+ Violencia

Autor: Johnatan Clavijo
26 enero de 2017 - 12:00 AM

La violencia engendra más violencia. Basándonos en los principios gandhianos, ninguna de las dos es justificada, ni la originaria ni la engendrada. Por eso es preocupante que los animalistas quieran imponer sus posturas con acciones violentas que contradicen la noble causa que buscan defender.

La violencia engendra más violencia. Basándonos en los principios gandhianos, ninguna de las dos es justificada, ni la originaria ni la engendrada. Por eso es preocupante que los animalistas quieran imponer sus posturas con acciones violentas que contradicen la noble causa que buscan defender.

El movimiento animalista en el país y en el mundo se ha caracterizado por la expresión de sus pensamientos por medio de novedosas manifestaciones artísticas y culturales que invitan a la reflexión ciudadana sobre el maltrato a otras especies. Sin embargo, no debe desconocerse que debido a la gran cantidad de emociones que estas discusiones movilizan, en especial las corridas de toros, se utilizan improperios desafortunados para calificar al contradictor, como los tradicionales “asesinos” e “ignorantes”, que solo conducen a crear una brecha más grande entre los dos sectores en controversia.

Para la muestra un botón. El 22 de enero de 2017 volvieron los toros, los toreros y los taurinos, a celebrar su fiesta en la Plaza La Santamaría de Bogotá. El retorno de este evento, después de más de mil días sin realizarse, motivó una reacción airada de un sector de los defensores de los animales que dejó como saldo 30 personas heridas y 18 detenidos, sin contar, por supuesto, las riñas y agresiones sin mayores consecuencias, y como no, los toros asesinados en la primera corrida de la temporada. Violencia y más violencia.

Tampoco es la primera vez que los desmanes caracterizan las reacciones de algunos animalistas. En el 2016, la muerte del torero Víctor Barrio en España generó una serie de comentarios en redes sociales, de condolencias en los sectores taurinos y de celebración entre los antitaurinos que hicieron gala de una sensibilidad a conveniencia. El encendido debate llegó a los estrados judiciales y más de uno tuvo que negar o arrepentirse de sus palabras desproporcionadas y “alegres” por la muerte del torero segoviano…

Todas aquellas personas que en mayor o en menor medida consideramos que la “fiesta” de los toros no es ninguna celebración y que el sacrificio de un toro de lidia es una tradición arcaica que no merece seguir siendo repetida en nuestros tiempos, debemos procurar un debate franco y abierto, pero ante todo respetuoso y a la altura de los ideales superiores que busca un ser humano cuando se cuestiona sobre el respeto por las otras especies y por la naturaleza.

Agredir a los amantes de la tauromaquia es un acto innecesario que sólo distancia el fin último de este camino, en tanto utiliza medios deplorables para defenderlo. Por el contrario, el generar espacios de reflexión, el protestar sin agredir, el entender que mi razón no es la verdad última y que los cambios culturales son procesos que no suceden de la noche a la mañana, son actitudes que pueden seguir haciendo del movimiento animalista un sector con legitimidad en la sociedad y con respaldo creciente.

Las sociedades humanistas y civilistas que se que quieren conducir por ideales éticos de respeto por el otro, no pueden contradecir su mensaje de forma tan bochornosa. Mucha emoción y poca comprensión la de algunos antitaurinos… mucho por mejorar.

Nota de cierre: maravilloso que la lucha contra la corrupción se ponga de moda. Ya al menos no creemos que nuestro único problema como país eran las Farc.

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