El afán por acordar treguas hace mentirosa la promesa de que las negociaciones se cumplirían en medio del conflicto, no con la desmovilización del Estado.
Con la suspensión de la negociación de Quito, que no su cancelación definitiva, como respuesta a la oleada terrorista y criminal con que el Eln ha pretendido imponer el cese al fuego bilateral y absoluto, el presidente Santos anuncia que insistirá en dar oxígeno a los diálogos de Quito, así no cuente con la voluntad de su contraparte o con el tiempo para suscribir un acuerdo con esa organización.
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En hechos que comprueban el maximalismo que los analistas le adjudican como su principal característica, ese grupo proclamó a través de su revista digital, su “exigencia” de un cese al fuego bilateral en el que se acaben las acciones de la Fuerza Pública, o sea un despeje de la Nación que haría que la del Caguán fuera una anécdota menor. La organización no ha modificado su rechazo a la verificación tripartita, liderada por la ONU. Al mantenerse en la postura del “todo o nada” se inhabilita como interlocutor del Estado.
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En reiteración de su sentido terrorista, pretendió ambientar la presentación de su despropósito con la oleada terrorista en Atlántico, sur de Bolívar y la provincia de Esmeraldas, que dejó nueve policías colombianos muertos y decenas de heridos en Colombia y Ecuador, país anfitrión de las negociaciones. En días anteriores, y actuando como cualquier banda criminal, sembró la muerte en disputas territoriales en Chocó, el norte de Antioquia y el departamento del Cauca.
De la expansión criminal y el terrorismo que la acompaña es responsable, y así ha de quedar asentado, el Eln. Pero a ellos no puede dar la espalda el Gobierno Nacional. Este ha de enfrentar que la expansión de esta organización a territorios de los que había salido, o nunca había llegado, y su mayor capacidad militar, que incluye la de combatientes, ha sucedido por sus decisiones, o la falta de ellas.
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Analistas, entre quienes nos contamos, alertamos porque se dejaran descubiertas importantes zonas del territorio nacional durante las treguas bilaterales que acompañaron la negociación con las Farc. Los temores de que la inacción de la Fuerza Pública se aprovechara para el surgimiento de “disidencias”, el fortalecimiento del Eln y nuevas expansiones del narcotráfico se confirman con los ataques de la última semana, y las que les antecedieron. Y el afán por acordar treguas hace mentirosa la promesa de que las negociaciones se cumplirían en medio del conflicto, no con la desmovilización del Estado.