Tres décadas después, Colombia recibe a un papa

Autor: Andrea Arboleda Yarce
25 agosto de 2017 - 12:00 AM

El primer papa que visitó a Colombia fue Pablo VI en 1968 y 18 años después el pontífice Juan Pablo II vino y recorrió diferentes lugares del país. Trés décadas han pasado, y ahora los colombianos esperan la visita de Francisco, quien arribará a Colombia el próximo 6 de septiembre. 

Medellín

El papa Francisco será el tercer pontífice que visite a Colombia. Han pasado 49 años desde que Pablo VI estuvo en Bogotá y 31 años después de la visita de Juan Pablo II, quien recorrió diez ciudades del país en siete días.  

A la espera entonces de la tercera visita papal a territorio colombiano y a pocos días de que se dé, vale la pena recordar las dos únicas visitas papales, hasta el momento, y su contexto, además conocer el sentido de las visitas papales. 

 Pablo VI y la Conferencia Episcopal

En agosto de 1968 se celebraba el XXXIX Congreso Eucarístico Internacional, el cual dio paso a la II Conferencia Episcopal Latinoamericana. Por esta razón, por primera vez un papa decidió visitar el continente latinoamericano y el país elegido para recibirlo fue Colombia. La conferencia, de gran importancia en la iglesia católica, fue llamada la Conferencia Medellín y tendría lugar en la misma ciudad para la conmemoración de los 100 años de la Arquidiócesis de Medellín. Sin embargo, por razones de seguridad, espacio y logística, el papa Pablo IV, Giovanni Batitsta Montini, aterrizó en Bogotá el 22 de agosto. 

El papa fue recibido en la capital colombiana por el presidente Carlos Lleras Restrepo, el cardenal arzobispo de Bogotá, Luis Concha Córdoba, el administrador apostólico de la arquidiócesis de Bogotá, Aníbal Muñoz Duque, el alcalde de la ciudad, Virgilio Barco Vargas, y varios personajes del gobierno, de la sociedad y de la Iglesia.  Su estadía en Bogotá incluyó la visita al barrio Venecia, donde se reunió con algunos enfermos; al municipio de Mosquera, donde realizó una eucaristía con los campesinos, universitarios y obreros, y el 24 de julio bendijo la sede de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana. 

El año 68 fue un año muy convulsionado en el ámbito mundial. En París, particularmente,  era una época de muchos cambios, la Iglesia misma estaba sufriendo unas transformaciones enormes, porque las reformas del Concilio habían producido un gran cambio al interior y al exterior de la vida de la Iglesia. Muchos sacerdotes habían dejado su sacerdocio, muchas religiosas habían dejado de  ser religiosas, entonces fue un año especial”, explicó el padre Óscar Álvarez, vicario general de la Arquidiócesis de Medellín. 

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El papa Pablo VI también daría entrada a la renovación de la Iglesia católica, a la evaluación de la fe y de la esperanza, por eso su mensaje principal para Colombia y América Latina sería: “Iglesia ¿qué piensas de ti misma?”, como un llamado, según el padre Álvarez, a la reflexión. 

Esta fue la manera en la que Pablo VI le  hablaba a toda la comunidad eclesial, para que se evaluara, pues era un momento de reflexión y de cambios muy importante. El hippismo en el mundo y la revolución del pensamiento, la lucha entre el capitalismo y el comunismo eran cosas que afectaban no solo a Colombia sino a América Latina. La visita del papa no es la visita a un pueblo, es a toda una nación. En ese caso fue a todo un continente”, añadió el vicario.

Juan Pablo II y los Siete días blancos

Cuando Juan Pablo II visitó a Colombia el país atravesaba momentos muy críticos con dos tragedias ocurridas siete meses antes de su llegada. En noviembre de 1985 se dió la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, y días después el volcán Nevado del Ruíz hizo erupción provocando la avalancha que arrasó Armero, Tolima, y que dejó un saldo de al menos 22.000 muertos. 
El padre Diego Uribe, docente de la facultad de teología de la Universidad Pontificia Bolivariana, resaltó que la época en la que se dió esta visita resultó complicada, por lo que sucedía en el país. 

“Colombia vivía una situación también en la que los conflictos armados estaban en pleno apogeo, el narcotráfico estaba vivo y se sumó la catástrofe de Armero y la toma del Palacio de Justicia, que mostró el alcance de la violencia unida a todas estas situaciones complejas del país. Por eso el lema del papa Juan Pablo II fue ‘Con la paz de Cristo por los caminos de Colombia’, un anuncio de una propuesta desde la fe, desde la luz del evangelio, para recordarle a Colombia su origen y su realidad de pueblo creyente, que debía responder con actitudes positivas a una situación tan grave como la que se vivía”. 


El papa peregrino o viajero, como se le conoció, recorrió durante siete días, los llamados Días blancos, diez lugares del territorio colombiano: Bogotá, Chiquinquirá, Tumaco, Cali, Popayán, Armero, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. 

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En ellos, el Mensajero de la paz  transmitió para  toda la nación y en todo momento, un mensaje esperanzador, un mensaje de paz. Una constante invitación a que Colombia volviera a las raíces de la fe, que recordara su compromiso de fe, sus valores cristianos tan profundos y que a partir de eso siguiera construyendo la paz, que siguiera trabajando en un proceso de reconciliación nacional, fueron las palabras del papa Juan Pablo II para el pueblo colombiano”, contó el padre Uribe. 


El sentido de las visitas papales 

La figura como tal de las visitas papales no es nueva, porque existieron en otro tiempo, aunque en otra forma. El primer pontífice, que fue el apóstol Pedro, realizó unas experiencias pastorales y por ejemplo, según comentó el padre Diego Uribe, “él terminó su vida en lo que podríamos llamar una visita que hizo a Roma en la cual entregó su existencia”. 


Para el padre Óscar Álvarez el sentido que tienen las visitas papales se centra en llevar el mensaje del Evangelio. “Siempre es un sentido de evangelización, porque la tarea del papa es pasar por el mundo como sucesor del apóstol San Pedro, encargado de fortalecer la fe desde la unidad y la vivencia del evangelio. El papa es el garante de la moral, de las costumbres, de la vivencia de la fe. Una dimensión ad intra (al interior) de la Iglesia y ad extra (al exterior) de la Iglesia, para todos lo que no hacen parte de la Iglesia católica”. 

Sin embargo, a lo largo de la historia, como explicó el padre Uribe, las visitas tuvieron varios sentidos: “Primero que todo, para animar en la fe, visitas de orden para mirar la situación de las Iglesias, algunas fueron muy complejas y muy difíciles, como las que por ejemplo se dieron en el siglo XIX, en una de ellas, un papa incluso estuvo preso en Francia. Ahora sobre todo, cuando se ponen de una manera más evidente con Pablo VI y Juan Pablo II, son momentos en los cuales el papa acude a un país para animar en la fe, para compartir la realidad en la que se vive, para dar un mensaje del Evangelio y para impulsar la misión de la Iglesia”, es decir, según el sacerdote, no se trata simplemente de una visita diplomática con el jefe de Estado, sino como la visita de un pastor quien quiere acompañar a su pueblo. 

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Para la organización de estas visitas existen varias posibilidades, como la de una invitación por parte de las Conferencias Episcopales y, en muchas ocasiones, la misma está acompañada por la invitación que hace directamente el jefe de Estado de cada país. “Las visitas muchas veces se concretan entre el papa y las Conferencias Episcopales para acudir, por ejemplo, a  situaciones especiales. Por ejemplo, la de Juan Pablo II a España a una Jornada Mundial de la Juventud, la visita de Benedicto XVI a España para celebrar el Encuentro Mundial de las  Familias, la de Pablo VI al Congreso Eucarístico a Bogotá, es decir, se dan para conmemorar un evento significativo o acontecimiento especial. En algunos casos interviene también el país, pero cuando no son países de mayoría católica, por lo menos se cuenta con la presencia de las autoridades, para que se pueda lograr una coordinación de acciones y poder recibir al papa”, concluyó el padre Uribe.

No obstante, quien decide finalmente los lugares y tiempos para las visitas, es el mismo pontífice, teniendo en cuenta las necesidades de los países y a veces se puede incluir la visita por varios países en un mismo recorrido.

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