El fotógrafo de películas como Rosario Tijeras y Eso que llaman amor cree que “la fotografía se alimenta de conceptos técnicos y estéticos desde hace muchos años…”. Él hablo sobre su trayectoria.
En qué momento comenzó a devenir y experimentarte con una cámara?
Fue en la universidad, en los años 90, estudiando comunicación Social y Periodismo, cuando tuve la oportunidad de comenzar a hacer consciente el uso de una cámara fotográfica, allí con la ayuda de la profesora María Cecilia Pérez a quienes llamábamos “Cuca”, fui entendiendo el manejo técnico de la cámara y el lenguaje de planos. La práctica se hacía un poco costosa y difícil por la compra de rollos, el revelado de negativos y luego el revelado de contactos y de algunas imágenes, sin embargo, la cámara se convirtió en una compañera de mi vida desde aquellos tiempos.
¿En qué momento se interesó en una relación concreta y muy obsesiva con la fotografía, cómo lo desarrolló en la más reciente película: Eso que llamamos amor?
Tuve la oportunidad de hacer la práctica de la carrera de Comunicación en la película La vendedora de rosas de Víctor Gaviria, 1996. Entonces, pude conocer a Eduardo Carvajal, a quien apodan “La Rata”, él es uno de los foto fija (still photographer) más reconocidos del cine colombiano, y fueron sus consejos y su obsesión sobre la imagen fija algo que me impacto positivamente.
Mucha de la técnica que hoy en día manejo como foto fija para cine se la debo a este mentor sin duda alguna. Sin embargo, la fotografía por aquellos años era un buen oficio, y así lo ratifiqué cuando trabajé como reportero gráfico en el Periódico EL MUNDO, de la ciudad de Medellín, 1998-1999; allí tuve otro enfoque sobre la imagen, muy influenciado por las noticias y por otros fotógrafos como Albeiro Lopera, Fredy Amariles, Julio César Herrera, Hérnan Vanegas, Natalia Botero, Elizabeth Jiménez, Edwin Bustamante... Con el paso de los años y la práctica continua la elaboración de imágenes se hizo más consciente. Eso que llaman amor es un poco el resultado de un acumulado de tiempo y de reflexiones sobre la imagen, lo cual nunca se detiene.
Lea también: Mirando hacia adentro
¿Qué clase de espectador busca?
Pienso que el espectador es el tercer elemento del acto fotográfico, contando con el fotógrafo, su obra y él, en el momento de exhibición. Es claro que hago fotografías para comunicar un punto de vista, y el espectador es el receptor de este mensaje.
Me gusta cuando alguien dice que le disfrutó una imagen que yo tuve la oportunidad de capturar o hacer. Trato de no polemizar cuando ocurre lo contrario, pienso que los gustos y puntos de vista son diversos. Hace mucho tiempo que sólo publico imágenes que contienen toda la expresión de mi acto consciente.
¿Cuáles son sus metódicas, qué necesita para llevar a cabo su tarea?
La elaboración de imágenes pocas veces resulta de una casualidad o de un encuentro inesperado, generalmente son parte de una planeación que se inicia con una investigación sobre el tema a fotografiar cualquiera fuera este. Cuando realizo fotografías para las películas, estas me hacen consciente de observar la proyección que hace un actor o actriz sobre su personaje, muy influenciado por el estilo de cine que tiene el director de fotografía y el director de la película como tal. Mi otro campo que es la fotografía documental, sobre la gente, campesinos o indígenas tiene otros presupuestos que debo tener en cuenta y que tienen que ver con las condiciones de campo y de seguridad. Como regla general preparó mi equipo un día antes, para que al día siguiente sólo sea tomar el morral y salir.
En set, el encuentro con la situación a fotografiar es todo un cuento. Trato de observar las condiciones de luz del lugar, hago contacto previo con los actores y el equipo técnico, hago pruebas de luz a partir de disparos con variaciones de ISO o ASA, de velocidad, de diafragma, establezco el tipo de óptica con la que voy a trabajar y de a poco entro en calor. Los disparos son constantes, y la atención está puesta a todos los niveles para no interrumpir el funcionamiento en el set, sino ser parte del mismo de forma armónica. En un día normal son cientos los disparos hechos y apenas un par de docenas las fotografías que logran contener una autentica expresión. La técnica es similar en fotografías documentales, sólo que allí la realidad no se repite para re-encuadrar como cuando se hace en una película.