Las encuestas –verosímiles o amañadas–, son ese “picante” que le da colorido a una contienda electoral.
Aunque Vladdo afirma en su columna de este miércoles en El Tiempo que lo tienen hasta la coronilla las encuestas y que las mismas “tratan de curarse en salud, pero sin decir nada concluyente”, debo manifestar que a mí sí me gusta el morbo de las encuestas y las espero con ansiedad. Es que las encuestas –verosímiles o amañadas–, son ese “picante” que le da colorido a una contienda electoral, partiendo de la base de que los pregoneros desaparecieron, que eran el epicentro de la fiesta en las urnas. Mejor aún: una liza electoral sin encuestas ni pregoneros, es un acto lánguido. El portal La Silla Vacía, definió a los pregoneros como “la cara y el ruido de los candidatos en las calles”.
Me voy a referir a esa lluvia de encuestas presidenciales reciente (tres el mismo día), en donde concluyo que sus resultados en la vanguardia son cuestionables porque el rasero empleado está estratégicamente desacoplado. Resulta que en la encuesta de Guarumo (4.815 personas consultadas), se divulga un resultado porcentual para Fajardo del 14,6% y para Petro del 12,5%. Hasta ahí, las cosas están normales. Sin embargo, se fragmenta a los candidatos de la Coalición de derecha, porque aparece Duque con el 12,2%, Ramírez con el 5,8% y Ordóñez con el 2,5%. ¿Qué significa ello? Que si hubiera un solo candidato tras la consulta, éste estaría por encima de Petro y Fajardo, aventajándolo por algunos puntos. No estoy aplicando la teoría de la sumatoria de votos, que es un sofisma, sino entrando a la sana lógica de que cuando haya una definición, el candidato que quede, trepará posiciones.
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La misma debilidad afloró en la encuesta Polimétrica (2.813 encuestados), que tuvo como resultados los siguientes: Fajardo, un 19% y Petro, un 16%. Y aparece una votación tripartita, de la siguiente manera: Duque, un 8%; Ramírez, un 5% y Ordóñez, un 3%. La misma razón anterior existe, para aseverar que mientras no haya una definición de la Coalición de derecha, las encuestas tendrán una zona gris. Sin embargo, en las largas peroratas radiales, con los directores de medios abordo y con los gerentes de las encuestadores echando carreta, de esto no se dijo ni mú, entre otras cosas porque las pasiones de los que están en cabeza de los espacios noticiosos radiales son inocultables y no les interesaba destacar lo que yo estoy en este escrito subrayando.
Ahora bien, de la encuesta de Invamer (que incluyó a Marta Ramírez en la lista principal dizque porque en sus datos era la ganadora de la consulta) y que apenas se hizo con 1.200 personas como muestra, hay unas cifras elevadas: aparece Petro con un 23% y Fajardo con un 21,6%, siendo un retrato que se tomó el mismo día. La doble pregunta es: ¿Petro tiene cara del 23,4%, del 12,5% o del 16%? ¿No les parecen unas cifras alocadas unas con otras? Ahora bien, ¿Fajardo tiene cara del 21,6%, del 14,6% o del 19%? ¿No creen ustedes que las cifras como que no riman para la misma época? En lo que sí coinciden las encuestas es en que Timochenko es una cometa de cemento, pues en una está con el 1,6%, en otra con el 1% y en la restante con el 1,6%. Ahí sí hay credibilidad y coherencia.
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La verdad es que no dejarán las encuestas de ser controversiales y hasta satanizadas porque sesgan datos y presentan muchas veces información parcializada. Lo que sí me parece claro –y voy a posar de arúspice– es que salvo una debacle ideológica cuando los candidatos salgan al ruedo de las preguntas y respuestas, a la segunda vuelta es casi seguro que pasará o Petro o Fajardo. Y no puedo ocultar que también me inquietó que en cuanto al voto en blanco, hay disparidades mayúsculas en las encuestas de marras pues se mecen entre el 8,1% y el 16,3%. Nada, entonces, está definido en estas materias, máxime que al ser encuestados Petro y Fajardo, al aparecer en solitario cada uno, indican que posiblemente estén ya en su techo electoral, mientras otros tienen potencial de alza en los porcentajes.