Henry David Thoreau fue un ejemplo para Mahatma Gandhi y Martin Luther King.
Cuando en este mes de julio se cumplen 200 años del nacimiento de Henry David Thoreau, aparece una extraordinaria biografía suya escrita por Laura Dassow Walls con el título Henry David Thoreau. A Life y publicada por la Editorial Universidad de Chicago. De sus 665 páginas surge la figura de quien sentó las bases de la ecología, dio ejemplo de amor y respeto por la naturaleza y propició la creación en su país de los parques nacionales. Al igual que sus compañeros en el movimiento denominado Trascendentalismo que impulsara su profesor en Harvard Ralph W. Emerson, propuso “vivir en forma deliberada”, lo cual exige sopesar las consecuencias morales de las acciones de cada cual.
Mención especial merecen sus ensayos políticos. Su pensamiento se expresa allí elocuentemente en los ensayos Vida sin Principios, Desobediencia Civil, Esclavitud en Massachusetts y Una Defensa del Capitán John Brown. Después de los más de dos años que pasó en una cabaña construida por él mismo en la vecindad del lago Walden y que dio origen a un libro que es clásico en la literatura de su país, la intensa vida interior de Thoreau se abre gradualmente a una participación intelectual en importantes cuestiones políticas de su tiempo: denuncia el naciente imperialismo en su país, lanza un poderoso ataque contra la esclavitud, escarnece los malos gobiernos y fustiga las leyes injustas.
Lea sobre autores que dejan ejemplos:
Desobediencia Civil es el más famoso escrito de Thoreau. Es patente la tensión del hombre que no acepta juez distinto a su propia conciencia -cuya acción sólo se rige por principios- y que a la vez reconoce que las decisiones del gobierno lo afectan a él y a sus conciudadanos -inclusive a gentes del extranjero- y que por lo tanto son necesarias las respuestas colectivas a la injusticia. Mahatma Gandhi relacionó Desobediencia Civil con la resistencia no violenta que proclamó para enfrentar con éxito el colonialismo inglés en la India, y Martin Luther King, también mártir, citó con frecuencia este ensayo en los años sesenta durante su lucha no violenta en pro de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. (Ver una versión del ensayo publicada por Editorial PI, de Medellín, en http://www.editorialpi.net/ensayos/deldeberdeladesobedienciacivil.pdf).
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EL SILENCIO DE LOS FUSILES.
De jueves a domingo y hasta terminar el próximo mes de agosto se presenta en el Museo de Arte Moderno de Medellín El silencio de los fusiles, un documental de Natalia Orozco que deberíamos ver todos los colombianos. Como dice la directora, en la película se cuenta cómo dos visiones opuestas del mundo intentan poner fin a un conflicto mediante unas conversaciones que reivindican el valor de la palabra como único mecanismo válido para una negociación. Agrega que el documental cuestiona no solo los horrores que cometieron la guerrilla y el ejército, sino también la indolencia e indiferencia de las clases media y alta, mientras los colombianos más vulnerables eran las víctimas de todos esos vejámenes.
Se trata de un relato íntimo, contado por muchas voces, que muestra en forma equilibrada la visión de dirigentes políticos y de los protagonistas de los diálogos de La Habana, y cómo las posiciones de estos últimos evolucionan durante los cinco años de conversaciones hasta alcanzar un acuerdo final.
Señala Juan Fernando Mosquera, asesor del guion de El silencio de los fusiles, que fue un reto la narración de la película mediante la voz en off de Natalia Orozco. Considera él que ello busca una identificación del espectador con quien cuenta la historia, para luego indicar que en la voz de Natalia cabe el país entero pues ella sabe hacer las preguntas debidas y buscar respuestas cuando no se conforma con lo primero que dice el entrevistado.
A partir del metraje resultante de cuatro años de filmación, el documental presenta al país los desastres de una guerra de largas décadas, pero al mismo tiempo abre caminos de esperanza y pone de presente que la reconciliación entre los colombianos es posible. Sin embargo, bien sabemos que la paz solo será realidad si se hacen los urgentes cambios y reformas que exige la justicia social y que conducirán a la no repetición de la oscura noche de Colombia.