El interés de los elenos en que aquello no se olvide es constante, igual que al plebeyo de otros tiempos y latitudes le importaba exhibír cualquier vínculo, así fuera lejano u ocasional, que lo emparentara con la nobleza, para mejorar sus ancestros y reivindicarse un poco ante la vida.
Al menos hasta hoy domingo, el episcopado colombiano y la comunidad internacional siguen insistiéndole, cada cual a su manera, al ELN para que mantenga el cese de fuego. Es casi un ruego, que de parte de la Iglesia no me extraña , pues fue ostensible su involucramiento y la participación de curas españoles (Pérez y Laín) y de un colombiano de tanta prosapia y celebridad como Camilo Torres, a quien en premio a su devoción enviaron los alzados al sacrificio, haciéndose así a un mártir fácil. El interés de los elenos en que aquello no se olvide es constante, igual que al plebeyo de otros tiempos y latitudes le importaba exhibir cualquier vínculo, así fuera lejano u ocasional, que lo emparentara con la nobleza, para mejorar sus ancestros y reivindicarse un poco ante la vida.
No sobra subrayar que a la sazón la presencia de clérigos en las filas insurgentes obedecía no solo a que ellos comulgaran con su ideario sino a que la revolución cubana, que vivía su etapa germinal, infantil, la más pura e inocente, cuyo candoroso entusiasmo conmovía a tantos jóvenes soñadores en este hemisferio, y en Europa embelesaba a intelectuales “progresistas” del tipo de Sartre, aburridos de tanta ociosidad y charlatanería, y de no tener una causa nueva y atractiva que abrazar en esa larga espera de la postguerra en que periódicamente apenas se reconfortaban en sus tertulias con todo aquello que en el planeta molestara a los gringos. Los mismos gringos que pocos años antes los habían librado de la esclavitud hitleriana, para luego reconstruir con sus dólares del Plan Marshall los países que la susodicha plaga había dejado deshechos y hambreados. Y que de ñapa los habían resguardado de la barbarie staliniana, de la que también maldecían , aunque en silencio.
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Como nos lo enseña la historia de los dos últimos siglos, desde la aparición de Marx y el marxismo, y como lo corrobora la experiencia de todo partido o facción que pretenda suplantar el orden social existente, la lucha armada siempre fracasa si se prolonga demasiado , sin ensayar otros métodos, en lugar del que no ha dado resultado. La acción insurgente termina así petrificada e invalidada de tanto persistir, girando en redondo, sin alcanzar, ni acercarse siquiera a su objetivo. Deja de ser eficaz para lo que se propone.
Y también flaquea a la larga cuando su inspiración y aliento provienen del exterior, en un intento por calcar, como sucedió aquí, lo de la Sierra Maestra cubana. Y aplicar dicho experimento a un medio tan distinto como la Colombia de los años sesenta, cuando surgieron los elenos como grupo de corte guevarista. Ello incidió mucho en su génesis y formación. Como repercutió la simpatía demostrada por los diletantes europeos, la cual les imprimió el aura de nobleza y altruismo que los adornó al comienzo ( antes de degradarse en la peor criminalidad) brindándoles audiencia y algo de respetabilidad a sus designios. Esto a la larga tampoco sirvió mucho al propósito de derrotar, o hacerle mella , al Establecimiento, fomentando un alzamiento que no lograba propagarse.
Además, en intelectuales de esa laya, adherentes a distancia, todo el que esté familiarizado con sus manifiestos inefables ( siempre son el mismo, no importa la causa o lugar a que aludan) sabe que la solidaridad es solo de palabra, no se traduce en nada, pues tales “idiotas útiles”, como suele llamárseles lastimeramente, o compañeros de viaje, no abandonan jamás su vida muelle, vegetativa . Todo lo que quieren es “epater” (escandalizar) la burguesía , que los sustenta y utiliza a la vez, y cuyo status envidian sin repudiarlo en los hechos, para no comprometer el suyo, bien cómodo, de parásitos sociales tolerados y asistidos desde arriba. Digámoslo más claro: son revolucionarios, pero hacia afuera, más allá de las fronteras patrias, para no correr riesgos.
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Continuaremos luego este improvisado “psicoanálisis de grupo”, para entender, en lo posible, y con el perdón de Freud , los traumas y fijaciones de infancia que explican tanta vacilación y reverzasos en los muy venerables comandantes de la guerrilla en cuestión.