El hecho es que lo esencial se nos escapa, el dolor, el sufrimiento, la insatisfacción, la frustración son solo palabras frente a la dimensión enorme de la vida misma,
Hay un aforismo de Aníbal Machado, poeta y pensador brasilero, que dice: "Cada uno de nosotros es afectuosamente desconocido por la mayoría de sus amigos y parientes". Ciertamente, una de las cosas más tremendas de la vida humana es el que no comprendemos al otro de manera completa y cabal y ya la comprensión es una función ulterior al conocimiento elemental y a la misma ciencia pues una cosa es explicar y otra muy diferente predecir y en esas dos tareas logradas a plenitud aún no hay comprensión.
Se nos escapa como el agua entre los dedos entender las motivaciones y el profundo sentido vital del otro; y el abismo es aún mayor cuando se trata de acercarnos a ese nicho de la intimidad ajena que muchas veces ni siquiera el otro comprende completamente. No hay un camino seguro para la comprensión pues el amor que pareciera el mejor vehículo nos distrae en un núcleo de afectos fuertes y por ello decimos que el amor no quita el conocimiento pero por sí mismo tampoco lo da.
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El mayor error es quizás comparar. Hay contrastes enormes y no es lo mismo atender a niños que pueden ser cientos o miles que están aprendiendo lo básico como escribir, leer y lo básico que intentar desarrollar a una sola persona que está tratando de obtener el más alto grado de conocimiento que le puede brindar una universidad. Es solo un ejemplo. El hecho es que lo esencial se nos escapa, el dolor, el sufrimiento, la insatisfacción, la frustración son solo palabras frente a la dimensión enorme de la vida misma, de los hechos, de los cuerpos y las mentes en su hondo sufrimiento o destello.
Podríamos seguir por varios siglos investigando, escribiendo, cruzándonos mensajes hasta antes de la muerte y no alcanzaríamos a satisfacer las ansias, los anhelos y el deseo de saber. Y lo mismo me pasa a mí que a los otros, nadie puede entender completamente los hilos de las decisiones, las frustraciones, la honda conciencia del vivir. Y esto pasa con todos los seres humanos que lo que somos en nuestra propia existencia, en nuestra más profunda intimidad, en nuestros sueños y anhelos, no es reconocido, ni atendido, ni comprendido cabalmente por los demás y en muchísimos casos tampoco por nosotros mismos. Somos desconocidos no solo por los parientes y amigos como dice Machado sino también por nosotros mismos.
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La vida humana es así una suerte de diálogo de sordos, un esfuerzo por unir y comunicar y unas barreras grandes o pequeñas que impiden que los seres seamos de manera duradera uno solo, una respiración, un canto, una alegría que se comparte, un hondo sentir que nos une. Y ese quizás es el origen del dolor de la existencia, la dificultad para amarnos profundamente y comprender al otro. Y por ello mismo la vida social es un amargo camino de incomprensión, distancias que se ahondan, abismos que crecen.