Venezuela es un país que está secuestrado por la satrapía de los Castro
Este año se cumple el primer centenario de la sangrienta revolución rusa, la revolución bolchevique que dio luz a la aventura marxista-leninista y llevó a millones de seres humanos a ese triste experimento llamado comunismo. Y, ¿cuál es el balance de este primer siglo de la dictadura del proletariado? Pues, nada halagador: ese sistema se ha ensayado sin éxito en cerca de 40 países, fracasando en todos ellos, y ha dejado una estela de muertos espantosa, calculada en cerca de 100 millones de víctimas, bien por hambrunas, bien por represión, bien por lumpenización social.
Hoy, el experimento solo se mantiene en todas sus facetas en dos dictaduras de las más brutales que se han conocido, Cuba y Norcorea. Otros países, como China y Vietnam, mantienen el rancio sistema del partido único y otras antiguallas, pero practican un capitalismo vivaz en materia económica y cada vez dan mayor apertura a toda clase de libertades. En nuestro vecindario, países como Ecuador, Nicaragua, Bolivia y hasta la Argentina de los Kirchner, han sido guiados por sus gobernantes de izquierda hacia la práctica de algunos preceptos de corte socialista, pero es Venezuela la que más lejos ha llegado, hasta el punto de estar al borde de un colapso absoluto que ha provocado una situación humanitaria atroz.
En realidad, Venezuela es un país que está secuestrado por la satrapía de los Castro, quienes necesitaban otro país del cual lucrarse tras el hundimiento de la Unión Soviética, logrando hacerse al control de la nación más rica del continente a través de Hugo Chávez. Cuba no puede prescindir de los casi 100.000 barriles diarios de petróleo que le regala el gobierno chavista porque se hundiría, de eso vive la dictadura. Por eso, Cuba no va a dejar caer a Maduro, y esto hay que entenderlo con todas las letras. Bien dice el profesor José Olimpo Suárez, doctor en Ciencias Políticas, que en esta confrontación se va a imponer el que menos miedo le tenga a la muerte (cito de memoria). Esto es, ganarán los que estén más dispuestos a matar o a morir, lo que significa que la salida ya no será incruenta.
A muchos tomó por sorpresa la decisión de Maduro de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente que enterrará la Constitución de Chávez, el supuesto legado del fallecido sátrapa. Se dice que es un golpe a la democracia, pero la Constitución de Chávez no es democrática; por el contrario, de ella se han valido para poner todas las instituciones al servicio del Ejecutivo. Al mismo tiempo, se cree erróneamente que el desplome venezolano es producto de la ignorancia supina de Nicolás Maduro, cosa que no es cierta. Si Chávez viviera, se vería en la necesidad de invocar una Constituyente con cartas marcadas porque Venezuela se encontraría en la misma situación de hoy, o peor, y lo haría no solo para conservar el poder, rodilla en tierra, sino para dar un salto definitivo al modelo comunista, no para paliar el hambre de nadie ni devolverle a Venezuela la condición de país próspero que una vez fue.
La crisis venezolana es producto de la instauración del socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que comunismo, por parte del mismísimo Hugo Chávez Frías. La lucha de clases es a muerte; las Fuerzas Militares sostienen el régimen porque se lucran de los dineros limpios y hasta de los turbios, mientras que la oposición carece de armas para defenderse. Ya el país vecino parece la Siria de Suramérica. El hambre, la inseguridad y las carencias en salud irán debilitando el escaso apoyo popular que aún tiene la marioneta de Castro. Ya en los barrios chavistas protestan y golpean con frenesí las cacerolas, y las estatuas de Chávez caen como ídolos con pies de barro. Falta mucho para que Venezuela se libre del yugo, pero los hijos de Bolívar no se van a aguantar tanto como los cubanos. El hambre quita el miedo.