La lectura por siete estudiantes del colegio La Enseñanza al Documento de Medellín, suscrito por el Celam, en 1968, desató conversaciones, encuentros y la decisión de realizar este martes 14 de julio el foro Construyendo la iglesia de todos.
Han estudiado en La Enseñanza desde que tienen memoria de sí, son Isabella Jaramillo Caro, Manuela Ruiz, Manuela Valencia, Juanita Botero, Maria Juliana Márquez, María José Gómez y María José Restrepo. A ellas se ha sumado Daniela Ariza, quien llegó a ese colegio para el sexto grado. Allí han participado del Grupo de Estudio, de las misiones en Amagá y de la alfabetización “en Moravia y no en la ciclovía”, siendo parte de la opción por “tender la mano” y acompañar a los pobres, tomada por su colegio siguiendo la guía de santa Juana de Lestonnac y profundizada en una firme opción tomada tras la conferencia Celam Medellín, en 1968.
Sin que lo supieran hasta ahora, ellas son uno de los pocos grupos y sectores que, según lo que han podido ver los filósofos Eufrasio Guzmán y Fabio Giraldo, todavía viven las enseñanzas y decisiones de Celam Medellín. Su colegio y la comunidad que lo dirige, la Compañía de María, son algunos de los carismas católicos, escasos para los académicos, que continúan viendo, juzgando (reflexionando) y actuando acorde con las decisiones de los obispos reunidos en Medellín y posteriormente en Puebla.
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Las estudiantes descubrieron qué tan cerca está el documento de Medellín de las invitaciones que han tenido en su proceso formativo en La Enseñanza para que reconozcan al otro como igual, reconociendo al pobre, que es quien carece, para acompañarlo a tomar su dignidad y hacerlo partícipe, y para que proyecten su vida como servicio. Al encontrar esa identidad, reclaman que los jóvenes “se salgan de su zona de confort y se paren el mismo peldaño de quien los necesita”.
La Iglesia que el documento les reveló
Fruto de su proceso de lectura del Documento de Medellín y de análisis, que incluyó diálogos con sus formadores, el padre Federico Carrasquilla y teólogos, las siete activas estudiantes reconocen haberse encontrado con una iglesia muy distinta a la que han conocido en su vida familiar.
En la que llaman “iglesia tradicional”, por la que reconocen tener poco aprecio, ellas lamentan que predominen la rigidez, las normas y la expresión sólo mediante rituales estrictos. En la que descubrieron en el Documento de Medellín, y ahora sí relacionan con la que han vivido en su proceso formativo en La Enseñanza, identifican menores exigencias de atención a ritos, menos rigidez, y más importantes retos para ellas asumir su papel en la iglesia, encontrándose con quienes las necesitan, para caminar con ellos en el proceso en el que ellos encuentran su dignificación y, consecuentemente, su liberación de las miserias. Para la madre Beatriz Acosta, es un proceso de encuentro en que ambas personas se tienden la mano y transforman.
Es una opción con el otro, sin violencia
El documento de Medellín fue escrito entre tensiones y fuertes discusiones de los obispos que también recibían la influencia del contexto, revela el profesor Daniel Ceballos. Entonces, a la sociedad y la iglesia latinoamericanas las tensionaban el interés de minorías poderosas por mantener situaciones de desigualdad, injusticia y falta de paz, de un lado, y el afán de otras minorías ideologizadas por reformar las estructuras injustas pero, para ello, apelando al camino de la violencia.
Para los obispos latinoamericanos, destacan las madres Beatriz Acosta y Nancy Fretas, la opción fue reconocer la realidad injusta e indigna, poniendo al pobre en el lugar que le niegan el capitalismo liberal -que lo relega- y el comunismo -que lo desprecia reduciéndolo a la calidad de “lumpenproletariado”. Al reconocer al pobre y la necesidad de caminar con él, señalan las religiosas, se abre el camino a reclamar la transformación de estructuras injustas mediante un camino sin violencia, como lo exigió el papa Paulo VI.
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Esta alternativa, es la que dio origen a la “Teología latinoamericana”, que es diferente de la “Teología de la Liberación” especialmente porque la primera rechaza la posibilidad de uso de las armas, así haya sido víctima de quienes apelan a ellas (ver recuadro), para propiciar los cambios.
Esa realidad injusta denunciada en el fuerte documento de 1968 sigue ahí, lamenta Beatriz Acosta, como también permanece el riesgo de la incitación a la violencia para transformarla. Por lo mismo, reconocen sus alumnas, permanece la convicción de que “juntos como sociedad podemos construir una mejor sociedad”.
Cada papa lo ha continuado con su legado
Los filósofos Guzmán y Giraldo declaran que las conferencias del Celam en Medellín y en Puebla como una declaración de independencia de la iglesia latinoamericana frente a la oficialidad expresada en El Vaticano. Y señalan que por su propia calidad, no ha sido posible realizarla. En las situaciones locales, declaran que obispos como Alfonso Uribe Jaramillo, en Sonsón-Rionegro, y Alfonso López Trujillo, en Medellín, se encargaron de truncar todo proceso de realización del proyecto Medellín; testimonio vivo de esa persecución es el padre Federico Carrasquilla, que ha llevado su vida pastoral muchas veces a pesar de la jerarquía, otras por encima hasta de los feligreses.
La oposición de los obispos que llegaron después de las conferencias de Medellín y Puebla condujo cayó en terreno abonado, pues “es difícil que la cultura latinoamericana cambie”, y fertilizado por los papas que siguieron a Pablo VI, quienes impulsaron que el Vaticano recuperara su poder sobre la Iglesia.
Beatriz Acosta, rectora de La Enseñanza, destaca el contexto histórico de cada Papa. Señala, junto a la madre Nancy Fretes, como Juan Pablo II, proveniente del comunismo, se acerca a la gente, permitiendo avanzar en los conceptos de “liberación, transformación”, que fijó la teología latinoamericana; el papa Benedicto XVI genera racionalidad, y el papa Francisco es el pastor que toma el lenguaje latinoamericano.
El tiempo del documento es hoy
El profesor Daniel Ceballos y sus alumnas reconocen que el documento de Medellín ha sufrido olvido, pero reclaman, también, que con el pontificado de Francisco y esta celebración que ellas abren, es posibilidad de recoger los postulados fijados por el documento en los nueve capítulos en que interpeló a la sociedad y la Iglesia, para realizarlos a través de la acción de los jóvenes.
Fruto de esta reflexión, las alumnas que han analizado el Documento de Medellín entregarán a la reunión del Celam prevista entre el 28 y 30 de agosto, un documento que recoja las reflexiones del foro Construyendo la iglesia de todos. Tras reconocer que las decisiones de Medellín 1968 siguen vigentes, pedirán a los obispos latinoamericanos recogerlas, divulgarlas y revivificarlas.
Mártires por la opción por los pobres
Tomar la opción de los pobres, como reclamaron las conferencias de Medellín y Puebla, le ha significado a muchos religiosos latinoamericanos entregar su vida a manos de quienes, como señala la madre Beatriz Acosta, “están armados y se ponen bravos” por esa visión. El más reconocido de los religiosos asesinados por su opción es el arzobispo de San Salvador, monseñor Arnulfo Romero, beatificado el 23 de mayo de 2015 por el papa Francisco.
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En Colombia, tres religiosos son especialmente recordados por su martirio a causa de su compromiso.
El padre Jaime Restrepo López realizó su vida pastoral en el corregimiento Cristales, de San Roque, donde fundó los Hogares Juveniles Campesinos, en el barrio San Javier La Loma, y en el corregimiento San José del Nus, donde fue asesinado por paramilitares que lo atacaron al frente de su iglesia el 17 de enero de 1988. Tenía 44 años.
La madre Teresita Ramírez, de la Compañía de María, era profesora el corregimiento Cristales, del municipio de San Roque, al que llegó tras haber trabajado activamente formando las Comunidades Eclesiales de Base, en Barranquilla. Los sicarios llegaron hasta su aula de clase el 28 de febrero de 1989, asesinándola frente a sus alumnos.
Como directora de Pastoral Social en Tumaco, la madre Yolanda Cerón, religiosa de la Compañía de María, había denunciado la connivencia de miembros del Ejército con el bloque Central Bolívar, del paramilitarismo, que incursionaba en ese municipio del Pacífico. El 19 de septiembre de 2001, cuando salía a almorzar, la religiosa fue asesinada.