Este neocandidato presidencial, que terminó en otrora condenado a setenta meses por enriquecimiento ilícito, no perdió los derechos políticos
David Turbay Turbay, excontralor General de la República, se ha lanzado sorpresivamente en pos de la Presidencia de Colombia como candidato de Opción Ciudadana. Es una posibilidad que le asiste a cualquier colombiano y ese no es el quid del asunto. El país lo recuerda como condenado por recibir $49 millones de parte del Cartel de Cali dentro del telón del proceso 8.000. La irremediable sorpresa está en que es un personaje que estaba en los cuarteles de invierno de la política, sin liderazgo, sin imán electoral e ido de las grandes ligas del protagonismo.
Como ya anda en campaña, su propuesta superlativa es todo un carrobomba: aumentar el salario mínimo en no menos de un 50%. Ahí está la primera utopía. Dice que lo han tildado de populista por esta idea. Incluso, omite que existe una fórmula normativa para el alza salarial cada doce meses, lo que torna en extravagante y absurdo el planteamiento. Al decir que no quiere atacar a los empresarios, suelta esta frase folclórica: “Hay que emparejar las cargas para que la mula pueda trepar la montaña”. Se pregunta cualquiera, si en un país donde se pugna ardorosamente por un puntico en el ajuste del salario mínimo, y es toda una batalla campal que termina zanjada por decreto presidencial, ¿en qué cabeza sensata cabría un incremento de semejante índole?
Pero la segunda utopía salta de bulto: dice que les llegará a los jóvenes. Y como no hay segunda sin tercera, se va con esta perla: “Yo quiero hacer un gobierno distinto”. Y viene en la seguidilla, una cuarta: “Voy a revivir un instituto que funcione como lo hacía el Seguro Social”. Turbay venía amenazando, desde febrero de este año, que volvería a la arena política. Este abogado de la Universidad del Rosario, de 65 años, dice que va a romper la racha de más de cien años de no tener Colombia un presidente del Caribe. En su pasado, se registra un promedio universitario bien majestuoso de 4.89 (en la Universidad del Rosario) y tiene un común denominador con Julio César Turbay –el expresidente–, que es el de ser afectos al corbatín.
Cuando se trata de filosofar, David Turbay dice que “en política la gente se muere más de envidia que de infarto”. Este neocandidato presidencial, que terminó en otrora condenado a setenta meses por enriquecimiento ilícito, no perdió los derechos políticos. Como al hombre le encanta pensar en voz alta, repite otra frase de molde: “No se necesita ser un buzo en los mares de la investigación para ver dineros del narcotráfico en la política”. Luce con esperanza al saber que lleva 40 años en política.
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El veedor de Opción Ciudadana, de apellido Rocha, le exige a Turbay que deje de presentarse como candidato presidencial, porque no se necesitan candidatos prestados. Opción Ciudadana, tiene en el presente 870 concejales, 19 diputados, 55 alcaldes, 9 representantes a la Cámara y 5 senadores. Uno de sus lemas es el de “Vamos a apostarle a la felicidad nacional bruta” y su retorno a la política se debió, según su propia versión, “porque así se lo reveló una visión personal íntima”.
Ahora empezará Turbay a ser tenido en cuenta en las encuestas (que por lo prematuras son más sondeos de opinión), pero nadie garantiza que de entrada supere siquiera el uno por ciento. Si candidatos del jaez de Humberto de la Calle y Jorge Robledo, no rebasan el seis por ciento, qué decir de Turbay que llega al escenario político casi virginal para las nuevas generaciones y desgastado para las mayores. El paisano de Lucho Bermúdez y de ascendencia libanesa, no tendrá suceso político distinto a una debacle electoral si es que llega a la recta final depurada sin que nadie cercano le diga que dé un paso al costado.
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