Luego de Siria, Estados Unidos agregó a Ucrania a la lista de asuntos por resolver para mejorar las relaciones con Rusia.
Desde que el conflicto estalló en 2013, las relaciones de Estados Unidos y la Unión Europea con Rusia habían acabado por hundirse. Acusaciones de colonización, ingerencia e invasión por parte de Vladimir Putin, el presidente ruso, se multiplicaron a medida que avanzó la crisis. Hoy en día siguen los enfrentamientos entre milicias prorrusas y el ejército ucraniano. Una nueva fase del conflicto podría surgir. Estados Unidos y la Unión Europea (UE) insistieron de nuevo en la necesidad de resolver la crisis con Rusia. No obstante, la muerte de un observador de la Organización por la Seguridad y la Cooperación en Europa (Osce) que según las fuentes sería de nacionalidad británica o estadounidense, muestra la fragilidad de las negociaciones, siempre amenazadas por la insurgencia.
Un paso adelante
Últimamente, la Unión Europea subrayó la posibilidad que las relaciones entre la organización y Rusia se reanuden. Federica Mogherini, alta representante para Asuntos Exteriores y Seguridad de la UE, incluso declaró que "nuestra cooperación no está congelada, y mi visita aquí es una clara demostración de que estamos dispuestos a continuar el diálogo. Pero sería irreal considerarnos socios estratégicos y al mismo tiempo mantener las sanciones" en su visita a Moscú, el pasado 24 de abril. Efectivamente, con el conflicto ucraniano, la Unión Europea denunció la injerencia rusa. Se mencionó la presencia de militares rusos o al menos el envío de material de defensa por parte del Gobierno a la insurgencia independentista prorrusa. Por consiguiente, la UE aplicó sanciones económicas a su vecino.
Por su lado, Estados Unidos también salió a declarar que, después de la visita a Rusia de Rex Tillerson, Secretario de Estado, “ las acciones de Rusia en el este de Ucrania siguen siendo un obstáculo" en el mejoramiento de las relaciones entre ambos países, pese a los esfuerzos ya realizados.
Ucrania, un asunto simbólico
Puede parecer curioso que el conflicto resurja en las discusiones. No obstante, Javier Garay Vargas, docente e investigador en asuntos internacionales de la Universidad Externado, aclaró que “no es que Ucrania hubiera desaparecido del mapa o de la agenda. Lo que pasa es que hubo otros temas que redujeron la importancia que tenía como las elecciones estadounidenses o el Bréxit.” Agregó que “la prioridad de Estados Unidos, desde muchos años, es el Medio Oriente, en particular el terrorismo islámico y, por el otro lado, Corea del Norte. Ucrania no tiene valor geopolítico más allá de la oposición y del planteamiento de las relaciones entre las dos potencias. Ucrania es una excusa para acercarse a Rusia”. Así que hay que matizar las declaraciones de la UE y de EE.UU., ya que Ucrania no es verdaderamente prioridad en la agenda política internacional. Además, parecería difícil que se pueda avanzar en esta crisis que ya ha durado más de tres años. ¿La razón principal? La distancia que se marcó entre Estados Unidos y la Unión Europea sobre todo desde que Donald Trump se posesionó como presidente y cuestionó muchos tratados internacionales como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) o los acuerdos de París sobre la protección del medioambiente. “Se ve difícil el acercamiento entre la Unión Europea y los Estados Unidos. El Gobierno estadounidense tiene una posición de rechazo, de desconfianza, de desconocimiento hacia esa entidad supranacional”, subrayó Vargas.
¿Una estrategia política?
Después de Siria y de Corea del Norte, el asunto ucraniano se sumó a la lista de asuntos por resolver por la administración Trump. Todos afectan de cerca o de lejos a Rusia. A propósito, Vargas subrayó que “claramente hay una intención de Donald Trump de desmarcarse de Rusia. El Gobierno de Trump ha sido caracterizado como muy cercano a Rusia, con el tema de los hackers. Entonces hay una intención del Gobierno estadounidense de mostrar una mayor fortaleza y un mayor desprendimiento en el caso ruso“. Después del escándalo de la posible injerencia rusa en las elecciones estadounidenses, forzando la victoria de Donald Trump, las investigaciones han estado alimentando los argumentos de aquellos que están convencidos que eso sí ocurrió. Finalmente, las agencias de inteligencia confirmaron en un informe publicado el 6 de enero pasado que “Putin y el Gobierno ruso quisieron aumentar las probabilidades de que gane el presidente electo Trump cuando se presentaba la ocasión, desacreditando a la Secretaria Clinton y públicamente criticándola”. Tanto la CIA como el FBI o la NSA concordaron con esa conclusión.
Agregaron que “Putin, sus concejales y el Gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por el presidente electo Trump contra la Secretaria Clinton”. Esta injerencia no fue sin consecuencia dado que Michael Flynn, el efímero consejero en seguridad nacional de Trump, tuvo que renunciar ante las mentiras que profirió sobre sus relaciones con funcionarios rusos. El caso había reactivado las tensiones después de que Barack Obama decidiera expulsar a treinta y cinco diplomáticos rusos y aplicar sanciones económicas por intervención en el proceso electoral estadounidense.
El problema de Crimea
La mayoría de los políticos europeos estuvieron de acuerdo en el carácter inesperado de la anexión de Crimea a Rusia, que pertenecía a Ucrania cuando se formó el país. El referéndum que provocó este suceso no fue reconocido por las autoridades internacionales. No obstante, la victoria del sí a la anexión se consolidó con 96%. Por su lado, Sean Spicer, portavoz de la Casa Blanca, afirmó en febrero que “el presidente Trump afirmó claramente que contaba con que disminuyera la violencia en Ucrania y se restituyera Crimea por parte del Gobierno ruso. Sin embargo, se ve difícil que Rusia ceda sobre Crimea, ya que tiene unos estrechos lazos con la península.
Históricamente, Rusia ha estado presente en la región desde el siglo dieciocho. Incluso, la mayoría de la población es rusófona. Además, Sebastopol, principal ciudad de Crimea, es un punto estratégico para las fuerzas militares rusas. Tienen bases compartidas con las fuerzas armadas ucranianas desde que se constituyó el país en 1991. La relación particular entre Rusia y la península se concretó con la construcción de un puente de diecinueve kilómetros que atravesará el estrecho de Kertch y conectará a los dos vecinos. No obstante, Rusia no tiene interés en repetir la anexión de Crimea, pero con las otras regiones separatistas. “Si excluyeran los oblast de Donetsk y de Lugansk, la taza de rusófonos en lo que quedaría de Ucrania se reducíria a 19,7%, lo que representaría una clara baja de la influencia rusa”, explicó Pascal Marchand, docente de la Universidad Lumière Lyon II.
El problema de la identidad nacional
“Antes de 1991, Ucrania nunca había existido como Estado, reconocido por el derecho internacional”, explicó Pascal Marchand. Efectivamente, lo que hoy son las fronteras ucranianas fueron sometidas a múltiples cambios en función de los diferentes acontecimientos históricos. Polonia, Rusia e incluso Austria tuvieron dentro de sus tierras parte de la Ucrania de hoy. Estas fronteras inestables tuvieron consecuencias notables que explican parte de la crisis que ha durado hasta hoy. “Existe una terrible falta de unidad identitaria, que se explica, primero, por el vacío mental y cultural considerable que separa el este del oeste de Ucrania”, resaltó el politólogo Vladimir Tchernega.
De manera general, la cultura rusa sigue muy presente en el este del país. Geográficamente, esta división ideológica entre una población tornada hacia Rusia y la otra más bien europeísta, se puede ver en el río Dniepr que divide al país en dos. Incluso en el ámbito político se manifiesta este fenómeno. El europeísta Petró Poroshenko, ganador de las elecciones presidenciales de 2014, obtuvo más de 50% de los votos en los oblasts (regiones) situados al oeste del Dniepr. En cambio, su predecesor Víktor Ianoukovytch, quien tiene más afinidades con Rusia, había ganado la mayoría de los votos en el este del país. La separación se manifiesta también a nivel cultural ya que en el último censo revelado en 2001 por el Estado, la población cuyo idioma nativo es el ucraniano está masivamente repartida en el lado occidental, mientras el oriente del país es de habla rusa, en particular Crimea.