Una nueva ciencia

Autor: Darío Valencia Restrepo
2 mayo de 2017 - 12:08 AM

Fernando Vallejo califica de farsantes a grandes nombres de la física, pero no se da cuenta de que su ‘argumentación’ tiene dificultades con la aritmética elemental y el álgebra de bachillerato.

Nota. Reapareció Fernando Vallejo con sus bufonadas y disparates sobre física. Esta vez cree, con infantil candor, que puede establecer polémica con Antonio Vélez. Lo que revela es una irritación no disimulada porque Vélez le demostró su ignorancia invencible acerca de la evolución. Como no vale la pena escribir algo nuevo sobre este descrestador de bobos e ignorantes, se repite lo escrito por este columnista hace algunos años.

En edición reciente, se preguntaba el periódico The New York Times si es posible que aparezca sobre la faz de la Tierra un nuevo Einstein. Pero como ese medio periodístico es tan parroquial, desconoce que Colombia acaba de aportar al mundo un genio sin par que ha revolucionado la historia del conocimiento mediante la creación de un nuevo tipo de ciencia. Su nombre es Fernando Vallejo.

En efecto, con sus brillantes disquisiciones aquel portento ha desenmascarado por fin a farsantes de la talla de Newton, Einstein y Maxwell, y demostrado en forma fehaciente que teorías físicas supuestamente probadas una y mil veces son meras especulaciones metafísicas, dignas de ser enviadas al cuarto de las cosas inservibles. Al principio uno pudo creer que se trataba de un nuevo capítulo de la patafísica, pero no, es una nueva ciencia, tal como aparece en un libro que su autor con inexplicable modestia titula Manualito de imposturología física, oportunamente editado por Taurus.

Los resultados están a la vista: las universidades están desmantelando sus departamentos de física y los pobres profesionales de esta antigualla no saben qué camino coger. Y ya se preparan otros manualitos de la nueva ciencia que aprovechan el modelo mencionado con el fin de sustituir unos textos que han embaucado a los estudiosos durante siglos.

Algunas dificultades y la prueba reina

El entusiasmo inicial que desborda al lector empieza a desdibujarse un poco cuando éste advierte que el autor de tal proeza muestra dificultades con la aritmética elemental pues se equivoca sumando un número entero con un quebrado simple en la página 136; no parece tenerlas todas consigo cuando enfrenta el álgebra de bachillerato ya que le da lo mismo multiplicar por una distancia al cuadrado que dividir por este factor, según aparece en la página 24; confunde fuerza con aceleración en la página 71; considera equivalentes la velocidad y la aceleración pues en las páginas 72 y 85 le asigna a ésta las mismas unidades de aquélla; el movimiento circular le resulta un misterio insondable como lo muestran sus análisis, por llamarlos de algún modo, de la ingravidez del astronauta en órbita, en la página 101, y del movimiento de la Luna alrededor de la Tierra, en la página 89; y con respecto al reiterado empleo de los más sencillos aspectos del análisis dimensional, el personaje está en Babia. Y así podríamos continuar...

Pero el acucioso lector recobra la confianza cuando se da cuenta de la existencia de lo que hoy llaman la prueba reina, la que nos muestra sin ninguna duda que la energía es un ente metafísico, según lo señalado por el manualito que se comenta. Unos tontos que se creían sabios y que pensaron, a diferencia de Vallejo, que la masa podría convertirse en energía, se dedicaron a fabricar un cierto artefacto que el gobierno de su país decidió arrojar sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Como todos sabemos, aquellos ilusos comprobaron muy a su pesar que la tal bomba no liberó la energía que ellos esperaban o que, si lo hizo, fue con carácter metafísico y con efectos ídem.

Una nueva unidad y sus repercusiones

Lo más tragicómico de esta contribución universal es que las "explicaciones" y "deducciones" del autor, con frecuencia prolijas y acompañadas de una erudita exégesis de textos que algunos despistados consideran clásicos, nos muestran que aquél acabó creyéndose su propio cuento. De modo que podemos aplicar a dicho personaje su mismo invento.

Tal vez el elemento más imaginativo de este avance copernicano que nos asombra, es la creación de una unidad desconocida en la física tradicional pero que está llamada a jugar un papel fundamental en el futuro de la humanidad. Se trata del aquino, una unidad que permite medir el grado de impostura de personajes considerados históricos por la vieja física. Pero como esta unidad es ya patrimonio internacional, cualquiera puede usarla para medir en concordancia con el patrón del manualito tantas veces mencionado. Y, entonces, es pertinente preguntar por los aquinos de Vallejo. Algunos que desde siempre hemos tenido problemas con el infinito y que nos queda cuesta arriba vislumbrar su existencia, podemos por fin estar tranquilos. El infinito existe. Son los aquinos de Vallejo.

Es una lástima que un gran escritor, como lo prueban por ejemplo esos cinco bellos libros reunidos con el título El río del tiempo, la extraordinaria biografía de Barba Jacob y el tratado sobre el lenguaje en Logoi, piense que así como promueve escándalos sociales y políticos, puede también hacerlo en física. Parodiando a cierto personaje de las letras, aquí podría decirse que estamos ante un autor que hace literatura pero cree estar haciendo ciencia.

Pero como en Colombia un nombre famoso vende, así esté diciendo sandeces, las bufonadas de Vallejo reciben los honores, sin ninguna glosa, del suplemento de fin de semana y la página denominada "Cultura" de uno de los periódicos más importantes del país.

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