Pocos cortos textos como este Plan de la Alcaldía, me han puesto a duplicar la lectura, a agudizar mi atención y a reflexionar sobre que:

1. La educación no es cuestión de modernidad, de dar curso a la libre y alocada imaginación, de ponerse a la par con lo último en todo cuanto va apareciendo o nos imaginamos. 

2. Formar un ser y ayudarle a SER no es cuestión de tiempos, de nuevas palabras, de nuevas aplicaciones y deducciones semánticas, de nuevas diagramaciones, sin someter todo ello a la experimentación, a la comprobación de logros, al proceso de mejoramiento del individuo en el aula, en la familia, en la sociedad…

Características del folleto:
1. Pomposidad en el lenguaje de presentación y, por tanto, repeticiones innecesarias, frases caracoleantes, expresiones de propaganda… 

2. La mitad del folleto es… motivación; no sé si tanto discurso inútil pueda llamarse así, en donde hay una constante: “insistir” en  la misma idea con palabras repetidas, inútiles y algunas de ellas, vacías.

3. La otra mitad del folleto la conforman  espacios vacíos; parece más bien un cuaderno escolar, con encabezamientos  en cada página, de situaciones  sobre las cuales debe escribirse.
 Parece un folleto propagandístico y no pedagógico, ni didáctico. No contiene: guías, formas, estilos, aplicaciones, ninguna estrategia educativa; y hasta me parece que envilece un poco la lectura y enreda el noble y verdadero sentido de leer. Asoman la ironía y un poco de desafío prepotente en muchos apartes como este: 
“…las TIC nos revelan que en la actualidad leemos el libro, el periódico, la revista… la tableta o el computador (¡!). También leemos la arquitectura, la pintura, el cine como leemos los síntomas de una gripa. Hay quienes leen a los clásicos…hay quienes leen telenovelas, series y película, noticieros…”
“Y ninguno se puede considerar mejor o peor que el otro. Todos somos lectores”.
 ¿Qué tal esto? Discurso nada académico ni pedagógico, sino de plaza pública.

4. No es un “plan” de nada y menos de lectura: no  tiene orden; no tiene  planeación. No hay justificación. No hay objetivos ni generales ni específicos. No hay comprobación de logros. No hay modelos ni de procesos ni de expresiones que inspiren a seguirlos. No puede uno concebir cómo el selecto grupo de investigadores e instituciones le pongan el resonante título de “Plan ciudadano de lectura, escritura y oralidad 2016-20”.

5. No hay desarrollo sabiamente dosificado y explicado de ningún tema, porque no hay temas serios, convenientes a la educación y que sirvan de núcleo para lecturas formativas. Y ¿piden lectores críticos?.

6. La gran ausente de ese, que no es ningún plan (al menos los que pedagógicamente yo conozco) es la metodología, el camino: en donde se nos enseña de dónde partimos y hacia donde debemos llegar; cómo culminar ese aprendizaje; no hay estrategias metodológicas ni  pedagógicas; cómo hacemos para observar el progreso en la buena lectura y en el bien hablar

 7. Rehúye este opúsculo oficial sobre la lectura y la expresión oral, el punto de la evaluación, tan importante para ver si se alcanzó el logro. No expone la importancia de dar seriamente cuenta de la lectura; pero sí utiliza la expresión de moda y que no se entiende realmente qué es: “lectura crítica”, y la acomoda de manera amañada tanto en lo intelectual, como en lo emocional, como en lo práctico.

8. Y así, de pronto habla de la escritura pero también la envilece un poco con expresiones como estas: “Todos somos lectores. Todos escribimos……Escribimos cuando nos vestimos de manera especial para acudir a una cita, escribimos cuando cantamos. Escribe el que pinta grafitis y el que compone rap…”. 
Nunca había leído en mi vida expresiones más fatuas, vacías, más fastidiosas, y tan irrespetuosas con el incomparable arte de escribir. Y ¿de las otras dos estrategias del idioma qué? Escuchar y hablar tan importantes y definitivas. Pero la moda es innovar…
El folleto se atreve a llamar el habla del idioma, dizque “oralidad”, y dice a la manera de Pero Grullo: “todos hablamos”… (Qué descubrimiento, que investigación tan exhaustiva, como todas las del gobierno y la justicia colombianos). 
Y lo triste: la irrisoria oralidad no aparece en los recintos culturales, ni en los círculos de arte. Dice el “equipo investigador” que “la oralidad está en el discurso del político, en el sermón del sacerdote, en el aula, en la casa; está en la conferencia, en el debate parlamentario y por supuesto en la charla menuda”; y concluye con triunfalismo:
 “¡Todos somos oradores”!
(Ser oradores no es sinónimo de hablar).
 Se preguntan y se responden los intelectuales investigadores: “Y,  ¿qué hay que hacer?”   “En Medellín tenemos la palabra, porque la ciudad nos invita a encontrar, a pulir nuestra propia voz”. ¿Qué quisieron decir con esa respuesta? O falla la claridad del idioma o necesitamos un poco de hermenéutica.
Miremos  las frases de combate que hay en el opúsculo:
“La novedad, que todos leemos”.
“Ninguno se puede considerar mejor o peor que el otro. Todos somos lectores”.
“Todos somos escritores”.
“Todos somos oradores”.
(Por ser todos nosotros todo esto que el folleto afirma, (o por creérnoslo) quizás sea por lo que Colombia está en tan precarias situaciones de toda índole).

9. Agregan: “en Medellín tenemos la palabra. Plan ciudadano de lectura, escritura y oralidad”, y en letra destacada y con cambio de color, nos dan la “clave”: “El plan es encontrar en las palabras muchas maneras de vivir mejor”.
¿Cómo entender lo anterior? ¿Qué quiere decir que en la palabra están las maneras de vivir mejor? ¿No será la educación bien entendida y manejada con sabias y adecuadas palabras, la fuente de las “maneras de vivir mejor”.
Y de las cuatro estrategias deja por fuera el escuchar (nada menos) y es pobrísimo y simplísimo al referirse al hablar…
No se ve que ese folleto pueda servir de hoja de ruta. Revuelve en un discurso simplísimo las cuatro estrategias del idioma. No se sabe qué es lo que promueve si la lectura o la escritura; por consiguiente, no da luces sobre el qué, el para qué, el cómo….el a quién….
El a quién enseñarle a leer y hablar y para qué, y cómo, y cuando…

10. Y de las cuatro estrategias deja por fuera  el escuchar (nada menos); y es pobrísimo y simplísimo al referirse al hablar…

¿Será este folleto un buen manual didáctico y pedagógico para un maestro que enfrenta el complicado asunto metodológico de enseñar el correcto y fructífero manejo del idioma en sus cuatro estragedias: leer, hablar, escribir, escuchar?