Si bien Donald Trump tuvo que salir a condenar a grupos nacionalistas blancos por sus acciones, se niega a aceptar que por su reiterado lenguaje incendiario y racista el terrorismo nacionalista blanco encuentra legitimidad
La película de terror comienza a 600 millas de El Paso. La versión del atacante es “matar al mayor número posible de mexicanos” porque están invadiendo el país. Anteriormente, el otro personaje había dicho que los ciudadanos de ese país eran violadores, delincuentes y narcos. En un mitin en el estado de Florida también había dicho que el país sufría de una invasión de ilegales que había que parar como fuera. Las coincidencias son macabras pero los actores distintos. Trump y el otro que no vale la pena ni siquiera decir su nombre se igualan por lo bajo.
El nacionalismo blanco es la expresión de un resentimiento y ansiedad raciales al ver que los Estados Unidos va cambiando rápidamente su composición demográfica con la participación de más hispanos y en particular población de origen mexicano. Donald Trump pretende ser el vocero de la clase trabajadora anglo que se siente desplazada y olvidada. Su mensaje llega con fuerza al grupo de jóvenes alienados por la cultura de las armas, la incubadora que luego se manifiesta en tiroteos masivos.
Las cifras lo dicen todo: en el último año y medio los ataques provenientes de los grupos extremistas blancos han causado la muerte a 65 personas en 7 episodios. La matanza del domingo en Dayton, Ohio 13 horas después de la de El Paso es la número 255. Las victimas en 2018 son las mas altas desde 1995, año en que Timothy McVeigh exploto una bomba en la ciudad de Oklahoma matando a 168 civiles de los cuales 19 eran menores. McVeigh fue condenado a la pena capital y ejecutado en Indiana en 2001.
Lo ocurrido el pasado sábado en El Paso tuvo como preámbulo un “manifiesto”, léase documento escrito por el autor, en el que se detallan las razones políticas e ideológicas para justificar el atentado, ligadas al movimiento del poder blanco que surgió después de la guerra de Vietnam, juntando al Ku Klux Klan, los neonazis, los cabeza-rapadas y los otros grupos extremistas. Los protagonistas de esas matanzas acuden a una nueva colección de frases codificadas, dirigidas a la aniquilación de las razas inferiores.
A partir de 2017 cuando Donald Trump asume la Presidencia se produce un cambio en la forma como se sataniza a los inmigrantes no blancos, a los inmigrantes centroamericanos y a quienes buscan asilarse en los Estados Unidos. Todo hace parte de la teoría conspirativa llamada “el gran reemplazo” que alerta sobre el genocidio blanco, del autor francés Renaud Camus que esboza en términos simples como “en el transcurso de una generación la gente no es la misma ni comparte los mismos valores’”.
El peligro del poder blanco como movimiento excluyente y racista se multiplica con la propagación de sus ideas a través de las redes sociales y algunas páginas web como 8chan, el sitio donde fue difundido el malhadado manifiesto. Los grupos antiinmigrantes no son algo nuevo, como quiera que existen desde la “nacion Aryana”, la doctrina nazi que deja por fuera a los judíos y demás razas no caucásicas. Lo preocupante es la efectividad con que se están ejecutando los atentados con armas de largo alcance que aumentan el numero de víctimas y que ahora apuntan a grupos étnicos específicos: negros en Charlottesville, judíos en Ohio, musulmanes en California y mexico-americanos en El Paso.
Si bien Donald Trump tuvo que salir a condenar a grupos nacionalistas blancos por sus acciones, se niega a aceptar que por su reiterado lenguaje incendiario y racista el terrorismo nacionalista blanco encuentra legitimidad. La cadena oficial Fox a través de sus programas ha venido repitiendo que el partido demócrata quiere “remplazar a los votantes americanos por ciudadanos recientemente amnistiados y por la inmigración en cadena”.
Entramos a la era del nacionalismo blanco.