Como no existen dos cerebros iguales en el universo (ni en una pareja de gemelos), menos habrá percepciones iguales
Un ejemplar viejo de esa revista que dizque sale todos los domingos con el periódico neoyorkino, y que no sé de cuándo es, porque no veo la fecha, dice varias cosas que me llamaron la atención: 1ª. Si yo presiento que alguien recién presentado por mí pueda tener sexo con un conocido mío que tiene VIH, no debo advertírselo al recién llegado.... 2ª. Si la distribuidora de plaguicidas e insecticidas Monsanto me va a regalar plata para hacer un jardín en mi barrio debo recibírsela, aunque haya criticado sus productos...
Ah y dizque se supone que en ese Times es muy objetivo lo que se dice, o sea que se describe lo que se ve. Lo que pasa es que creo que todos los periodistas somos objetivos o sea hablamos de lo que vemos, oímos, sentimos, olfateamos, pero como no existen dos cerebros iguales en el universo (ni en una pareja de gemelos), menos habrá percepciones iguales, y cada uno ve a su manera, según lo que ha estudiado y vivido, y según como le hayan educado los ojos en su casa, en las de los abuelos y los tíos y hasta en las de los hijos que salen de distintas universidades.
Pues si todos viéramos todo igual en todas partes, no habría peleas, ni siquiera partidos políticos, ni objetividades subjetivas. ¡Ay Dios mío! ¿Todos te verán como yo te veo? Preocupado porque el mundo te quedó regular, pues cuando lo estabas haciendo como que se te cayó de las manos y sólo alcanzaste a decir: ¡Ojalá funcione!
Y tu hijo Jesús que iba a volver acá a la Tierra, no se ha atrevido y al paso que vamos como que ni nos vamos a ver, por lo menos no por aquí en la 7ª bogotana, y ni siquiera en Junín con la Playa, donde mi abuela esperaba el regreso de su estatua en la procesión para guardarla y cubrirla, para que los 20 nietecitos no nos asustáramos.
De niña estuve en Nueva York, la supuesta capital del mundo, después de que allá salieran de sus crisis y de ganar junto con Inglaterra y Francia la guerra 39-45. Me bajé con mi madre de algún barco que anclaba allí en la playa de Nueva York donde ahora dizque venden terrenos.
Mi madre dijo, el hotel es allí arribita, vamos a pie, eran las ocho de la noche, cansadas, arrastrando maletas llegamos. Eran otros tiempos, el portero nos abrió la puerta y nos recibió, como la cosa más normal.
Mi mamá se registró y dijo que su marido llegaría al día siguiente. Aprendí. Vivíamos en un mundo machista. En la mañana, fundidas, ella pidió el desayuno al cuarto y cuando el criado timbró me dijo: Envuélvase en las cobijas para que el muchacho crea que usted es mi marido. Amen. Recién terminada la guerra había cierta pobreza: Nos llevaron un tecito servido y un croissant. Pensé en los panecitos que llevaba diariamente a la casita la cajonera de Medellín.
Pues los colombianos, así hayamos vivido y sufrido bajo el horror de las guerrillas y hayamos peleado contra Perú, no sabemos lo que es la guerra: cuando bombardean desde encima y las luces de calles y casas permanecen apagadas toda la noche. Cf. Diario de Ana Frank.
La verdad no sé cómo sería el New York Times de esas épocas.
Sólo recuerdo cómo salía uno de los periódicos prohibidos (un minipapelito de seda) en la época de Rojas Pinilla (el que trajo la TV a Colombia y aflojó el voto para las mujeres).
*Psicóloga UJ y Filóloga UdeA