La decisión más importante de nuestra existencia es la forma consciente o inconsciente como le asignamos sentido a nuestros actos y así le damos un significado a nuestra vida.
La decisión más importante de nuestra existencia es la forma consciente o inconsciente como le asignamos sentido a nuestros actos y así le damos un significado a nuestra vida. Descuido o imposición en esta delicada operación vital es el origen de la desgracia que se expresa como angustia o inestabilidad, crisis cíclicas o permanentes, sufrimiento como desazón y sentimiento de vacío. Una decisión sabia en este campo es alegría de cada mañana y claridad en cada gesto.
El sentido que elegimos o nos dejamos imponer es la fuente de la autoafirmación o la duda perenne, del sosiego o la perturbación y de la serenidad o la zozobra. La sabiduría, la dicha y plenitud en el vivir que ciertos seres respiran y emanan, a diferencia de otros que se les ve el sufrimiento, así sean ricos, eruditos o poderosos, se debe a encuentros tempranos o tardíos y felices con sentidos diáfanos para ellos mismos y saludables para su propia vida. Es hermoso que los demás lo puedan observar y les parezca un milagro.
Es definitivo en el vivir el esfuerzo por hacer nuestra vida digna. Por ello decimos, por ejemplo, que voy a orar si lo necesito, a servir si me deja pleno, a enriquecerme si me satisface o voy a pintar hasta que se me seque la mano, o escribir, estudiar y a esos actos dedicamos la vida. Opino que esas elecciones hacen la diferencia entre una vida mal vivida o el ser que está en sí mismo de manera luminosa y ejemplar.
No se nos olvide que la felicidad no es una empalagosa sustancia que nos evita el dolor de cada nacimiento y la lucha de cada día. Esto explica la seguridad y la tranquilidad de los seres humanos que definimos como seres de vocación. Lo que nombra la palabra vocación es “escuchar la voz”, esa voz puede ser interior; puede ser también una voz externa, la del padre, la madre o la de la cultura que nos pone a elegir entre destinos posibles. Pero la voz interior es más fuerte y decisiva y traicionarla puede ser motivo de disgusto vital y pérdida del genuino sentido de la vida. Cuando atendemos la voz externa nos podemos equivocar, pasa por ejemplo con la escritura y el arte, muchos de quienes nos dedicamos a ellas creemos en vocaciones auténticas, pero en muchas ocasiones esas decisiones de vida se originan en imposiciones sutiles.
El prestigio del artista, del intelectual o el escritor ha impulsado a muchos seres a seguir caminos para los cuales no tienen el talento. Fracasan estrepitosamente. El talento es la clave del éxito y no es exclusivo del mundo del arte. Se necesita talento para hacer fortuna y para conservarla, se lo requiere para dedicarse a la vida en la investigación y obtener resultados. La ausencia de talento se hace visible en los resultados mediocres en todos los campos de la vida. Para reconocer el talento propio y ajeno hace falta inteligencia natural pero para reconocer sentidos de la
vida que son un fracaso y un escape la sencilla observación y el sentido común son garantía. Pero debo finalizar admitiendo que el tema del talento puede ser una imposición de la manía por ser exitoso propio de la vida burguesa y quizás hay que admitir que una vida bella y bien vivida es la humilde que muchos seres sencillos han elegido haciéndolos plenos y radiantes para cualquier observador atento.