Hay comportamientos más graves que una camisa de Escobar o una foto de un extranjero en la tumba del capo
Tras reiteradas denuncias en las que se evidencia cómo se explota la imagen de Medellín de cuenta de los llamados Narcotours, al que acuden extranjeros de todas las calañas, desde incautos y curiosos hasta artistas de apodo rimbombante, llegó la hora de debatir cómo contar ese capítulo de la historia, a partir de la idea del alcalde Federico Gutiérrez de derrumbar el edificio Mónaco, en El Poblado, para que ese no sea más un santuario de turistas tras las ruinas de Escobar.
La respuesta en principio de la autoridad local pareció ser acudir al escarnio. Un regaño con tono de cantaleta, logró quitarle una camisa de Escobar al cantante de reggaetón J. Álvarez y un trino de excusa del rapero Wiz Khalifa. Sin embargo, lejos estamos de lograr un cambio drástico. Hay comportamientos más graves que una camisa de Escobar o una foto de un extranjero en la tumba del capo. Por ejemplo que habitantes de Medellín, los mismos que seguramente tuvieron un familiar caído en la guerra de Escobar, se detengan en medio de la calle para fotografiarse con alias Popeye o que haya quienes lleven la cara del capo en las panorámicas de sus vehículos como si fuera adagio de buena suerte. Nada de eso se acabará con tumbar el Mónaco.
Considero que esa idea no honra la memoria de las víctimas. No es derrumbando como se construyen nuevos símbolos, ni nuevas narrativas que se sobrepongan a los hechos de la violencia que hemos superado gracias a un proyecto colectivo de ciudad y que no se puede desmontar, sino más bien, reinventar.
Si con derrumbar se solucionara el tema, también tendrían que tumbar la mansión Montecasino, el edificio Dallas, cerrar Montesacro (donde está la tumba de Escobar) y encarcelar (¿?) a quienes viven en el barrio ‘Medellín sin Tugurios’ y que le tienen agradecimiento a Escobar. Siguiendo esa lógica no sería posible la resignificación que se le ha dado a la Hacienda Nápoles, sino que habría sido necesaria su destrucción y la desaparición de los hipopótamos, porque son atractivo para turistas que llegan a conocer las excentricidades del extinto capo.
Hay que asumir, afrontar y resignificar esos espacios para que haya verdaderos cambios de comportamiento. De lo contrario, muy probablemente, seguirán los Narcotours, los comportamientos asociados al atajo, a la pleitesía al dinero mal habido y al bravucón, así esos antivalores estén gráficamente explícitos en un tatuaje del brazo de un sicario que disparó a la humanidad de más de 300 personas, pero con quien, hay quienes quieren fotografiarse.
Está bien que se busque honrar a las víctimas por medio de un parque. Pero no sólo se puede atender a unas víctima al vaivén de la opinión pública. No se honran las víctimas cuando se deja ir el apoyo de organizaciones de la sociedad civil alrededor del Museo Casa de la Memoria, no se honra a las víctimas cuando no se le permite al Área Metropolitana hablar de paz territorial y, sobre todo, cuando no hay espacio en la agenda para un mes por la vida.