano, es un escritor necesario para formar la nacionalidad y entender a Estados Unidos, cuando todavía no era un país expansionista”.