Los votantes optarán por el voto útil, característico de la segunda, más que por el voto de opinión, propio de la primera jornada.
Los colombianos estamos convocados este domingo 27 de mayo a elecciones de primera vuelta presidencial, que definirán el país que vamos a ser en los próximos cuatro años. Aunque cinco candidatos, que personifican ideas y acciones diferentes, concurren a la elección, sólo dos de ellos han logrado convocar a la opinión pública y ser firmes opciones de alcanzar la Presidencia: Iván Duque, que representa una seria propuesta de transformación y reinstitucionalización del país, y Gustavo Petro, quien de otra manera pretende convocar el descontento popular, como furia antisistema. Los candidatos Vargas Lleras, Fajardo y De la Calle se esforzaron, sin éxito, en promover aspiraciones que en buena medida representaron continuidad del gobierno Santos. En estas condiciones, sería mejor que los votantes optaran por el voto útil, característico de la segunda, más que por el voto de opinión, propio de la primera jornada.
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A lo largo de esta campaña hemos estudiado las agendas, propuestas y perfiles de los cinco aspirantes presidenciales, para llegar a la decisión que hoy presentamos con la transparencia que debemos a nuestros lectores y con la expectativa de que cada ciudadano se acerque hoy a las urnas para elegir libremente y a conciencia. Respetamos y valoramos las opiniones en contrario a las nuestras, como lo ratificamos día a día en el pluralismo que ejercemos en nuestros contenidos de opinión.
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Iván Duque representa el camino de las transformaciones que Colombia necesita para recuperar su institucionalidad y la confianza de lo ciudadanos en el estado de derecho, toda vez que tiene capacidad de reconocer sus necesidades y aspiraciones, para decidir en consonancia con ellas. Especialmente nos acercan al candidato Duque sus propuestas de revisar los acuerdos Santos-Farc, para llevar a ellos las exigencias presentadas por los votantes del NO, la mayor parte de los cuales acompañan esa candidatura, y quienes a pesar de ser victoriosos en el plebiscito fueron desconocidos por las partes del acuerdo para cesar el conflicto armado con las Farc. Su postura, por cierto, es diferente y niega la pretensión que tienen las Farc de obtener nuevas canonjías en una renegociación que revise la condiciones para la extradición de los reincidentes. Complementaria a la idea de Iván Duque sobre los acuerdos con las Farc es su bien explicada decisión de reconocer a las víctimas y garantizar sus derechos, hasta ahora conculcados, a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.
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La jornada de hoy es paradójica. En ella se encontrarán la esperanza de adelantar la elección de presidente de la República consagrando a quien ha demostrado seriedad, espíritu de renovación y respeto por las instituciones, de un lado, y las amenazas, cada día más fuertes, del candidato Gustavo Petro, quien ha confirmado que montará una registraduría paralela, y sin control de ciudadanos o autoridades, para que ella emita sus propios resultados y ponga en duda los oficiales, buscando así alentar las manifestaciones, con ánimo de asonada, que el candidato y sus jefes de campaña han venido convocando a través de las redes sociales.
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Elegir a Iván Duque en primera vuelta tiene gran importancia para el futuro inmediato del país, pues una carrera presidencial suya frente a Gustavo Petro le serviría a este y sus aliados extremo-izquierdistas para arreciar la polarización en que, junto al santismo, han sumido al país. Ya en la campaña de primera vuelta han relucido fanatismos, descalificaciones a quienes discrepan de sus ideas, en forma tal que cierran las posibilidades de convivir reconociendo que la democracia es obra de los diferentes que logran dialogar y construir juntos, y no el resultado de las imposiciones de algunos, que acarrean el desconocimiento de sus distintos.
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En virtud de la reforma política de 2011, en esta elección se presenta, por primera vez, la doble posibilidad de votar en blanco, pues en el tarjetón aparecen la opción histórica consagrada en el Artículo 258 de la Constitución, y la que el Partido de la reivindicación de las etnias inscribió haciendo uso de la potestad otorgada en esa reforma política a grupos significativos de ciudadanos, movimientos o partidos políticos con personería jurídica. De acuerdo con la ley, la Registraduría contabilizará independiente las dos casillas del voto en blanco, a fin de reconocer reposición a quienes se inscribieron como promotores, y luego sumará para determinar si el voto en blanco obtuvo mayoría de los votos, caso en el que se obliga una nueva elección presentando otros candidatos, o si obtiene el segundo lugar, situación sin consecuencias jurídicas, según la Constitución. El resultado de este experimento inédito y exótico responderá algunas de las preguntas sobre la validez de la figura de promotor del voto en blanco, los riesgos para la libre competencia y el sentido de que sea promovido por organizaciones políticas, cuya finalidad es buscar el poder a través de sus personeros; por su importancia y riesgos, a este tema habremos de referirnos más a espacio.
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