Había logrado “Compartir los esparcimientos”. La víspera preparó cuidadosamente todo. Y llegó el gran día.
Ella había comprado una colección de libros HOW TO. De esos que enseñan a hacer de todo en pocas lecciones.
Ella había estudiado en la U. y era amiga de los libros. “Si la gente se ha molestado en escribir, es porque tiene algo que decir”.
Realmente necesitaba esa colección completa de los libros del COMO HACERLO, porque ella no sabía nada. Nada que sirviera. NI cocinar, ni hacer floreros, ni cortar ni coser, ni hacer presupuestos y se equivocaba en las sumas. No sabía remendar. Ni lavar, ni planchar. No sabía de puericultura, psicología, ni enfermería.
Pero sus libros eran estupendos. Cómo cocinar sin lágrimas. Cómo hacer un vestido en una noche. Cómo decorar la casa sin gastar. Cómo lograr un jardín interior. Cómo educar niños inteligentes. Y Cómo lograr la felicidad en el matrimonio. Éste último le interesó especialmente y comenzó su lectura por él. Se enteró de cosas interesantes y aclaró otros puntos que tenía oscuros: “Segundo secreto de la felicidad, compartir los esparcimientos del marido”. Había que jugar ajedrez, coleccionar, cazar, pescar, disecar, nadar, jugar al golf, al tenis... el tenis era la pasión de su marido.
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Muchas mañanas madrugaba para ir al tenis antes del trabajo. Ella no había cogido una raqueta en su vida. Y no le hacía gracia ponerse shorts pues era patigordita. Pero si el libro decía que había que compartir esparcimientos, había que hacerlo. El tenis era parte integrante de su vida, hasta de noche jugaba pues se había conseguido una cancha iluminada. Ella se llenó de valor. Si Pepe no dejaba el tenis, ella lo cogería. Compró. Como aprender tenis en 10 lecciones. Leyó que si bien éste se jugaba en Inglaterra, había tenido origen en Francia, la palabra inglesa TENNIS era deformación de la palabra francesa ´TENNEZ’ que se gritaba cuando se iba a lanzar la pelota.
Hizo cantidad de ejercicios. Se mandó a hacer unos shorts sobre medidas - Ya preparada decidió dar la sorpresa a Pepe. “Voy a tomar clases de tenis para poder jugar contigo”. Pepe subió las cejas hasta donde pudo pero le dijo que OK. Resolvieron madrugar los dos para ir a jugar a la mañana siguiente. Hablarían con el Profe y cuando ella hubiera practicado unos meses, jugarían juntos. Ella en su intenso deseo de aprender, jugaba con el profesor hasta las 12. Casi desmayada, llena de polvo, con uñas rotas, despintada y peli- revuelta entró al comedor, Pepe la esperaba sonriente, con sus shorts inmaculados. Se sentaron. ¿Nadie más jugaba tenis en ese club? Echó una mirada alrededor. Ah sí. Ahí estaban las campeonas sudorosas pero divinas, pelo cogido, labios pintados, uñas impecables, dueñas de la situación.
¿Por qué esa diferencia? Pero ella aprendería. Cumplida, iba a su clase tres veces por semana. Como a los seis meses, mano llena de callos, dedos nudosos, muñeca gruesa, cara llena de poros abiertos, columna torcida de tanto girar, el profesor le dijo. - Ya puede jugar con la gente.
Ella dichosa. Ésa noche le dio la noticia a Pepe. El domingo siguiente jugarían los dos. Había logrado “Compartir los esparcimientos”. La víspera preparó cuidadosamente todo. Y llegó el gran día. Ella se sentía transportada. El un poco sorprendido. Jugaron. Ella feliz, contestaba todas las bolas, casi todas. Como a la hora dijo él: “¿Descansamos?” Y se sentaron a tomar algo. Después él sugirió que se vistieran y fueran a almorzar.
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Para el domingo siguiente ella empezó desde la víspera a alistar las cosas, entonces él le dijo, “Vea m’hija, bien pueda aliste sus cosas por si quiere jugar con otra persona, pero yo con usted no vuelvo a jugar porque usted no entretiene”.