Hay que diluir una polarización, que si bien tuvo su razón de ser y hasta pudo ser sana, le llegó su hora
Ya está bien. Las Farc se desmovilizaron, entregaron sus armas y están cumpliendo. No hay marcha atrás. Es una realidad que no se puede negar digan lo que digan. La implementación jurídica del Acuerdo avanza en el Congreso, así sea con dificultades como es normal. El debate del Sí y del No ya es pasado para los ciudadanos, pese a que algunos intenten fosilizarlo para llenar su discurso. Entendible, pero por mucho esfuerzo que hagan la ciudadanía ya pasó el capítulo Farc del libro de la violencia en Colombia.
También hay fatiga del debate Santos-Uribe. A los ciudadanos ya no les llega, no es suyo, lo ven lejano y centralizado. Se dieron cuenta de que hay más líderes y espacios políticos que representan otras opciones con propuestas cercanas.
La gente está hastiada del mismo tema durante tanto tiempo porque sabe que esa realidad ya pasó y, en especial, porque hay muchos otros problemas que la afectan dramáticamente. Por eso hay que diluir una polarización, que si bien tuvo su razón de ser y hasta pudo ser sana, le llegó su hora. El guion debe cambiar: el público está interesado en la solución de sus problemas cotidianos y trascendentales, personales y colectivos, todos al tiempo porque un país es lo pequeño y lo grande, lo individual y lo comunitario, lo regional y lo nacional. A eso responde un verdadero estadista.
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No más chamusquinas para defender dirigentes cuyo discurso está desconectado de las necesidades actuales.
Ya está bien: Cambio de libreto, de discurso, de tono, de propuestas, de líderes, de partidos, de rumbo: Viraje de la historia.
No se trata de retirar y abandonar esa página del conflicto con las Farc. Este debe seguir su ruta ya transformado en la implementación jurídica y material de los acuerdos. Transformado en política. Un país tampoco puede hacer cortes en su historia, en su camino. Debe entender sí, las etapas diferentes, las realidades nuevas, las transformaciones que van llegando para bien y para mal. Avanzar es el verbo.
Ya está bien. No más insultos, mentiras, bloqueos ni quejas. Ese episodio ya pasó, ya estuvo bien, o mal, pero ya pasó. Los políticos, todos, deben comprender que el país camina, que brotan otras lágrimas y se oyen otras risas. Que mantener el mismo discurso los vuelve paisaje. Que el pueblo no es bobo para seguir siendo carne de cañón ni hueso para caldo de diatriba.
Los acuerdos están andando, regular o bien pero están andando y eso ya es mucho frente a 53 años atascados en un lodo de sangre y dolor. Y claro, hay que cuidarlos para que no los destricen, para no retornar a ese lodo quién sabe por cuántos años más. Pero ya está bien, el país tiene decenas de problemas que también hay que enfrentar. Insisto en “también” porque quedarnos en uno solo es lo que ha hecho que se acumulen, acrecienten y reproduzcan.
La salud, la educación, la corrupción, las demás violencias, la inseguridad cotidiana urbana y rural, el empleo, las pensiones, la alimentación, la injusticia, en fin, son tantos los problemas y los retos que hace rato esa polarización Sí-No y Uribe-Santos salió del ámbito ciudadano y se convirtió en un ruido que estorba, en un lastre que no deja avanzar, en un periódico de ayer. Sí, “tu odio es un periódico de ayer”.
Las elecciones del 2018 lo demostrarán, de hecho la campaña que ya comenzó está dando cuenta de ello, las encuestas, la gente en la calle lo vive, lo dice. Esa camorra de salones, de capitolios, de redes sociales, de Bogotá, se está quedando sin público en las graderías. Se fue el público, se apagaron las luces, solo destellan algunos flashes de la prensa que cada vez son menos porque los vendedores también se van tras el público que se fue a buscar qué comer, cómo educarse, cómo sanarse, cómo impedir que le roben más los corruptos desde las oficinas y los otros delincuentes en las calles, cómo dejar de ser pobre, cómo pensionarse, cómo proteger su vida… Se fue a ganarse la vida.
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Cuál Santos, cuál Uribe, cuál Sí, cuál No. Los ciudadanos buscan su propio destino, el destino de su nación que es mucho, muchísimo más grande que dos respetables dirigentes y que dos monosílabos. Ya está bien, que venga el nuevo país. Hay con quién: Se le tiene, se le debe, se puede.