Sinsabores verdes

Autor: Pedro Juan González Carvajal
6 diciembre de 2016 - 12:00 AM

Aún con el corazón arrugado por la tristeza que nos propició a los hinchas del fútbol, a los hinchas del Chapecoense, a los ciudadanos de la ciudad de Chapecó, a todo Brasil y sobre todo a los hinchas del Atlético Nacional, el funesto accidente aéreo que acabó con la vida de los miembros del equipo Chapecoense, que venían a  nuestra ciudad a disputar el primer partido de la ronda final de la Copa Suramericana, escribo estas notas, propias de la reflexión, ante la contundencia de los acontecimientos aciagos recién ocurridos.

 

Aún con el corazón arrugado por la tristeza que nos propició a los hinchas del fútbol, a los hinchas del Chapecoense, a los ciudadanos de la ciudad de Chapecó, a todo Brasil y sobre todo a los hinchas del Atlético Nacional, el funesto accidente aéreo que acabó con la vida de los miembros del equipo Chapecoense, que venían a  nuestra ciudad a disputar el primer partido de la ronda final de la Copa Suramericana, escribo estas notas, propias de la reflexión, ante la contundencia de los acontecimientos aciagos recién ocurridos.
El fútbol como toda actividad humana, máxime aquellas que entremezclan sentimientos y desbordan la pasión, está salpicado por altas y por bajas, por triunfos y derrotas, y por una serie de sinsabores, que hacen realidad aquel adagio que dice que “No hay dicha completa”. Para los hinchas del Atlético Nacional, el equipo Rey de Copas de Colombia y emblema indiscutido del fútbol nacional, también la tristeza ha acompañado nuestro fervor. Para los de mi generación, fue tristísimo aquel 17 de enero de 1982 cuando al finalizar la mañana de un cálido domingo, moría de un infarto fulminante nuestro inolvidable “Maestro” Oswaldo Juan Zubeldía, ganador del título del año anterior, quien encarriló a nuestro equipo como una verdadera organización deportiva alrededor del fútbol. La congoja de su muerte, nos llevó a darle un último adiós al Coliseo Cubierto donde se reflejaba la cara de desolación entre los miembros de su “Kinder”, encabezados por Hernán Darío Herrera y Pedro Sarmiento y en toda la fanaticada que lo idolatraba.
La noche nefasta del 2 de julio de 1994, manos asesinas acababan con la vida de Andrés Escobar, nuestro Gran Capitán, demostrando de manera palmaria el nivel de intolerancia y corrupción que habíamos alcanzado como sociedad. El espíritu del “Caballero del fútbol” sigue rondando por el Atanasio, y en momentos de sufrimiento y angustia, muchos hinchas recurrimos e invocamos su recuerdo. No olvidamos tampoco a otros varios futbolistas asesinados: Felipe Pérez, Omar “El Torito” Cañas, Jorge Carmona, Lucio España, Juan Guillermo Villa, Albeiro Usurriaga y Edison Chará. 
El 30 de junio de 2016, muere el doctor Hernán Botero Moreno, y solamente unos pocos lo acompañaron a su última morada en Campos de Paz, dejando cierta sensación de ingratitud y desconocimiento de su enorme aporte a la grandeza de nuestro equipo. 
Y ahora, en la noche triste e imborrable del 28 de noviembre de 2016, se trunca de un tajo el sueño de gloria de nuestro rival de turno, y además, la ilusión del equipo y de las huestes verdolagas, de ver coronado por primera y única vez, por cambio en la reglamentación, a un equipo con el doble título, en una misma temporada, como campeón de la Copa Libertadores de América y campeón de la Copa Suramericana. 
Reconocimiento a las autoridades por su oportunidad, eficacia y diligencia. Reconocimiento a la ciudadanía en general por su solidaridad. Reconocimiento al Atlético Nacional por su pundonor y grandeza.
Como el dolor une a los humanos, propongo realizar las gestiones pertinentes para que las ciudades de Medellín y Chapecó firmen un hermanamiento que mantenga viva la llama de la esperanza del verde y el blanco de los uniformes de sus dos equipos.
Por otro lado, los fríos intensos que hemos sentido por estos días, pereciera que anuncian el lento y paulatino inicio de un nuevo período de glaciación. El cambio climático es ya una irreversible realidad y debemos prepararnos para lo peor.
Por último, recordemos que Medellín necesita de un Centro de espectáculos propios de una ciudad moderna.
¡Paz en su tumba para los integrantes del Chapecoense! 

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