Ante el riesgo que corren los manglares con el crecimiento que se proyecta en el Urabá antioqueño, resulta necesario revisar la importancia de este ecosistema y las estrategias que se adelantan para garantizar su conservación.
En el Urabá, la región más sur del Caribe colombiano, los manglares protegen las costas de la erosión y son el hábitat de numerosas especies. Según la lista Global 200 de WWF hacen parte de la ecorregión Darién.
Diversos estudios destacan la importancia ecológica de este ecosistema, por eso está dentro de las zonas protegidas por Corpourabá, como el Disttrito Regional de Manejo Integral (Drmi) Ensenada de Rionegro, hay presencia de manglares.
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El manglar, según explicó Juan Felipe Blanco, profesor del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia y coordinador del grupo Elice, ofrece diversos servicios ecosistémicos, entre los que se destacan ser barrera protectora para las poblaciones costeras frente a cambios climatológicos repentinos como huracanes, mares de leva, inundaciones de los ríos costeros y graduales como el ascenso del nivel del mar.
Además, el manglar se constituye en fuente de sustento para los cerca de 2.000 pescadores censados, los cuales, junto a sus familias, completan una cifra que se aproxima a los 10.000 habitantes. Este ecosistema cumple funciones de sala cuna y sitio de alimentación para más de cincuenta especies de peces.
Los manglares no son terrenos estáticos, de hecho, estudios han establecido, a partir de análisis de polen de los últimos 10.000 años, que los manglares se han movido sea tierra adentro o mar adentro en respuesta a los ascensos y descensos del nivel del mar, según apuntó el investigador.
Blanco se mostró preocupado de que los manglares estén “expuestos a la interacción con las estructuras humanas en la costa porque así no tendrían a dónde moverse”. Megaproyectos de infraestructura y crecimiento poblacional podrían repercutir negativamente en este ecosistema.
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El investigador destacó el caso de Turbo, donde el manglar está en la cabecera municipal, por lo que se vería perjudicado con el incremento poblacional, así como por el ascenso del nivel del mar.
También la entresaca de árboles y la expansión de la frontera agropecuaria ejercen una presión que amenaza la permanencia de las diferentes especies de manglar.
Diober Blanco, secretario de Agricultura de Turbo, apuntó que “a través de la historia el ecosistema de manglar en el municipio de Turbo ha sido un soporte para muchas de las familias del municipio”. Hay actividades ancestrales que han sido vistas como parte del día a día del turbeño: reparación de barcas, la construcción con pilotes de mangle, la producción de carbón y la extracción de alimentos que allí se encuentran.
El funcionario precisó que desde el 2009, con la expedición del decreto municipal 333, está prohibido el corte, distribución y comercialización de mangle o demás especies forestales asociadas.
Desde entonces, el municipio de Turbo, en compañía de Corpourabá, adelanta procesos de concertación con las personas que se dedicaban a cortar y comercializar magle. También realizan control y vigilancia con apoyo de la Armada Nacional y la Policía Ambiental.
Ante el riesgo que implica el crecimiento demográfico de Urabá para los manglares, está prohibido adelantar procesos de fijación de cimientos en construcciones con mangle; revisión que corresponde a las secretarias de planeación e infraestructura.