Necesitamos ganar todas las elecciones este año. Las del próximo domingo son decisorias. Fijarán las tendencias políticas del país, escogerán dos candidatos a la Presidencia.
Se ha estado diciendo con insistencia y de tanto repetirlo, puede que se convierta en un ruido integrado al paisaje sonoro del país, pero no por ello deja de ser una verdad de a puño: la democracia colombiana está en riesgo por la amenaza castro-chavista-madurista, y estas podrían ser las últimas elecciones que brinden la posibilidad de recuperar nuestras instituciones.
En el espejo de Venezuela se refleja ya el rostro de Colombia. El populismo agresivo de Petro se envalentona a medida que los gritos, las bravuconadas y las demostraciones de fuerza y de desprecio a las reglas de comportamiento en sus manifestaciones públicas crecen, mientras afirma que expropiará a los dueños de tierras que excedan el tamaño arbitrario que fijó como latifundio, sin tener en cuenta las condiciones específicas de la geografía y las características de estas; y avisa que terminará con la explotación de hidrocarburos y la minería, fuente de recursos más que importantes para las regiones, sin decir cómo lo hará -simplemente porque eso hoy es imposible- y cómo evitará la espiral del precio de los combustibles que se produciría y el desplome de nuestra economía y el caos social que ello produciría. Y a esto súmesele, la alianza de estado a estado que efectuaría con Maduro para establecer en Colombia una república bolivariana, en la que se atornillaría al poder y arrastraría al país al torbellino venezolano de miseria y dictadura, y al continente entero en una crisis sin precedentes.
El Eln, que no se les olvide, es apoyado activamente por Venezuela, continúa matando miembros de la fuerza pública mientras Santos le dice al país que tiene un dilema sobre continuar con la negociación con esa guerrilla, a pesar de que todo el mundo sabe que lo hará, navegando sobre la sangre de los militares muertos y la destrucción del medio ambiente. Las bandas criminales completan este panorama de crimen, aliadas a veces, en pugna otras, con la guerrilla, situación que nos conduce a la condición de un narcoestado paria. Y esta no es una afirmación retórica, sino una que se sigue de lo que están percibiendo Estados Unidos y otros miembros de la comunidad internacional frente a las más de 250.000 hectáreas de coca sembrada y la incontrolable producción de cocaína, y el efecto devastador que la incitación al vicio desbordado está produciendo entre nuestros niños y adolescentes. Y al poder desestabilizador de los cultivos ilícitos, súmesele el de la minería ilegal, en manos de estas organizaciones, en Antioquia, Chocó, Llanos orientales y sur del país.
Las guardias indígenas, por su parte, siguen golpeando y humillando a los miembros de nuestras fuerzas armadas, desafiando la soberanía interna del estado y su monopolio del uso de la fuerza; y lo peor, es que ahora aparecen “guardias campesinas”, “guardias cimarronas” y cualquier otra cantidad de organizaciones, ligadas al narcocultivo y la minería ilegal, y la aparición de grupos de choque en Bogotá, contra el Transmilenio o para realizar saqueos en esta ciudad y otros lugares de Colombia. Son la formación de fuerzas paramilitares ligadas al “poder popular” y a la puesta en práctica de la estrategia de utilización de todas las formas de lucha, propia de la extrema izquierda, y expresión, en Colombia, de los colectivos chavistas venezolanos.
Por otro lado, la destrucción del estado desde adentro, que ha venido ejecutando Santos, ha llevado a nuestras instituciones a un estado de postración ética y política, y de corrupción. Santos embadurnó a la mayoría del Congreso de mermelada, puso un fiscal (el anterior) y magistrados proclives en las cortes, para torcer la ley y perseguir a los opositores, y creó la Jep, para garantizar la impunidad de crímenes de guerra y de lesa humanidad, así como de las actividades de narcotráfico; les lavó los activos y los puso a hacer política sin siquiera haber cumplido las condiciones que el acuerdo del teatro Colón, fijó. La economía se está desplomando, la corrupción está desbordada, la anomia reina en Colombia. Nada, nada está bien.
Por eso, necesitamos ganar todas las elecciones este año. Las del próximo domingo son decisorias. Fijarán las tendencias políticas del país, escogerán dos candidatos a la presidencia; uno, defensor de la democracia; y otro, populista de extrema izquierda. Y se elegirá un congreso que servirá de muro de contención a la avalancha castro-chavista-madurista, o le facilitará su asalto definitivo al poder. Por eso, yo votaré por las listas del Centro Democrático.
La oposición, escogerá su candidato a la presidencia, con el tarjetón La Gran Consulta por Colombia, en el que yo seleccionaré a Iván Duque Márquez.
Vea también: Sin fuego amigo
En las elecciones para el congreso, el CD propone para el senado nombres como el del expresidente Álvaro Uribe Vélez, 1 en el tarjetón; o José Obdulio Gaviria, 60; o Paola Holguín, 6; o John Marulanda, 44; quienes nos representarán con razón, pasión, valor y lealtad. En la cámara de Antioquia hay personas como Margarita Restrepo 102; o Juan Espinal, 116; o María Elena Vélez, 107, todos ellos de excelentes antecedentes democráticos y probados en la lucha. Ahora bien, yo sugiero esos nombres, pero estoy seguro de que cualquiera de los miembros de las listas de Senado y Cámara, lo hará bien.
El establecimiento y los medios que le son proclives, han vuelto a practicar sus tácticas de incriminación y guerra sucia contra Uribe en un intento por desprestigiar la campaña de la oposición; y, todo parece indicar, que están intentando llevarlo a la cárcel. Líderes regionales del Centro Democrático y otros sectores de oposición, han sido muertos o amenazados. Santos y sus aliados de extrema izquierda saben que se están jugando su futuro y harán hasta lo imposible por detener el avance de las fuerzas democráticas. La amenaza de fraude está sobre la mesa: el portal Las2Orillas publica dos artículos en el que muestran que la empresa que estará a cargo del manejo de las elecciones, estuvo involucrada en el fraude de 2014 y en la anulación ilegal de votos (https://www.las2orillas.co/thomas-greg-sons-la-empresa-que-controla-el-proceso-electoral-colombiano/ y https://www.las2orillas.co/trampa-en-las-elecciones-de-2014-como-la-hicieron-y-por-que-se-puede-repetir/
Pero la oposición ha sobrevivido a embates previos y lo hará ahora, con dignidad y con la fuerza que da la convicción de la causa justa. No se dejará provocar, repudiará todos los actos de violencia, vengan de donde vinieren; ejercerá el voto y cuidará los resultados.
Vea: Aliarse hasta con el diablo
Postscriptum. Una merecida felicitación a la senadora Sofía Gaviria, reconocida defensora de los derechos de las víctima, por el Gran Premio Humanitario de Francia, al cual fue postulado por la vicepresidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Francia, senadora Nathalie Goulet, teniendo en cuenta “su tarea en la fundación y conducción de la Federación Colombiana de Víctimas de las Farc, la mayor asociación de víctimas del terrorismo del mundo; sus denuncias y gestiones contra las muertes por desnutrición en Colombia; su labor humanitaria de prevención del cáncer; sus brigadas de salud en las regiones más pobres de Colombia y su defensa de las minorías, como presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado”, así como su infatigable quehacer contra el abuso sexual infantil y la drogadicción, su trabajo por la responsabilidad social empresarial y su labor humanitaria en otros países. Gente así es un orgullo para Antioquia y Colombia.