Ocurrió en un hotel de Tokio, en 1992, cuando las dos leyendas sellaron un acuerdo que le hizo tributo al fútbol. Un momento único.
Y pusieron la mano derecha, una encima de la del otro, para pactar que si aquel 13 de diciembre algún jugador del Sao Paulo o del Barcelona se descontrolaba o no respondía al buen fútbol que ellos predicaban como religión, lo sacarían de la cancha.
Trato hecho, dijo entusiasmado Johan Cryff.
Participe usted, me pidió Telé Santana.
Y yo también puse la mano...
El exárbitro Juan Carlos Loustau evocó así el momento cumbre del más maravilloso pacto secreto que el fútbol ha conocido hasta hoy y del que el argentino se considera "un testigo privilegiado".
Fue la madrugada del 11 de diciembre de 1992 en un hotel de Tokio. Casi cuatro horas de charla sin pausa habían pasado, muchas tazas de café se habían consumido y el holandés no paraba de fumar.
Insólito para los tiempos de hoy pensar que 25 años atrás, en la antesala de la final de la edición 31 de la Copa Intercontinental de Clubes, el Barcelona dirigido por Cruyff y el Sao Paulo de Telé aguardaban en el mismo hotel de la capital japonesa la hora del pitido inicial de Loustau.
En una esquina Hristo Stoichkov, Michael Laudrup, Pep Guardiola, Ronald Koeman, Andoni Zubizarreta y compañía. En la otra, Muller, Palinha, Raí, Cerezo, Cafú, Zetti...
(Telé Santana, (der), una leyenda del fútbol brasileño)
Y en el centro de ese cuadrilátero imaginario Telé y Cruyff departían como amigos, sin preocuparse de que dos días después estarían enfrentados por un título.
"Estaban convencidos de que perder jugando bien no es fracasar y de que en un partido leal, si se respetan los principios que los llevaron a esa instancia, no hay vencedores ni vencidos", declaró Loustau en una entrevista.
El argentino, considerado hace 25 años el segundo mejor árbitro del mundo, llegó a Japón para dirigir la final de la Intercontinental convencido de que tenía una carrera importante.
Había dirigido en el Mundial Italia de 1990, el partido inaugural y el de la final del Mundial sub'20 de 1987, así como la Copa América de 1989 y la de 1991.
"Pero en cuarenta años de carrera nada me tocó más como haber participado en esa conversación entre Telé y Cruyff. Fue la cosa más enriquecedora que el fútbol me dio", afirmó.
Loustau, quien el 13 de julio cumplió 70 años, se hospedó en el mismo hotel que ocupaban las plantillas del Barcelona, campeón de la Liga de Campeones de la Uefa 1991-1992, y el Sao Paulo, absoluto de la Copa Libertadores de 1992.
(Johan Cruyff, el genio que revolucionó el fútbol)
"Aquella noche no podía dormir porque aún tenía los horarios cambiados, doce horas de diferencia con Argentina. Bajé al vestíbulo y fue cuando Telé me vio. Se levantó, me llamó y me dijo: Juan Carlos, venga que le voy a presentar a Johan Cruyff", el mismo que como jugador ganó el Balón de Oro en 1971, 1973 y 1974.
"Hablaban del fútbol como si fuera algo sagrado. Decían que interrumpir un partido con lesiones fingidas, esconder del balón o hacer una sustitución para ganar segundos no les resultaba válido", recordó haber escuchado el argentino.
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Dijo que Cruyff le preguntó con cierto espanto por su experiencia en el partido del 3 de septiembre de 1989 en el Maracaná, entre las selecciones de Brasil y Chile por las eliminatorias del Mundial de Italia, el mismo en el que el portero Roberto el Cóndor Rojas fingió haber sido herido por una bengala.
"Cruyff y Santana querían ganar, pero no de cualquier manera, no con patrañas. Tenía que ser con sus argumentos, que eran muy parecidos. Por ejemplo, hablaban con deleite del desafío de combinar la velocidad con la precisión para sorprender al rival", recordó.
Entendió Loustau aquella noche que sus interlocutores nunca interpretaron como fracaso perder, como perdió Cruyff con la Naranja Mecánica la final del Mundial de 1974. O como perdió Telé con su inolvidable selección Canarinha ante Italia en el de España'82.
"Ellos querían ganar con su credo y coincidían en que respetarlo era la base del éxito. Bastaba ver jugar sus equipos para entender que lo que ellos pregonaban, lo hacían sus jugadores", destacó.
Jugadas inútiles eran rechazadas por el brasileño y el holandés.
"Criticaban los centros al área que no generaban peligro. Decían que si no había posibilidades de llegar con el balón a la cabeza o al pie de un compañero para buscar un gol, ¿para qué lanzarlos?".
"No se cansaron nunca de hablar de fútbol. Hubieran seguido de no haber sido porque Telé y yo estábamos con el sueño cambiado. Eran casi las tres de la mañana de aquél 11 de diciembre y fue ahí cuando surgió el pacto, la apuesta por el juego limpio", expresó.
Como tocado por una varita mágica, Loustau subió a su habitación embriagado de fútbol, convencido de que dos días después estaría conduciendo en el Estadio Nacional de Tokio un partido en el que poco tendría que intervenir.
"El tiempo neto que se jugó fue enorme, sin mala intención y con múltiples opciones de gol", dijo al repasar el encuentro ante 60.000 personas que Stoichkov desequilibró a los 13 minutos, pero que Raí se encargó de remontar con un doblete a los 26 y 79 minutos.
Nunca más se vieron para tomar, al menos, otra taza de café.
Telé falleció en 2006, a los 75 años; Cruyff con 69, en 2016. Y el "testigo privilegiado" sigue recordando como si fuera hoy la madrugada que puso su mano para ayudar a sellar un bello pacto.