Sumido en la crisis de resultados y confianza que construyó con sus decisiones erradas, el gobierno de Venezuela tiene en el camino que le mostró la Unión Europea una puerta para desmontar su dictadura.
En una jornada dramática para Venezuela, Nicolás Maduro ha recogido los únicos frutos posibles de un gobierno que ha debilitado y corrompido las que fueron sólidas instituciones, mientras destruía la democracia, el sector productivo y a Pdvsa, empresa venida a menos por la forma irresponsable como el chavismo la hizo producir al límite sin invertir en su modernización.
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En un pequeño giro a su indiferencia, rayana en la tolerancia con los desmanes dictatoriales del Gobierno, la Unión Europea ha determinado sanciones inéditas en materia de controles a las cuentas, restricciones de viajes y embargo a la venta de armas a Venezuela. Boris Johnson, secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, ha anunciado que las sanciones no son un fin para esa comunidad, sino su medio para “aumentar la presión sobre los responsables de la crisis”, principalmente el gobierno de Maduro, al que le exige respetar las reglas de la democracia y abrir un diálogo transparente con la oposición. De la advertencia europea no se escapó la oposición, que fue impelida a participar del diálogo con el Gobierno, aportando a la salida de la crisis.
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Este anuncio político coincidió con fuertes señales de desconfianza del mercado en una economía sometida a hiperinflación, sobreendeudamiento y escasa capacidad productiva. El más dramático fue emitido por la calificadora Standard and Poors, que declaró el Default parcial (cesación de pagos) para un régimen que no logró abonar los intereses de bonos a vencerse en 2019; la firma declaró también bajo vigilancia estrecha otras obligaciones por vencerse. El baldado de la calificadora aumentó el golpe recibido por el Gobierno por parte de los casi 450 tenedores de deuda venezolana, que ayer no presentaron las ofertas que las autoridades esperaban, para renegociar el valor del 91% de la deuda. El oscuro panorama económico se agravó con la caída, en octubre, de la producción de petróleo a niveles por debajo de 1989, cuando el país exportó dos millones de barriles diarios de crudo. En situación atribuida a la obsolescencia tecnológica de Pdvsa, el pasado octubre esa producción se ubicó en 1,9 millones de barriles diarios, contrastando con los 2,08 que había producido en septiembre; con tales resultados para el país se hizo imposible aprovechar el repunte de los precios del crudo.
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Sumido en la crisis de resultados y confianza que construyó con sus decisiones erradas, el gobierno de Venezuela tiene en el camino que le mostró la Unión Europea una puerta para desmontar su dictadura eliminando la constituyente y abriendo paso a las elecciones libres y sin censura. Sin embargo, también puede escoger la ruta de estrechar vínculos, y el tamaño de la hipoteca de la soberanía nacional, con Rusia y China, o con actores, como las Farc, dueños de importantes fortunas hechas en los mercados negros, y hoy descongeladas por la exclusión de la lista de organizaciones terroristas, por los europeos. La tardía presión sobre ese régimen no termina con los riesgos.