Acá no creemos en nada ni en nadie y que el nivel de desinstitucionalización lo hemos dejado llegar a límites irreversibles
Pareciera ser que en un país como Colombia, con 198 años como entidad republicana, hablar de paz sería un despropósito propio de los orates.
Y es que en estos años como república se han registrado 64 conflictos entre internos y externos, lo que, de acuerdo con una distribución lineal, nos da cerca de 1 conflicto por cada 3 años, lo cual a todas luces es un exabrupto, que nos deja de lejos, con la imposibilidad de mirarnos como una sociedad pacífica.
Están matando, como antes, guerrilleros amnistiados. Están matando, como antes, líderes sociales. Están matando, como antes, campesinos vinculados a los procesos de restitución de tierras, están matando, como antes, periodistas y sindicalistas y las autoridades, a todos los niveles, como antes, irresponsablemente, los califican como casos aislados. ¡Sí, cómo no! Las sesiones en el Congreso parecen desarrolladas por verduleras. Los jueces y sus togas se vuelven el chiste cotidiano y una completa vergüenza pública. Los preámbulos de la campaña presidencial no anticipan buenos augurios. Algunos poderosos trinan trinos desatinados. Otros poderosos hablan desfachateces por radio y televisión, mientras los medios escritos bajan su perfil. Hay ataques contra la fuerza pública. La violencia intrafamiliar y el matoneo a jóvenes y mujeres sigue en ascenso. La inseguridad en las calles va en aumento. Se necesitan en promedio 1.200 policías para cuidar un partido de fútbol, lo cual es una inconsecuencia. Así como nos manejamos bien cuando juega la Selección Colombia, que nos une a todos, todos los equipos de fútbol profesional deberían desplegar en alguna parte de su uniforme el tricolor nacional, para que los dimensionemos de otra manera y no sean artífices de la exclusión y la violencia, sino motivos de inclusión y convivencia.
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Se sigue alborotando el tema de la corrupción a los más altos niveles y no se ve aplicación pronta, eficiente y fuerte de la Justicia. Se habla de una Reforma a la Justicia, pero mientras eso se da, debemos comenzar por aplicar las normas actuales sin ningún tipo de consideración ni de privilegio para nadie, sin excepción.
El desprestigio del Congreso de la República, de la Justicia, del Poder Ejecutivo, de los Partidos Políticos, no tiene antecedentes, y no se salvan ni el ejército, ni la policía, ni las iglesias, ni los sindicatos, ni las organizaciones sociales, lo cual quiere decir, ni más ni menos, que acá no creemos en nada ni en nadie y que el nivel de desinstitucionalización lo hemos dejado llegar a límites irreversibles, lo cual obliga y convoca a volver a barajar desde cero. ¡Qué despropósito!
Con el bajo perfil que los ha caracterizado, siguen actuando los gremios económicos, las Cámaras de Comercio, la Academia, ciertas organizaciones sociales, lo cual es imperdonable. Cuando un país está en crisis, es desde allí que nos debemos echar el país al hombro y no seguir haciendo lobby para satisfacer de manera egoísta y oportunista, las particulares angustias que comprometen, por falta de productividad y competitividad, así como de voluntad política, nuestro futuro económico y nuestra estabilidad social.
Así como se puso de moda el “Usted no sabe quién soy yo”, para amedrentar al funcionario bajo la amenaza de que se es muy importante, y no sabe las consecuencias que padecerá por meterse con alguien tan prestigioso e ilustre, con toda la firmeza del espíritu propongo que contra la corrupción empleemos el “Yo sí sé quién es usted”, de modo que sepa y se sepa que lo voy a denunciar por corrupto.
Ante la corrupción no debe haber miramientos y mucho menos tratamientos especiales. Quien más se ha beneficiado de sus condiciones particulares, en términos de equidad, con mayor rigor debe comparecer y pagar sus faltas ante la sociedad.
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Mientras se nos viene el mundo encima, propongo que se estudie por quienes saben en verdad del asunto, la posibilidad de reconstruir el Teatro Junín como el Centro de Espectáculos que hoy nos hace falta y con el Teatro Junín, tanto añoramos.